Rune Factory Frontier, Impresiones
Siguiendo los pasos de la exitosa edición 'Rune Factory' en Nintendo DS, Neverland se lanza en la producción de un nuevo Harvest Moon para Wii que veía hace poco la luz en los Estados Unidos. Su propuesta no deja de ser la de siempre, aunque en esta ocasión se trata de dar un giro a la inventiva de una compañía que poco a poco comienza a destacar dentro del exigente panorama de la consola de Nintendo. Un poco de trabajo de huerta para pasar este periodo vacacional.
Es curioso es ascenso de Rune Factory como spin-off de Harvest Moon a parte fundamental de una franquicia que en los últimos años había mostrado claras señas de deterioro. Planteado como una vía alternativa de prueba por el grupo de desarrollo Neverland, Rune Factory se ha convertido por méritos propios en una nueva serie que adopta el estilo de juego de su hermana mayor toda vez que se acoge a las convenciones del género de los RPGs. Sin perder el buen humor, la humildad y belleza estética que siempre ha caracterizado a la serie -que fuera de Japón nunca ha logrado registrar cifras especialmente llamativas-, el popular simulador dar el salto a Wii tras su exitoso paso por Nintendo DS, obteniendo vítores y elogios a partes iguales tanto por usuarios como por la prensa especializada.
Queda claro que el objetivo de Neverland es el de hacer crecer su obra. La ergonomía de Nintendo DS se deja de lado de cara a hacer uso de las múltiples virtudes de Wii, entre las que destaca la posibilidad de elaborar un motor gráfico capaz de albergar la genialidad artística que ha caracterizado este spin-off desde que hace algunos años viese la luz por primera vez en la portátil de Nintendo. Ni corta ni perezosa, la compañía japonesa se puso a trabajar en una adaptación que sin grandes alardes en cuanto a publicidad sabe explotar como pocas dos conceptos tan dispares como son la simulación campestre -llamemos así al estilo de juego de Animal Crossing y similares- con el obtener experiencia por medio de la repetición de una misma acción.
El lanzamiento estadounidense de Rune Factory Frontier ha servido como introducción de la franquicia al público mayoritario. Sin hacer mucho ruido en el mercado, la prensa especializada ha calificado el título como un RPG notable que aúna de forma preciosista la fantasía con las labores diarias de cualquier aldeano que se gana la vida con sus propias manos. El ambiente cambia radicalmente respecto a los juegos de rol que estamos acostumbrados a recibir en Wii, y sin ir más lejos la introducción, lejos de ofrecer un tutorial tremebundo a costa de las numerosas opciones de las que disponemos, empuja al jugador a descubrir paso a paso las múltiples actividades que Raguna, el protagonista de esta historia, se ve obligado a llevar a cabo tras su llegada a una pequeña aldea en declive económico.
Sin más dilación Raguna comienza a trabajar en una huerta repleta de madera, piedras y otros objetos que se hallan en el camino de adquirir una buena cosecha. Al parecer el pueblo atraviesa una situación económica bastante compleja; los habitantes del lugar agradecen la presencia del muchacho dado que esperan que se convierta en el redentor de la zona, aunque en un primer momento nos acogen con los brazos abiertos, sin grandes discursos de presentación ni un monólogo que le otorgue un aspecto de héroe. Más bien todo lo contrario. Raguna es un muchacho que ha crecido prácticamente por sí solo, por lo que su mayor virtud reside en el trabajo duro y en su independencia.
Desde el primer momento en el que entramos en contacto con el protagonista de la historia -después de una interesante sucesión de escenas anime de excelente factura- pasamos a formar parte de su pequeño universo e historia personal. Nadie nos explica de dónde venimos ni adónde vamos, pero lo cierto es que el carácter de Raguna es jovial, casi diríamos atractivo para animarnos a tomar cartas en el asunto. Primero hemos de trabajar en la huerta, adquirir algo de dinero y, cómo no, presentarnos ante los pocos aldeanos que aún trabajan en la localidad. Todo ello después de contemplar la inmensidad y belleza de un pueblo realmente hermoso, que se lleva a la pantalla de nuestro televisor con la misma propuesta de las ediciones de portátil.
Mist, el mecenas de Raguna, no sólo le proporciona una casa y una huerta donde comenzar a trabajar. También le otorga los primeros instrumentos útiles para empezar a realizar su trabajo, aunque nadie le fuerza a ello. Una azada es suficiente material para arar la tierra y hacer hueco para las primeras semillas, una laboriosa tarea en la que debemos de emplear con precisión el wiimote y el nunchuk. El control nos descoloca en la toma de contacto inicial, por lo que la práctica es esencial para dominar las tareas más sencillas que debemos realizar para ganar algo de dinero. Una vez plantadas las semillas hemos de acudir a una fuente para rellenar de agua la regadera de hojalata que nos han regalado, siempre teniendo en cuenta que cada acción que realizamos merma los Rune Points -puntos de acción al uso- de nuestro personaje.
A cada paso que damos el protagonista aprende. No se trata sencillamente de realizar cualquier labor matutina, como echar un vistazo a los frutos o recolectarlos para que poco más tarde una diligente empleada los lleve a la gran ciudad para venderlos y proporcionarnos así algo de dinero. Son la base de nuestra alimentación, exactamente igual que las armas que podemos adquirir al ganar algo de dinero son esenciales para las mazmorras postreras donde transcurre la parte clásica de cualquier RPG. Por motivos ajenos a nuestra voluntad acudimos a la búsqueda de monstruos que nos pondrán a prueba una y mil veces a medida que adquirimos experiencia de forma independiente a la que recibimos al arar la huerta.
Poco a poco descubrimos la ingente cantidad de posibilidades que tenemos a nuestro alcance; tantas, que apenas tenemos tiempo en la media hora aproximada en la que transcurre cada día para ponerlas en práctica. Se suceden la estaciones, a cada una le sigue un clima diferente y con él un ligero cambio en el ambiente del pueblo. Los aldeanos tienen vida propia, interactúan con nosotros, conversan, incluso se dedican a trabajar en su huerta y no permanecen como personajes hieráticos preestablecidos siempre en el mismo puesto, esperando a que les compremos cualquier objeto. Neverland ha tomado todas las convenciones del género, las ha unido y ha creado un título que en concepto sería capaz perfectamente de dejar en el mayor de los ridículos a Animal Crossing. Damos fe de ello, pero seguimos descubriendo qué más puede ofrecernos.
En mayor medida Rune Factory basa su atractivo en dos factores fundamentales. El primero, su jugabilidad, prácticamente interminable que nos ofrece una veintena de posibilidades para actuar y representar la vida campestre a nuestras anchas. El segundo, una aspecto técnico que no desmerece en absoluto la capacidad técnica de la Wii pese al poco uso que se le otorga al sensor de movimientos del pad de la consola. Incluso tras percibir el notable esmero en el aspecto técnico, con melodías pegadizas que encajan a la perfección con la temática del título, hay que reconocer que la cámara -bloqueada en todo momento, sin opción de variación- es arcaica en comparación a la notable evolución del título en el resto de los sentidos.
Hay cierto ambiente abstracto en el título, una línea tan abierta que apenas sí podemos descubrir qué acción realizar en cada momento, especialmente en los primeros compases -es un alivio comprobar que hasta los más expertos sufren para averiguar dónde reside el hacha con el que comenzar a retirar los molestos escombros de la huerta-, donde apenas tenemos consciencia de cuáles son las acciones que convienen al jugador. Este título no deja de ser una adaptación adulta del Rune Factory de Nintendo DS al que se le ha aplicado un nuevo sistema gráfico y una jugabilidad casi inagotable para cualquiera que busque una combinación interesante entre simulación y rol, que como comentábamos anteriormente nos da la posibilidad de elegir qué camino deseamos escoger en cada momento.
La historia se perfila como un estereotipo divertido de los títulos más convencionales del género, aún sin poder destacar como una obra de culto, precisamente por la dejadez y poca personalidad de algunos de los personajes con los que tratamos. En el plano artístico es sobresaliente, con CGIs que aderezan los momentos más importantes de la trama, personajes secundarios que viven su vida sin tener en cuenta la nuestra, etcétera. Es inevitable tener la ansiedad de querer ver más, de conocer nuevos datos sobre el argumento anterior a los sucesos que estamos protagonizando, aunque no se explican, en un ejercicio que claramente busca abrir las puertas de los jugadores que nunca antes han podido disfrutar de un título de la franquicia. Lo realmente atractivo de Frontier' es la capacidad para hacer que el jugador se involucre con el pueblo y con las tareas domésticas.
Lo que está claro es que hay que profundizar en el título antes de poder hacer un juicio que vaya más allá del aspecto técnico o de una jugabilidad que se expande más allá de las 80 horas de juego, siempre y cuando nos limitemos a realizar algunas -y no todas- de las actividades que Raguna puede llevar a cabo. En cuanto a los combates, poco se puede decir de ellos salvo que su mecánica es más bien sencilla: combates en tiempo real, directos, que hacen uso de diversas técnicas a medida que se expande la historia. Rune Factory Frontier no es Persona, pero cuenta con la baza de ser uno de los RPGs más sólidos de la actual generación, como también de los más vistosos aún a costa de ciertas taras que con algo de suerte tendremos ocasión de analizar a consciencia de cara al lanzamiento europeo de este título. Por el momento no existe confirmación oficial, pero en vistas del éxito a nivel global y del apoyo de Marvelous en la distribución, es cuestión de tiempo que aparezca por las estanterías europeas.
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