BioShock 2, Impresiones
Rapture, la ciudad de los sueños rotos, abre sus puertas diez años después de los terribles sucesos acontecidos en Bioshock, para conocer en primera persona hasta dónde puede llegar la bajeza del ser humano.
Mucho se ha hecho de rogar la tan inesperada secuela de uno de los grandes de la generación, con una primera parte que hizo sucumbir a crítica y público por su desbordante calidad, no por sus cualidades a nivel técnico, sonoro y jugable, que eran sobresalientes, sino por estar a disposición de la narrativa más sólida y mejor contada de la década. Apenas falta mes y medio para que nuestras convicciones morales vuelvan a tambalearse desde sus cimientos. Probamos tres nuevos niveles en la última beta del título de 2K.
Bioshock 2 es el resultado de la unión de los mejores estudios de 2K, lo cual ya es toda una declaración de intenciones, zambulléndose de lleno en la tónica habitual de secuelas de blockbusters con multiplayer añadido. En medio de este caldo de segundas, terceras o incluso decimocuartas partes en ciernes, surge una forma diferente de hacer un videojuego, en la que la manera de narrar una gran aventura resulta máximo diferenciador de cualquiera que ose compararse. Y cómo no, con una premisa tan simple, nos encontramos con 2K Marin, que van a demostrar por segunda vez que son únicos como contadores de historias, haciendo partícipe al jugador y obligándole a pensar, a hilar en su mente todo lo que acontece ante él para darle sentido. Y la fórmula funciona tan estupendamente bien, que se repite en esta secuela con una renovada dosis de frescura y suspense.
Si bien es cierto que el efecto sorpresa puede haber decaído, los misterios que nos esperan prometen ser tan emocionantes como en su predecesor, tan celosos son en Take-Two del potente argumento del que hace gala Bioshock 2, que ni siquiera nos han permitido ver la introducción del juego, ni una sola palabra hemos podido sonsacarles tras despertarnos como un Big Daddy en medio de la decadente ciudad. Siguiendo convenientemente cierta línea continuista, visitaremos lugares completamente nuevos de Rapture en los que podremos hallar y escuchar diferentes cintas de audio, con las vivencias de los habitantes de la gran urbe sumergida. Pronto tendremos conocimiento de la nueva 'alcaldesa'de la ciudad, tanto por sus debates contra Ryan en medio de vítores y abucheos, como a través de sus más mortíferas armas: las temibles Big Sisters.
Dejemos pues de contar detalles referentes a la trama, y centrémonos en las sensaciones que produce nuestra nueva visita al fondo marino a través de la escafandra. Tras el flamante apartado artístico de Bioshock, una revisión del añejo Unreal Engine 3 creada para la ocasión sirve de lienzo para seguir plasmando auténtico arte digital; todos y cada uno de los rincones de Rapture es diferente, cada estancia radicalmente distinta a la anterior, y todo el conjunto orquestándose a unas solidísimas treinta imágenes por segundo, aunque si el jugador así lo desea, puede desactivar la sincronización vertical para subir la tasa de refresco, de manera irregular eso sí, y con la lacra de los molestos cortes de pantalla en los giros bruscos como ya ocurriera en la primera parte, el jugador decide.
Una vez seguros de que los gráficos no sólo son bonitos sin más, sino que forman uno de otros tantos pilares sobre los que se sustenta el argumento, llega el momento de hablar sobre las cualidades sonoras de Bioshock 2, y es que sólo por el placer de escuchar en nuestra nuca los alegres comentarios de la little sister que llevemos a la espalda, se nos antoja indispensable un buen equipo 5.1. El sentido del oído se pone también al servicio de la historia para escuchar como Rapture muere lentamente entre ecos y burbujas, de cómo percibir un apagado martilleo en la lejanía nos deja boquiabiertos tras entrar en una estancia y comprobar que, al otro lado de la bóveda acristalada, un Big D sella las fisuras de una vía de agua a golpe de percutor. En definitiva, toda una explosión de sonidos para goce y disfrute de nuestros tímpanos.
El hacking ha variado sensiblemente desde que manejáramos a Jack en Bioshock, por lo que el que pudiera llegar a ser un tanto pesado sistema de tubos interconectados, ha cambiado por una aguja automática que se desplaza sobre una lengüeta de diferentes colores. En un breve lapso de tiempo, deberemos pulsar el botón cuando la aguja pase sobre las zonas verdes o azules, estas últimas más difíciles de atinar pero que conllevan jugosas bonificaciones, por supuesto pulsar la aguja fuera de estos colores conllevará un contundente castigo en forma de descarga eléctrica. Dispondremos a su vez de una arma en nuestro arsenal que permitirá hackear a distancia, lo que aumenta las posibilidades estratégicas a la hora de manipular robots, cámaras o torretas en territorio enemigo. Por último, las ágiles y casi indestructibles Big Sisters, precisarán de todo nuestro buen hacer -amén de ir bien surtidos de munición y botiquines- para conseguir que muerdan el polvo.
Y todo ello es posible gracias a la exquisita maestría con la que se combinan gráficos, sonido y jugabilidad, siempre y no nos cansamos de repetirlo al servicio de la narrativa, sorprendente a cada paso que damos. Basta con dar un paseo por el peculiar parque de atracciones de Andrew Ryan donde, digno del mejor ministro de propaganda nazi, sirvió antaño para aleccionar a los jóvenes habitantes de la ciudad para comprobarlo. Ya conocemos Rapture, por tanto no necesita prólogos para ponernos en situación, y sin embargo, las sensaciones vividas en el primer Bioshock vuelven incrementadas sin el más mínimo atisbo de deja vú. A la espera de poder facilitar más datos sobre el modo multijugador, diferente a nivel cronológico pero perfectamente indexado en la historia, contamos los días para que llegue febrero, momento en el que tendremos ocasión de llegar al fondo del terrible misterio que envuelve a la ciudad una década después.