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Brave: A Warriors Tale

Brave: A Warriors Tale

No tan guerrero

La sobremesa de Nintendo no deja de recibir extrañas adaptaciones de juegos que en su día apenas sobrepasaron el regular en PlayStation 2. Si hace unos meses teníamos el placer de comentar los pormenores de Rogue Trooper, que después de todo mantenía un mínimo nivel de calidad, hoy presentamos la enésima reedición que no llega a buen puerto a manos de Brave: A Warrior's Tale, que en Wii no sabe encontrar el camino para convertirse en ese título recomendable para todos los públicos.

Actualizado a

Bravo es el guerrero que aprende, que lucha, que sabe escuchar a los mayores con sus historias, que nunca piensa saberlo todo -muy al contrario de lo que sucede hoy con la juventud, haciendo válido el comentario ajeno al texto-. Brave: A Warrior's Tale afronta con bravura su embiste en las consolas de nuevas generación en un port de la versión de PlayStation 2 que aparecía hace algunos años, recibiendo valoraciones dispares por parte de la prensa especializada. La base de la aventura se mantiene idéntica en esta adaptación a Nintendo Wii -obviando la de 360 y PSP-, con ligeros cambios en el motor gráfico que le permiten lucir una apariencia mínimamente más elaborada que la que mostró en 2005 -no hace tanto tiempo considerando la poca o nula aportación que hace al género de las plataformas-.

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Brave: The Search for Spirit Dancer contaba con varios elementos a tener en cuenta que han hecho acto de aparición en las nuevas versiones. El factor más importante que debemos tener en cuenta es el argumento, que apenas cambia respecto al original. El jugador se mete en la piel de Brave, un joven aprendiz que inmerso en la cultura chamánica ha de aprender los valores que representa el hecho de convertirse en un guerrero. Para llevar a buen puerto su aventura cuenta con el apoyo de un anciano, líder de la tribu donde se aloja la historia, que recibe el nombre de Oso Gris. Él es -después del breve prólogo, en el que aparece el descendiente directo del héroe de turno- el encargado de mostrarle las habilidades básicas que ha de dominar para valerse por sí mismo.

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Su aprendizaje es rápido, equivalente a la duración total de la que hace gala el título, que se termina fácilmente en menos de seis horas. La verdadera historia se levanta cuando Brave y una muchacha denominada Flor de la Pradera, que encuentra dificultades a la hora de superar a un oso pardo que duerme apaciblemente en su cueva. Tras pisar una rama el mastodonte despierta, provocando una auténtica avalancha feroz por parte del animal silvestre que sólo logran superar precipitándose por una catarata que les salva de lo inevitable. Oso Gris observa la acción desde lejos, pacientemente, hasta que el muchacho finalmente aparece ante sus ojos. La revelación no tarda en llegar: Brave ha de convertirse en un héroe, aunque para ello primero debe aprender las habilidades que le permitirán alcanzar este estatus.

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Poca chicha
La mecánica de Brave parece haber sido destinada específicamente para los más pequeños de la casa, no en vano representa una nula evolución respecto a otros referentes del género. De hecho los primeros compases de juego apenas nos muestran un sector dominado por la vegetación en donde el protagonista se las ingenia para dominar los conceptos fundamentales de su epopeya. El primero, por poner un ejemplo, consiste en aprender a sacar el palo de un arbusto desde la raíz para defenderse ante enormes abejas rupestres que inexplicablemente vagan por la zona. A continuación conocemos el resto de fundamentos de la aventura; escalar por hiedras, sumergirse en las profundidades, pescar, buscar huellas de animales por el suelo, comunicarse con ellos para obtener su ayuda en momentos puntuales, etcétera.

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Precisamente la cantidad de acciones que puede realizar el héroe de la aventura es uno de los puntos más interesantes del producto, que pese a su corta duración garantiza cierto nivel de entretenimiento hasta que la partida obliga a repetir incansablemente las mismas acciones, que pocas veces van más allá de subir a lo alto de una cueva para volver a bajar en busca de algún utensilio que necesitemos y, una vez conseguido, volver a repetir la operación. Parece que la corta duración del producto -sin duda, una de las taras más intransigentes que encontramos a lo largo de la partida- ha obligado a los chicos de Collision Studios  a bajar esta edición en una monotonía de movimientos y acciones que apenas requieren esfuerzo alguno por parte del jugador.

Como era de esperar, el objetivo último de la aventura aparece a poco de comenzar a jugar, aunque de conocerlo se esfumaría de un plumazo el mayor atractivo del título: conocer un poco más sobre las tradiciones de esta tribu, en donde no se ha menospreciado incluir toda clase de información, así como de objetos secundarios que hablan por sí solos sobre el trabajo de archivo que ha realizado el estudio británico. SouthPeak distribuye el juego entre el público europeo -primero veía la luz en Estados Unidos, recibiendo palos por parte de la prensa especializada- con la firme seguridad de haber doblado prácticamente todos los diálogos de la aventura. Lamentablemente, y pese al esfuerzo realizado en este sentido -si bien forma parte de la edición de PS2-, los diálogos pierden en más de una ocasión toda coherencia. Por no hablar de la irritante voz que caracteriza a los chavales, realmente insoportable.

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Es la parte negativa de una ambientación que pese a sus pocas pretensiones consigue ofrecer cierta sensación de aislamiento, siempre rodeados por toda clase de animales silvestres que pueblan los bosques de la zona donde transcurre la aventura. Personajes secundarios hay pocos; su papel es meramente anecdótico y apenas sirve para mejorar a grandes rasgos la línea que lleva el juego de principio a fin. No todo son pegas, no obstante, ya que en el apartado musical sabe hacer su trabajo sin demasiados elogios, cumpliendo la necesidad de aportar algo de variedad a la monotonía que supone terminar todos y cada uno de los escenarios obteniendo los tótems ocultos. Brave visita murales donde aprende nuevas habilidades, así como también información sobre las tradiciones de su familia.

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El peor problema que arrastra el juego se encuentra precisamente en su jugabilidad, que en poco o nada acompaña al nefasto trabajo visual que acompaña al juego en todo momento. Es difícil asimilar que la cámara, a estas alturas, falle de forma ecuánime a una pistola de feria, que cada pared que aparece en pantalla se convierta en otro obstáculo que sortear pulsando incansablemente el nunchuk para corregir la posición de la susodicha. A veces los obstáculos desaparecen, otras veces sencillamente se quedan ahí con el único fin -imaginamos- de molestar al jugador. A la hora de combatir se echa en falta un bloqueador de mira de los que se estilan en tiempos modernos, lo que facilitaría considerablemente la tediosa labor de batallar con lo enemigos que aparecen prácticamente en cualquier rincón del mapa.

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Sus atractivos
Tampoco es cuestión de entender Brave como una ponzoña infumable, porque francamente sería un error de bulto. El juego esconde tras de sí sus atractivos. Si dejamos al margen la cámara, el aspecto técnico que luce tiene un pase considerando el precio al que se ha puesto el título a la venta, aunque es aconsejable no exigir más de la cuenta de cara a evitar probables decepciones.  Los personajes hacen gala de un diseño pasable con alguna que otra expresión cómica que se puede valorar positivamente, así como el diseño del bosque donde transcurre la aventura. Desgraciadamente es imperdonable que el agua sea insustancial, esto es, que cuando aparece en escena apenas se comporte como ese líquido cristalino que tanto se ha perfeccionado en la nueva generación.

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Valga que estemos ante un port de la edición de PS2, que ya de por sí no era demasiado proclive en efectos especiales dignos de mención, pero tampoco se puede justificar la baja calidad de muchas escenas animadas, especialmente si se comparan con otras producciones que están por llegar, léase el caso de One Piece Unlimited Cruise 2, por citar el primer ejemplo que ha aparecido por la cabeza. Sería totalmente irrisorio considerar este motor gráfico una señal evolutiva en la carrera de Collision. De hecho alguien haría bien en explicarles que una tasa de frames estable es esencial para no estropear cualquier vídeo animado que aparezca en escena, siempre cojeando de una falta alarmante de suavidad durante los constantes trávelin de la cámara. Lo dicho, no deja de ser una obra monstruosa, pero está a años luz del mínimo exigible en una consola de nueva generación.

Como decíamos, no todo es negativo. El conjunto tiene su pase pese a que tanto la duración como la dificultad parecen estar pensados única y exclusivamente para un público carente de experiencia, ya que de otro modo no se explica la terrible sencillez con la que se superan todos y cada uno de los retos a los que tenemos que hacer frente. Tampoco existe nada para ampliar la vida útil del disco al margen de los tótems que antes mencionábamos, aunque por otro lado no nos parece suficiente añadido como para considerarlo un extra que sea capaz de motivar a los jugadores a la hora de buscar. La historia siempre se mueve en derroteros que poco van a sorprender al jugador, pero apreciamos el esmero a la hora de basar la historia en una cultura interesante.

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Hay que pasar unas horas a los mandos de la consola para convencernos de que el wiimote pasa totalmente desapercibido, como también el sensor de movimientos. ¿Para qué se ha realizado un port si ni tan siquiera se han molestado en incluir una función sensorial en alguno de los minijuegos -por así llamarlos- que encontramos durante la aventura? No conocemos la respuesta. Desde luego no tiene sentido alguno cuando hablamos de una consola en la que ya han aparecido otras obras de la misma índole -el ya mentado Rogue Trooper- donde como mínimo han prestado atención a este aspecto.

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Quizás es en parte un síntoma de que Brave: A Warrior's Tale no es un título llamado a ser amigo de todos los públicos, sino que de nuevo muestra sus preferencias por un público menos exigente, que sea capaz de divertirse con una aventura anodina que salvo el argumento poco o nada tiene que ofrecer a los poseedores de la consola de Nintendo, más aún en una época bastante prolífera en esto de lanzamiento originales, de producciones que realmente pueden llevar con orgullo la bandera de pertenecer a Wii. El problema es que, mientras sigamos recibiendo esta clase de productos, el catálogo de la sobremesa seguirá almacenado grasas no saludables, o dicho en otras palabras, videojuegos que apenas son merecedores de aparecer a estas alturas con la poca innovación que aportan.

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4

Mediocre

Podía ser pero no ha sido y tras pasar unos breves minutos con él quedará archivado en la estantería para no jugarlo nunca más. No lo compres, no digas que no te lo advertimos.