Resulta desolador comprobar cómo la visión de centenares de enemigos empuñando sus armas y yendo a por nosotros se ha convertido en algo tan rutinario que lo único que podemos hacer es limitarnos a suspirar y decir "bueno, allá vamos otra vez". Dynasty Warriors tiene unos 12 años de vida, de modo que su premisa inicial se ha ido deteriorando con el paso del tiempo, así que es natural que Omega Force y Koei se las ingenien para encontrar una nueva vuelta de tuerca que nos incite a retomar la franquicia.
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Empires es un subtítulo que surgió con la cuarta entrega, y desde entonces los fans siempre lo han vinculado a un cariz más estratégico que el hack and slash habitual. Dynasty Warriors 6 no podía ser menos y es por eso que, un año después de su lanzamiento, aparece su particular expansión, dispuesta a adentrarnos una vez más en el período histórico de los Tres Reinos, conocido por la mala interpretación de sus actores de voz y la reiteración de sus insípidas frases.
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El único modo principal es el de "Imperios", donde escogeremos a nuestro personaje de una extensa lista. Cada uno de ellos tiene sus propias características y su arma predilecta; una vez nos hayamos decidido sólo queda seleccionar unas de las tres profesiones del juego: mercenario, oficial o dominador. Las dos primeras son muy parecidas -incluso podremos saltar de una a otra si nos es de menester, mientras que la última presenta un estilo diferente y un poco más complejo a la hora de tomar decisiones.
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En total hay cinco escenarios a nuestra disposición, aunque todos tienen por objetivo la conquista y reunificación de la China. La única diferencia entre ellos son los cambios regionales y monárquicos, destacando la posibilidad de crear el contexto geopolítico que queramos; amén de hasta cinco niveles de dificultad que permiten el acceso tanto a los neófitos de la franquicia como aquellos que tengan el pulgar bien musculado.
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Si al final hemos acabado decantándonos por ser mercenario, podremos recorrer las diferentes regiones en busca de misiones secundarias -como ayudar a unos pueblerinos a exterminar los molestos bandidos- e hincar la rodilla cuando queramos unirnos a uno de los monarcas y convertirnos así en el acto de sus planes y visiones de futuro. Los oficiales empiezan directamente rindiendo pleitesía, pero ambos personajes pueden destruir alianzas tan rápido como las habían forjado. A su vez, durante la aventura nos toparemos con otros generales a los que podremos ayudar -o viceversa-, ganándonos así su apoyo y confianza.
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Mientras que un oficial sólo puede influenciar las decisiones del soberano en cierta medida, los jugadores que elijan esta rama no tendrán más remedio que estudiar el mapa -con unas reminiscencias al clásico Risk- y lanzar la orden oportuna. Para ello, contaremos con unas cartas que insuflarán habilidades -como el ataque, o la posibilidad de recopilar dinero- u otorgarán poderes especiales.
Soberano u oficial, crupier o jugador de cartas; a la hora de entrar en el campo de batalla no importa la profesión, pues el plato fuerte de Empires se juega igual en ambos lados: correr por un escenario simplista en busca de legiones y legiones de enemigos a los que abatir, a la espera de que su líder surja de la multitud para que le podamos vencer. Normalmente, ése será nuestro objetivo, aunque existen variantes como eliminar una determinada cantidad de contrincantes o proteger a los aldeanos durante un tiempo.
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Nuestro guerrero en cuestión tiene en su haber ataques normales y cargados, ideales cuando la muchedumbre nos rodea. Asimismo, cada arma puede forjarse y mejorarse gracias al dinero o a las gemas que vayamos recogiendo a lo largo de las misiones. En total tendremos cuatro ranuras donde "instalar" efectos dispares como lanzar una bola de fuego o hacer caer rocas. Los generales y comandantes enemigos son mucho más duros que sus esbirros, y para vencerlos contamos con el clásico ataque musou -que se va recargando a medida que derrotamos villanos-, capaz de hacer lanzar por los aires a cualquier que se atreva encararnos.
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Existen otra serie de cambios con respecto a la entrega original, como el sistema Renbu; en Dynasty Warriors 6 éste aumentaba conforme lográbamos alargar la cadena de ataques. En esta ocasión, el nivel del potencial de combo va evolucionando conforme actualizamos el arma. Un cambio interesante a tener en cuenta, pues ahora nadie deberá preocuparse de que la masa de enemigos empiece a decrecer hasta que cada vez cueste más encadenar estocadas.
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En consonancia con la filosofía de Empires, los héroes podrán salir victoriosos de las batallas si piensan estratégicamente sus próximos movimientos. Las bases están conectadas a almacenes de suministros, así que el enemigo se debilitará lentamente si nos detenemos en sus guaridas conforme le damos caza; y viceversa, ya que es muy posible que los malvados aprovechen nuestras largas ausencias para atacar algunas de nuestras fortalezas.
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No obstante, y pese a todos los esfuerzos de Omega Force por retocar los combates, éstos llegan a cansar rápidamente debido a la monotonía y a la rutina. Cierto, como suele ocurrir al principio de cada uno de estos títulos, resulta divertido cabalgar espada en ristre y rumbo hacia un horizonte infestado por una marabunta poligonal; pero al cabo de un rato ni siquiera la aparición de tigres ígneos gigantes logrará caldear el ambiente. Al final, preferiremos quedarnos junto al mapa estratégico en lugar de pasar a la historia.
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Pese a las posibilidades que ofrece la estrategia de Empires -incluso podemos llegar a casarnos-, a la larga también sufre serias deficiencias. El problema principal radica en el hecho de que su arbitrariedad nos hará extrañar las esperpénticas tramas que poblaban las anteriores entregas. Las cinco campañas por escoger no dejan de ser variaciones de una misma idea, y es muy decepcionante que nuestro soberano exclame "¡bien hecho!" a todo lo que hagamos, ya sea derrocar al líder de la facción enemiga o contemplar las musarañas.
La peculiar expansión cuenta con otros modos menores en importancia pero grandes en contenido. Para empezar, un glosario repasa la enrevesada historia de los Tres Reinos -estructurada por etapas y repleta de anexos- y el trasfondo del centenar de personajes que la conforman. Si bien es cierto que al principio leer que Jian Wei venció a Meng Huo en la batalla del 247 resulta desconcertante, a la larga -y si ponemos especial atención-, los cabos empezarán a atarse por sí solos.
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Aquellos que no estén conformes con el plantel inicial de héroes y soberanos tendrán la oportunidad de crear el suyo propio en el modo edición. Aunque las opciones no son tan numerosas como el resto de contenidos del juego, al menos se agradece vislumbrar a tu avatar mientras danza bélicamente en medio de mil rostros alarmantemente inexpresivos.
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Finalmente, cada misión -ya sea principal o secundaria- cuenta con una serie de mini-objetivos con los que podremos obtener puntos. Éstos se invierten en el apartado de extras, donde tenemos a nuestra disposición modelos alternativos, cartas, o voces de los personajes del juego. Asimismo, la puntuación aumentará si cumplimos una serie de requisitos generales, como servir a nuestro primer soberano o completar algunas de las campañas. Destacar que en un futuro próximo habrá un sinfín de contenido por descargar, incluyendo músicas de fondo y nuevos héroes.
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A primera vista, es comprensible que un juego con tantos enemigos en pantalla carezca de una presentación gráfica a la altura de otros con menos pretensiones, pero a día de hoy la condición de la saga en este aspecto es imperdonable. Los escenarios no tienen ni vida, y apenas hay diferencias entre ellos, mientras que los enemigos son tan insípidos que a veces nos despistaremos mirando la mala calidad del agua durante el fragor de la batalla. Mención especial el incesante "pop-up", ya que muchas veces nos sorprenderemos al darnos la vuelta y encontrarnos con todo un batallón. Los efectos sonoros dejan que desear, y la repetición de las mismas frases una y otra vez harán que perdamos la paciencia en más de una ocasión.
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Quizás el problema actual de Dynasty Warriors es la preferencia a la cantidad en lugar de la calidad. Demasiados personajes, demasiadas historias, demasiadas músicas... Mucha arbitrariedad y generalización en una saga que podría retomar sus tintes épicos de antaño si da por fin el salto definitivo a la presente generación de consolas y presenta una aventura que represente en condiciones la historia de los Tres Reinos. ¿O acaso China se reunificó mediante reiterativos "¡bien hecho!"?
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El cariz estratégico es interesante y logra mantenernos enganchados durante un tiempo. El glosario y los extras, útil el primero y adictivo el segundo.