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Rygar: The Battle of Argus

Rygar: The Battle of Argus

  • PlataformaWii6
  • GéneroAventura, Acción
  • DesarrolladorTecmo
  • Lanzamiento28/08/2009
  • TextoEspañol
  • VocesInglés
  • EditorTecmo

A mí el escudo

Dentro del amplio catálogo de novedades que aparecen en Wii también hay espacio para los ports, esas conversiones que respetando las virtudes de la nueva generación trata de mejorar un producto que se alzó con éxito en el pasado. Hoy le toca el turno a Rygar, una historia greco-romana que recoge la aventura original trasladando el sistema de control sin perder demasiado tiempo mejorando el aspecto técnico que lucía hace ya más de seis años, cuando debutaba en PlayStation 2 el original que ha dado lugar a esta edición.

Hace más de seis años que aparecía en PlayStation2 una original aventura que mezclaba la mitología con la acción desenfrenada. Un estilo de juego que se ha cultivado con la nueva generación, del que proceden grandes franquicias en la actualidad gracias a God of War, Ninja Gaiden o el propio Devil May Cry, para muchos culpable último de que la acción combinada con la exploración tenga por definición aquello que se dibuja en nuestra mente al imaginarnos grandes combates contra infinidad de mastodónticos enemigos. Por algún motivo difícil de comprender muchas compañías se han obcecado en entender Wii como una buena plataforma para recuperar proyectos que obtuvieron éxito en el pasado, sin preocuparse más de la cuenta por añadir novedades que justifiquen el gasto económico de adquirir el juego.

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Quizás este es el motivo de que en ocasiones determinadas las distribuidoras piensen en el usuario, apostando por rebajar el precio de sus lanzamientos. La línea económica destaca por ofrecer títulos que ya conocemos del pasado a precio asequible, sin conocer con demasiada exactitud si el resultado final de la adaptación vale realmente la pena. En Rogue Trooper hubo que cubrir de gloria a los aficionados al insistir cien veces en la misma cuestión; es difícil criticar un videojuego que en su día cumplía con todos los requisitos para ser considerado como un título notable, pero desgraciadamente el paso del tiempo hace que la situación cambie, que el género evolucione convirtiendo la originalidad es una monotonía que sigue todas las compañías. Lo que ayer era innovar hoy es un requisito indispensable para estar a la última, y con ello se pierde inevitablemente parte de la magia del juego del que estamos disfrutando.

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No a todos los jugadores les pasa lo mismo. Hay una serie de requisitos que se han de cumplir para considerar a un título un éxito atemporal, dos palabros que se han puesto de moda en la actualidad con el boom de los textos retroactivos, esos que nos descubren el pasado para beneplácito de los jugadores que gustan de visitar sus recuerdos o para aquellos que nunca han podido disfrutar de ellos. El público esperaba una reacción similar con Rygar: The Battle of Argus que con tantas adaptaciones que han aparecido en el mercado. Sin pena ni gloria, obteniendo unas ventas muy discretas, aunque ganando siempre un poco de aprecio por parte de los jugadores que sí han sido capaces de apreciar sus virtudes. Se podría decir que hasta Tecmo se ha mostrado sorprendida por la cantidad de varapalos que se ha llevado esta adaptación de Wii, que apenas se molesta en variar un ápice a propuesta original.

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Renovar o morir
Precisamente este es el problema que arrastra Rygar, el motivo único por el cual ha recibido un aluvión de crítica allá por donde ha mostrado la cabeza. Tecmo ha cometido el error de conformarse con el resultado de un producto que originalmente aparecía en PlayStation 2 a medidos de 2002, demasiado tiempo como para justificar una vuelta a la escena en la que no se ha retocado el aspecto gráfico, la jugabilidad ni tan siquiera en hilo argumental. Sólo un añadido para justificar casi una década de ausencia sin cambios, un hecho que difícilmente se puede considerar sin pensar en lo que para muchos se ha convertido en la habitual tomadura de pelo que muchas compañías toman por costumbre en Wii. De hecho, como venimos diciendo, el hilo argumental no varía ni un ápice para adaptarse a los tiempos que corren, si bien es cierto que tampoco es del todo necesario.

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Una vez más controlamos al legendario guerrero Rygar, encargado de dar nombre a su propia aventura, que por los avatares del destino se ve obligado a volver a mundo de los mortales, en plena época de transición entre el imperio griego y el romano. La princesa de Argus ha desaparecido sin dejar ni rastro, a lo que se le suma la llegada de un temible ejército de colosos que parecen decididos a arrasar con todo aquello que se encuentre a su paso. Como suele ser habitual en las crónicas literarias de la época, Rygar es un héroe capacitado para luchar contra cualquier clase de enemigo gracias al arma que porta en todo momento, el Diskarmor, un escudo de punta afilada que rebana miembros gracias a la velocidad con el que se impulsa su lanzamiento. Esta herramienta, sumada a la fuerza descomunal del protagonista, hace posible que nadie se oponga a la fuerza titánica de un Sansón que se hace respetar allá por donde pasa.

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Con esta tesitura hemos de ir superando misiones y fases de toda índole hasta alcanzar al enemigo final de cada misión, lograr liberar a la princesa en apuros y, cómo no, evitar la total destrucción del mundo a manos de la maldad personificada. El hilo argumental no sólo no ha variado, sino que también ha decaído en pos de perder ese punto épico que caracteriza a las aventuras que aparecen hoy día en el mercado. Rygar es un personaje totalmente arquetípico, sin una personalidad lo suficientemente interesante como para prestarle más atención de la mínima que se exige en estos casos para comprender el argumento. Su apariencia, que cambia ligeramente respecto a la original, muestra ahora a un personaje peliblanco, totalmente entrenado para matar, repleto de tatuajes de tinta roja que misteriosamente desaparecen de la pantalla según la acción lo requiere.

No hay que darle demasiadas vueltas a la mecánica de juego, que básicamente propone exactamente el mismo sistema de la edición de PlayStation 2. El pad tradicional se sustituye por el binomio wiimote/nunchuk, el primero para manejar cualquier acción que no sea controlar la cámara o el movimiento del personaje principal. Nuestro elenco de movimientos tampoco es demasiado elevado, si bien es cierto que siguiendo la línea tradicional del género tenemos a nuestra disposición la posibilidad de hacer que Rygar aprenda nuevas habilidades, recursos especiales que debemos dominar a la perfección para avanzar por las ingentes hordas de enemigos que aparecen a nuestro paso por doquier.

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Como bien título de acción y aventura, el papel del jugador consiste en manejar al personaje soportando el nefasto sistema de cámara -que generalmente deja vendido al usuario en el momento menos indicado- a medida que encadena combos con saltos. Esta es la única forma de obtener la suficiente experiencia como para percibir esa sensación de que el título también combina la violencia con toques de RPG muy ocultos, casi anecdóticos a la hora de la verdad. El jugador apenas tiene potestad para decidir cómo hacer evolucionar al protagonista, exactamente en la misma línea que los títulos de acción de principios de siglo. El título deja entrever sus taras no en los primeros compases, donde todavía se aprecia la calidad del original, sino a medida que se avanza en la aventura. La línea evolutiva es demasiado escasa, cansa rápidamente al jugador pese a que la acción es bastante adictiva.

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Adictivo, pero no tanto
A la jugabilidad sería conveniente añadirla única novedad que encontramos en el desarrollo del juego. Una vez hayamos terminado por primera la aventura toca el turno de hacer despuntar a la modalidad ‘Gladiator', donde la aventura se tercia totalmente carente de sentido más allá de repartir estopa a diestro y siniestro. El único objetivo del jugador es el de abandonar cualquier resquicio de exploración -o de puzles, que también los hay- para pasar directamente a la acción desenfrenada. Una vez más, decenas de enemigos aparecen desde el primer momento en el que tenemos contacto con el personaje principal. Para hacer frente a este contratiempo sólo necesitaremos una buena dosis de paciencia, rapidez para machacar los botones y poco más. El sensor de movimiento, al igual que la mayoría de virtudes del sistema de control de la consola, se deja de lado para centrarse en el beat ‘em up más clásico.

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Sin traumas para ninguna clase de jugadores, el objetivo última de estas misiones no es conseguir objetos ocultos, tesoros o incluso algún extra que prolongue la vida útil del título, que por supuesto carece de cualquier opción relacionada con el juego online. Sencillamente se trata de obtener la mayor puntuación posible para salir del paso, entretenernos un rato hasta la siguiente misión para luego volver a repetir el mismo mecanismo. Rygar es uno de esos títulos que por su sencillo planteamiento no requieren grandes florituras para explotarlo al cien por cien, más aun con el reducido precio al que aparece en el mercado español. Bien es cierto que siempre queda pendiente el apartado gráfico, otro de los puntos que menos han acabado por convencer de esta épica historia de venganza. Al igual que hemos comprobado en casos anteriores, este es el principal problema a la hora de hablar de una adaptación de PlayStation 2.

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El principal problema de esta adaptación, más allá de su concepto como beat ‘em up al uso en tres dimensiones que no ofrece nada nuevo al género, es la escasa calidad del motor gráfico, que en ningún momento se puede justificar por la calidad técnica de la consola donde corre o en cualquier otro factor ajeno a la conversión en sí. Lo único cierto es que Tecmo ha descuidado por completo el juego en este sentido, con animaciones toscas, pesadas, que nada tienen que ver con las grandes obras que han aparecido en Wii hasta la fecha, principalmente en concepto de demostrar que tiene mucho potencia por exprimir por encima de los títulos que han aparecido en el mercado hasta la fecha. Nadie podría decir tampoco hasta qué punto se han descuidado los parajes excesivamente poligonados, como tampoco la ausencia total de gracia con la que se realizan la mayoría de los movimientos especiales.

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Los personajes se mueven sin gracia, los entornos no lucen lo que deberían; estéticamente Rygar tiene pocos elementos que se puedan destacar más allá de la propia apariencia de la época que trata de retratar, sin profundizar en el diseño de los enemigos -clones entre sí-, como tampoco en los parajes en los que transcurre la aventura. Nada se debe esperar del juego en este sentido que no sea lo propio de una aventura de hace más de un lustro, que en aquella época pasaba con nota la prueba sin obtener tampoco un sobresaliente. A falta de un estilo artístico que se pueda considerar espectacular queda hacer un breve análisis de la parte sonora, también crucial para que el jugador se sienta en situación, un factor esencial para hacer más grande la historia.

El problema es, nuevamente, que ninguno de los elementos logra destacar, ni tan siquiera rallar el nivel mínimo que se le puede exigir a un videojuego de nueva generación. El título se ha ido devaluando con el paso del tiempo pese al evidente nivel de adicción que ofrece por su sistema de juego. La diversión es un factor que podemos dar por sentado en Rygar, ya que pese a su escasa calidad a nivel técnico sí que sabe hacer que el jugador se entretenga al frente de la televisión. No es un título especialmente largo -entre 8 o 10 horas según la pericia del jugador-, tampoco cuenta con novedades a tener en cuenta, pero sí que compensa el tiempo que pasamos tratando de terminar los ocho niveles que componen la historia. Entre las mejoras del arma principal, las inhóspitas plataformas y la estética, no se puede negar que tiene un atractivo muy marcado para determinado estilo de jugador.

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6

Correcto

No es lo último ni lo más original, tampoco cuenta con la mejor ejecución, pero puede divertir si te gusta el género. Bien, pero mejorable. Cómpralo si te gusta el género y te gusta tenerlos todos.