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Divinity 2: Ego Draconis, Impresiones

La tercera parte de la serie Divinity llega para consolidar una serie que no ha tenido toda la exposición que debería, pero que ahora se prepara para un gran salto. Después de luces y sombras en sus dos juegos, la tercera parte llega muy renovada con un nuevo sistema de combate más activo y el mismo humor característico y picante que ha caracterizado a estos juegos de rol.

La serie Divinity ha tenido una existencia irregular debido a sus crisis de identidad, que lo llevaron de convertirse a uno de los mejores ARPG seguidores de la escuela a un pobre seguidor de Baldur's Gate en su segunda parte, Beyond Divinity. Larian Studios, una compañía afincada en Bélgica, ha puesto un trabajo notable para crear una serie de rol reconocible en el viejo continente, aunque no ha tenido la mejor de las suertes y no se ha mostrado demasiado convencida de adonde quería llevar este nombre dados los cambios radicales entre la primera y segunda parte. Con Divinity II: Ego Draconis, pretenden poner una solución a ese tema y poner la serie donde podría estar: en un lugar considerablemente más alto dadas las pasadas virtudes que han conseguido incorporar a sus juegos.

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Es curioso que Larian haya decidido nombrar a este título como Divinity II, lo que coloca a Beyond Divinity como un olvidado puente entre esos títulos; también demuestra que el equipo quiere recuperar las cosas donde las dejaron con el excelente Divine Divinity. Después de varias horas de juego, se puede decir que los pasos van definitivamente por ese camino, aunque el estudio no ha dudado en romper algunos huevos para realizar cambios y tratar de conseguir un juego capaz de atraer a más público, algo que esta serie viene necesitando desde su primer título. Para ello se han realizado cambios importantes en las mecánicas de juego, pero se han mantenido los elementos más interesantes, como un sistema de combate visceral, numerosas opciones de configuración y una historia sorprendentemente trabajada para ser un ARPG más concentrado en la acción que en el desarrollo de personajes y su papel en el mundo.

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En el juego encarnamos la figura de un matadragones, parte de una orden de guerreros que ha puesto sus vidas al servicio de los antaño benevolentes Caballeros Dragón, caballeros legendarios bendecidos con la habilidad de transformarse en dragones a voluntad y poseedores de un gran poder que compartieron junto al Divino, el protagonista de la primera parte, un campeón de la luz dotado de poderes casi divinos y vencedor sobre las fuerzas del Caos. En un desesperado intento por no caer completamente derrotados, el Caos dejó la semilla del mal en un bebe y el Divino fue incapaz de hacer lo que tenía que hacerse, así que lo crió como a su hijo con la intención de que nunca manifestara el poder que llevaba dentro. Como se puede esperar, los planes no salieron como se esperaban y Damian, el maldito, se convirtió en la gran amenaza del mundo. En un momento crucial del enfrentamiento entre ambos, uno de los Caballeros-Dragón traicionó a su aliado y asesinó al Divino, lo que desató el odio irracional hacía esas criaturas y toda su estirpe.

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Los matadragones no sólo entrenan para medirse a los caballeros dragón, también pasan por un ritual que les permite almacenar la memoria de los dragones y así conocer las claves para su derrota, sus puntos débiles y sus técnicas de combate. Sólo los guerreros más preparados pueden optar a pasar a esta orden, que ha triunfado en eliminar casi todos los dragones en Rivellon, mientras Damian sigue en las sombras, maquinando y manipulando, esperando el momento de su gran conquista. Por circunstancias que se muestran pronto en el argumento, el (o la) protagonista del juego, aspirante a matadragones, recibe la bendición del último caballero dragón para convertirse en lo que ha luchado por eliminar toda su vida. Una vez en esa tesitura, tendrá que aprender que la historia quizás no sea como se había contado y deberá sobrevivir lo suficiente como para tratar de oponerse a los planes del Señor del Caos.

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En el apartado audiovisual, las primeras impresiones son buenas. El juego vendrá con textos y voces en castellano, lo que será una buena noticia para los amantes del género con menos dominio del inglés. La música es bastante destacable desde el primer momento gracias al tema que acompaña el menú de inicio; ya en el juego, el entorno parece haber sido recreado y los paisajes no se muestran parcos a la hora de mostrar ríos furiosos, frondosa vegetación o estructuras edificadas por seres humanos como poblados, casas y otras estructuras de gran tamaño. Un agradable detalle en nuestros primeros momentos con el juego es que técnicamente es muy sólido y tiene un rendimiento muy bueno en un equipo de gama media, además de un buen número de opciones para optimizar el rendimiento. También destaca el variado y rico diseño de personajes y armaduras que se ven en los NPCs, que les da bastante personalidad.

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Una de las mayores novedades de Divinity 2 es el sistema de control y la perspectiva desde la que se realiza. La cámara aérea ha pasado a la historia y la acción se lleva a un plano más personal, con el protagonista controlado de forma directa con la combinación WASD y el ratón desde una perspectiva fija trasera. El botón izquierdo del ratón se usa para atacar y varias pulsaciones generan combos, todo en tiempo real. El movimiento y el combate es realmente rápido y en algunos momentos parece que se está ante un juego de acción arcade, pero la gran variedad de acciones que se pueden desarrollar y el abanico de posibilidades para desarrollar al protagonista descartan la idea. Eso sí, las consideraciones tácticas son bastante limitadas y quedan limitadas muchas veces a saber qué movimientos pueden ser ventajosos en según qué circunstancias. La habilidad de rodar para esquivar al enemigo también refleja la importancia del control directo del jugador a la hora de marcar el ritmo de cada combate.

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El sistema de desarrollo de personaje tiene numerosas posibilidades dadas las diferentes escuelas en las que se pueden aprender y mejorar habilidades. También hay puntos que se tienen que asignar a atributos, lo que resulta fundamental para sentar las bases del personaje que deseas jugar. Casi todas las habilidades están destinadas al combate y se reparten entre el sacerdote, el hechicero, el guerrero y el arquero, acompañada de una más genérica que representa mejoras en habilidades como el tipo de arma que se maneja mejor. La progresión es completamente no lineal y se pueden combinar las habilidades que se deseen dentro de ciertas restricciones, por lo que se puede tener una enorme variedad de personajes, cada uno con fortalezas y debilidades distintas y un estilo de juego que viene definido por el jugador. Sin ser un juego difícil, en Divinity 2 hay que tener cuidado a la hora de ir asignando los puntos al protagonista, ya que algunas situaciones de combate iniciales requieren de perfiles potencialmente distintos a los que se tienen. Construir un buen personaje inicial es clave para triunfar en las primeras horas de juego.

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El protagonista es realmente una tabula rasa y puede equiparse con cualquier tipo de arma en el juego, desde espadas bastardas a dobles hachas cortantes, pasando por arcos y escudos, siempre que tenga los atributos necesarios. Hay varias opciones que permiten concentrarse en magias de invcocación con aquellas más puramente ofensivas y otras más fisicas. Alguna de esas habilidades marcan la diferencia en las primeras horas de partida, como un movimiento de guerrero que permite descargar un golpe circular a todo los enemigos que te rodean, lo que permite tomar un leve respiro. Tampoco se quedan cortas otras habilidades como la de invocar criaturas o lanzar bolas de fuego, conjuros que van en aumento conforme se vayan inviertiendo puntos en ellos. Puesto que no hay clases predefinidas, el rol en el estilo de combate lo marca el propio jugador.

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Pero además de un combate dinámico y un sistema de desarrollo que anima a experimentar y a probar diferentes combinaciones, Divinity 2 se guarda algunas cartas en la manga para sostener el resto de una aventura de gran calado. Una de esas cartas es la capacidad de transformarse en dragón, que permite transformarse en esa criatura y surcar los cielos intentando esquivar las defensas y luchando contra los enemigos que van apareciendo; el control es sencillo y se limita a unos pocos comandos, dándole un aire casi arcade, pero aporta variedad a la mecánica general del juego y resulta visualmente placentero. Más importante a la hora de mantener el juego entero es el trabajo realizado en la creación de misiones, que no se limitan a las típicas de "ve allí y mata eso" sino que tienen una historia detrás, un desarrollo y unas decisiones que exigen en orden de lograr un resultado u otro.; en este aspecto Divinity 2 demuestra estar a un nivel muy alto y no haber perdido ese sentido del humor que caracterizaba a pasadas entregas y que podía aparecer en el momento más insospechado.

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Lo mejor de lo que hemos podido probar de Divinity 2 hasta la fecha es que es completo en todos los frentes. El sistema de combate es ágil y rápido, lo que facilita encontrar acción continua como se espera en un ARPG, pero a la vez ofrece un amplio abanico de posibilidades par personalizar al personaje al gusto  y paso a paso, algo que apreciarán aquellos a los que le guste cuidar bien de cada paso para concebir el personaje que desean. Si a eso se le suma una historia competente, decisiones morales, misiones secundarias interesantes y bien detalladas, gran cantidad de tesoros y la posibilidad de surcar los cielos como dragón, el paquete parece más y más atractivo. El juego ya apareció en su principal mercado, Alemania, con buenas críticas  y en las próximas semanas se sabrá si la serie Divinity consigue despegar el vuelo ante el gran público para el resto del viejo continente.

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Divinity II: Ego Draconis

  • PC
  • 360
  • Acción
  • RPG
La tercera parte de la saya Divinity nos pone en la piel de un cazador de dragones maldito con una maldición que lo transforma precisamente en un dragón. Larian Studios propone una nueva aventura en este particular universo.
Carátula de Divinity II: Ego Draconis
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