Rock Band Unplugged
Música portátil
Cuando se fusiona la originalidad de DJMAX con la premisa básica de Rock Band, el resultado sólo puede ser un título desmesuradamente divertido con capacidad para interesar a cualquier clase de jugador independientemente del interés que despierte en el susodicho el ocio electrónico. Música combinando todos los instrumentos con el poder de los dedos, marcando un ritmo frenético que mantiene al jugador pegado a la pantalla de la consola durante semanas, si no meses. Desconectamos el enchufe.
Era cuestión de tiempo que el género musical se explotase en las portátiles. No seríamos justos si nos olvidásemos de algunos intentos que han tenido lugar a lo largo de estos últimos años, entre ellos el Guitar Hero de Nintendo DS que, periférico inclusive, nunca fue capaz de calar con fuerza en el mercado europeo. El caso es que no es la única propuesta que hemos tenido el placer de analizar a lo largo de estos meses; DJ MAX, esa propuesta coreana que pocos conocen en la periferia del juego más casual, también quiso dar una nueva vuelta de tuerca al concepto que Konami inauguró a manos de Beatmania hace más de una década. De ahí se pasó directamente a la clasificación Bemani' para tiempo después perder todo el protagonismo del género sin dejar ni rastro (es mejor olvidar Rock Revolution y similares), en otra muestra del poco poder del que goza en la actualidad la compañía japonesa.
Tampoco sería honrado evitar mencionar otra vertiente muy distinta a la que toca analizar en el día de hoy, esa que pasa más concretamente por un estilo rítmico cuya mecánica no busca tanto la armonía musical como la diversión a costa de seguir una melodía en el momento indicado. Hablamos de Elite Beat Agents, Frecuency/Amplitude o del más reciente Rhythm Paradise. A nadie se le ocurriría hablar de poca originalidad, tampoco de falta de ideas. Sin embargo lo cierto es que al género le ha costado arrancar en el campo de las consolas de bolsillo quizás por falta de una gran campaña de publicidad con la que se eduque al consumidor de cara a que éstos conozcan las virtudes de títulos como este Rock Band Unplugged, que a falta de periféricos al uso prefiere tomarse a sí mismo como un caso excepcional dentro de la franquicia.
Sobre el desarrollo del título en PlayStation Portable poco se puede añadir. Harmonix ya había anunciado tiempo atrás su intención de abarcar distintas ramas dentro del género. Una de ellas era inevitablemente el juego más directo, sin barreras físicas, que es el que originalmente fue concebido para el disfrute de los jugadores. No es de extrañar por lo tanto que la dinámica elegida haya sido un machacabotones al uso donde los reflejos y la agilidad visual lo son todo para lograr obtener la máxima puntuación en cada canción. Se hace además de una forma muy ortodoxa, premiando a los jugadores más experimentados en la rama sin olvidar a los que nunca se han puesto antes delante de un título de estas características.
En función de la calidad de nuestra representación se otorga un número determinado de estrellas, como también de aficionados, que a su vez desbloquean nuevas posibilidades dentro de la partida. Nuevas canciones, más conciertos, representantes cada vez más reputados que nos aseguran obtener más fans cuando es menester Hay varios factores que influyen dentro de la partida principal, pero en ningún caso se pueden considerar fundamentales para comprender la mecánica del juego. A grandes rasgos nuestro gran interés es el de desbloquear las 41 canciones que se ofrecen para el disfrute del usuario, a lo que pronto debemos añadir las que ya se han habilitado vía DLC -contenido descargable- por un precio cuanto menos irrisorio.
Subimos al escenario con todos los instrumentos liberados para nuestro uso. La realidad que se muestra en pantalla es ligeramente diferente a la que se ha descrito hasta el momento, ya que en los compases previos a la actuación debemos encontrar a un grupo de músicos que nos acompañen durante nuestra gira. Nosotros decidimos cual de los cuatro miembros -guitarra, bajo, batería y micrófono- queremos encarnar, así como las vestimentas que lucirá durante los conciertos. En los primeros compases apenas hay cancha donde elegir, apenas unos cuantos harapos con lo que difícilmente logramos llamar la atención de los aficionados que suspiran por nuestro físico. Bromas aparte, lo que es evidente es que necesitaremos tiempo para lograr esa fama que tanto ansiamos de cara a desbloquear nuevas prendas y aspectos físicos para moldear los participantes a nuestro antojo.
El sistema es básico; no hay una gran variedad de ropaje, tampoco de expresiones dentro de los participantes. Queda patente por lo descrito hasta este punto que Harmonix ha buscado la armonía dentro de la partida, pero no hacer destacar a los miembros de la banda por encima de la música que están tocando sobre el escenario. Tan pronto comenzamos a jugar podemos dar fe de este punto, momento en el que además descubrimos cuál es la mecánica de juego más allá de la posibilidad de tocar los instrumentos por los que está compuesta la melodía que vayamos a interpretar.
Es difícil librarse de determinadas composiciones que hemos escuchado hasta la saciedad. Del compendio de canciones apenas un cuarto son realmente originales, mientras que todas las demás son incorporaciones de los títulos mayores que probablemente hayamos tocado más de una centena de veces. En cualquier caso la canción que hayamos elegido se abre con el instrumento de marras que marca el ritmo de la melodía en cuestión, lo que nos ofrece algo de margen para hacernos con los controles que Harmonix ha impuesto. Siempre es posible cambiar la configuración inicial ajustando las teclas de la consola como mejor convenga a cada jugador, aunque por lo general lo más recomendable es utilizare el binomio flecha izquierda/ superior, triángulo/círculo por una simple cuestión ergonómica.
De hecho es difícil comprender el porqué de esta decisión de Harmonix cuando en simuladores similares a este se opta por aumentar la dificultad añadiendo nuevas teclas que aporten un mayor nivel de reto a la partida, muy en contra de la opción por la que se ha optado en este caso. Sea como fuere, lo cierto es que sólo debemos tocar el instrumento inicial durante un breve periodo de tiempo, ya que antes de darnos cuenta será menester pulsar los botones superiores de la consola -L o R- para cambiar de instrumento. Si comenzamos por la guitarra, situada a la derecha de la pantalla, a la izquierda pasamos por los vocales, luego por la batería para finalizar en el bajo. Los cambios son perfectamente indicados por la propia consola con un flash multicolor, momento que debemos aprovechar para comenzar a tocar el siguiente instrumento que deba sonar en ese momento.
Si tenemos complicaciones durante nuestras actuaciones siempre contamos con la posibilidad de abandonar la partida (también a algunos fans) para entrar de lleno en el modo Entrenamiento, o quizás en otra modalidad que permite tocar las canciones completamente con un instrumento a modo de prueba, lo que viene a indicar que todas las melodías se encuentran ahí, a falta de lograr una combinación perfecta entre compases. Si logramos mantener el ritmo se habilitará la opción de activar el overdrive por medio de la equis, lo que nos permite no sólo obtener mayor puntuación durante la actuación, sino también recuperar algún instrumento que hayamos perdido por el camino al perder el ritmo durante nuestra composición.
Cada vez que cambiamos de fila se amplían los puntos, aumentando por ende también el combo en cuestión que hemos realizado hasta ese momento. No podemos olvidar las habituales secciones para poner en práctica los solos, de absolutamente todos los instrumentos, donde no tendremos que preocuparnos por los fallos, tan sólo por tratar de tocar todas las piezas en el momento correspondiente para obtener otro plus de puntuación con el que adornar nuestra racha final. El sistema es bastante complejo si comenzamos desde la mayor dificultad -incluso para expertos-, aunque de nuevo repetimos que es cuestión de práctica conocer los fundamentos y comenzar a explotar todo lo que realmente es capaz de ofrecer este UMD, que es mucho.
Tanto como queramos que sea, valga la redundancia. A las 41 canciones de las que disponemos en primera instancia -nos cansaremos de tocar una y otra vez las mismas canciones por exigencias del guión- podemos ir sumando las que aparezcan con el paso del tiempo, con alguna que otra a disponible desde el store de la consola. Esta es la vía que ha elegido Harmonix para garantizar la vida útil del título, que a todas luces se agota a los pocos días de comenzar a jugar. Todo depende del uso que le queramos dar, aunque por regla general es ideal para disputar unas partidas en el metro de camino al trabajo o en cualquier hueco libre que nos permite encender la consola, tocar una canción y volver a apagarla de nuevo sin mayores complicaciones.
Por último hay que volver a insistir por fuerza mayor en la ausencia de temas nuevos que no se hayan incluido en anteriores ediciones de la franquicia, con apenas una docena de melodías que sorprenden por su originalidad. El contenido descargable parece estar destinado a convertirse en uno de los salvadores de esta faceta, pero ni muchísimo se justifica el tener que pagar más dinero para poder disfrutar de nuevas canciones. En cuanto al nivel de dificultad, cualquier experto en DJMAX verá en este Rock Band un reto menor a superar, ya que con algo de práctica no debería suponer un reto para los usuarios mínimamente acostumbrados a disfrutar de las virtudes portátiles de PlayStation Portable. El principal problema de este aspecto es la excesiva presencia de notas triples que aparecen sin ton ni son durante las canciones más complejas.
Muy Bueno
Juego de notable acabado que disfrutaremos y recordaremos. Una buena compra, muy recomendable para amantes del género. Está bien cuidado a todos los niveles. Cómpralo.