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LostWinds: Winter of the Melodias

LostWinds: Winter of the Melodias

Divina melodía

Después de protagonizar una de las aventuras más loadas que WiiWare ha parido hasta la fecha, Frontier regresa con una secuela que mejora prácticamente en todos los aspectos a su antecesor sin menospreciar el aspecto artístico ni la jugabilidad. Lo probamos en Londres y las sensaciones no pudieron ser mejores: ahora aparece en Europa para que todos los usuarios puedan disfrutar, por un módico precio, de uno de los títulos que mejor aprovecha los recursos del servicio digital de Nintendo.

Actualizado a

Cansados de consumir siempre productos que apenas difieren entre sí, en Frontier Development decidieron probar con un formato nuevo. El estudio afincado en Reino Unido cuenta con la suerte de haber desarrollado uno de los primeros títulos destacados del servicio online de WiiWare, que hasta hace bien poco estaba aún en plena fase de maduración, así como también el más vendido en Estados Unidos y Europa. Al menos así lo afirmaba David Braben hace pocas semanas en Londres, durante la muestra del catálogo que el servicio de Nintendo lucirá en los próximos meses. Fue precisamente en este privilegiado evento donde hubo ocasión de charlar con el productor sobre las novedades del juego, las propuestas que se habían barajado para su continuación, expectativas, etcétera.

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Toda la información que se pudo extraer de esta escueta entrevista quedaba plasmada en las primeras impresiones que esta revista publicaba sobre LostWinds: Winter of the Melodias, donde fueron los propios usuarios los que reivindicaban por enésima vez la falta de publicidad que se le ha dado al título original. Todo hacía pensar que la secuela iba a seguir los pasos de su antecesor en cuanto a la popularidad se refiere: es difícil comprender cómo un título que atesora tal nivel de calidad nunca ha contado con un apoyo coherente por parte de la prensa especializada, pero ya conocemos el funcionamiento de la industria. Pese a quien pese, la obra de Frontier es, por su propia concepción, un buen ejemplo de cómo el arte puede fusionarse con la diversión sin menospreciar otros aspectos esenciales en un videojuego.

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Así fue como LostWinds obtuvo calificaciones que todavía hoy muchos títulos punteros del servicio no han logrado superar. Las mayores críticas de la primera aventura del pequeño Toku tenían mucho que ver con la escasa duración del la aventura y su nula capacidad rejugable, características que desgraciadamente comparte en esta secuela, donde el protagonista tiene como principal objetivo encontrar a su madre, desaparecida sin motivo aparente, así como salvar al pueblo de Melodía de un invierno perpetuo . Riveren, el personaje que descubrimos en el prólogo de la aventura, descubre un misterioso artefacto que sume en el hielo todo cuanto tiene (o tenía) valor en su vida.

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Más historia
Este personaje es el primero que conocemos al comenzar a jugar, pero no es el único que hace acto de aparición en la trama del juego. Toku es el héroe, a él nos debemos en todo momento durante la partida. Su madre ha desaparecido y él, con escasa información que extrae de un diario abandonado, se dirige hacia el pueblo de Melodía para descubrir cuál es el paradero de su progenitora. Se entiende que el comienzo de la trama tiene lugar varios meses después de la finalización del primero, que dejaba las puertas entreabiertas para una posible secuela que, efectivamente, ha acabado por aparecer en el servicio con ánimos de situarse de nuevo entre las cinco mejores propuestas de WiiWare.

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Durante el prólogo tenemos ocasión de conocer a Magmok, el coloso que nos acompaña por las montañas rocosas que a su vez sirven como introducción para hacernos con los fundamentos del sistema de control. Primero tendremos que volver a hacer uso de Enril, el pequeño espíritu del viento que da forma a la mecánica jugable y que de este momento en adelante se convierte en el auténtico protagonista del cambio que está a punto de experimentar el pueblo donde transcurre la historia. Esta vez LostWinds se centra más en los puzles, que ahora cuentan con un nuevo aliado que engrandece el juego en todos los sentidos, tanto por la parte jugable (por las posibilidades que ofrece de cara a la aventura) como a nivel técnico, donde Winter of the Melodias descubre su auténtico potencial.

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Hablamos, obviamente, de la posibilidad (o de la obligación, mejor dicho) de alternar entre dos estaciones, verano e invierno, para solventar puzles y otros impedimentos que surgen en nuestro camino. Al margen de la historia, que ya se conocía por la información que Frontier había desvelado como trasfondo para conocer más sobre este Winter of the Melodias, las novedades que vemos en esta secuela apuntan directamente a la jugabilidad. En primer lugar, se han corregido algunas molestias en el sistema de control, que no permitían ser todo lo precisos que debiéramos a la hora de realizar los movimientos más comprometidos. En segundo, nuevos movimientos debemos efectuar haciendo uso del sensor de movimiento de la consola.

Cuando abandonamos el preludio entramos de lleno en el mundo de Mistralis, que aparece retratado íntegramente como una villa sumida en el hielo. El hecho de encontrar a Enril nos permite realizar los movimientos básicos de la aventura, que básicamente pasan por saltar e impulsarnos de un lado a otro haciendo uso de los recursos que ofrece el viento. Desde mover objetos a derrotar enemigo, prácticamente todo es posible siempre y cuando la situación lo permita. Toku no soporta el frío de la zona, motivo por el cual su energía se va reduciendo paulatinamente a medida que transcurren los minutos. Sólo las torres prendidas con petróleo garantizar algo de vitalidad hasta que, llegados a cierto punto, un compañero herrero nos otorga un traje con el que esta limitación desaparece.

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Puede que este sea el motivo principal por el que se ha añadido un mapa con el que podemos orientarnos sin problemas, que además siempre indica el punto al que hemos de dirigirnos a continuación. Esta faceta no estaba presente en el original, por lo que de un modo u otro se invitaba al jugador a protagonizar más escenas basadas en la exploración. En esta secuela se sigue la misma línea salvando este punto. Explorar más de la cuenta tampoco tiene recompensa alguna, por lo que básicamente nos dedicamos a combatir a los enemigos que van apareciendo por doquier. Los nuevos diseños nos obligan a estrujar la cabeza para averiguar cómo sacarlos de en medio sin perder la vida en el intento.

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Cambios de estación
No obstante, y como venimos diciendo a lo largo del análisis, la base jugable de este LostWinds radica en el uso de las dos estaciones para poder avanzar. La que viene por defecto es la nevada, esto ya lo habrá podido deducir cualquier jugador a estas alturas. La cambiante es la que hace referencia al verano, que nos permite utilizar climas cambiantes para solucionar los acertijos que aparecen de cuando en cuando. Hacer un trasvase de agua para que luego se congele al pasar al clima helado, poder superar un obstáculo infranqueable que se desmorona por el hielo… Frontier sabe exprimir este sistema hasta la saciedad basando en él el grueso del sistema del juego. Por este motivo debemos aprender a manejar las nuevas habilidades que nos permiten descubrir los objetos que se esconden en los escenarios que recorremos.

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Por lo demás, la jugabilidad no abarca mucho más terreno del anteriormente mentado. Lo más interesante tiene relación por lo tanto con el plano artístico, que se ha rejuvenecido para la ocasión, convirtiéndose así en uno de los títulos que mejor estética lucen de cuantos hemos visto desfilar por la sobremesa de Nintendo. Como anotación final, léase la posibilidad de entablar conversación con los personajes secundarios que aparecen dentro de las aldeas (siempre en sus respectivas chabolas), cada uno otorgándonos una misión extra según sus necesidades.

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Ni con estas se alarga la duración total del juego, que bien sea por motivos técnicos (mucho se ha hablado de las limitaciones que Nintendo impone en este sentido) o sencillamente por falta de un argumento más cohesionado apenas supera la de su antecesor. La dificultad tampoco ha aumentado, simplemente se ha aumentado el nivel de puzles que hemos de solventar, la gran mayoría basados exclusivamente en los cambios que se producen entre estaciones climáticas. No nos podemos quejar de este aspecto teniendo en cuenta que pocos juegos son capaces de ofrecer más en este sentido, aunque de igual manera echamos de menos disfrutar de la trama durante más tiempo. Gran parte de culpa la tiene el increíble entramado gráfico, que ha jugado un papel esencial a la hora de diferenciar LostWinds de la competencia.

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Es extremadamente sencillo describir un motor gráfico bidimensional que funciona tan bien con aparentemente tan poco material. Tanto los escenarios como el trabajo que se ha realizado en materia de personajes (principales y secundarios) como en cuanto se refiere a los efectos lumínicos que presenciamos a lo largo y ancho de la aventura son motivo suficiente para justificar acceder hasta las últimas pantallas, donde el espectáculo es aún más soberbio si cabe.

Hasta la música comporta este buen hacer. Las melodías que nos acompañan durante la aventura se amoldan a las circunstancias que estemos viviendo. Durante los combates cambia el registro, así como cada vez que tenemos que entablar una conversación importante o durante los momentos más emotivos del argumento. A nivel técnico LostWinds: Winter of the Melodias es el juego más trabajado de WiiWare sin discusión alguna. Se puede criticar la mecánica, que no ha de gustar a todos los jugadores por necesidad imperiosa, pero no el trabajo que Frontier ha realizado en el plano gráfico, donde han vuelto a poner de relieve la imaginación y el buen hacer que de momento les ha caracterizado en todas sus obras.

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9

Excelente

Un título referente en su género, que destaca por encima de sus competidores y que disfrutarás de principio a fin, seguramente varias veces. Un juego destinado a convertirse en clásico con el paso de los años. Cómpralo sin pestañear.