Muramasa: The Demon Blade
La última obra de Vanillaware, creadores de Odin Sphere, nos lleva directamente a la época Genroku, pasado de la historia japonesa que se recuerda con gran énfasis por su valor tradicional. Una apuesta exclusiva de Wii que destaca por su enorme personalidad y calidad artística, apoyándose en un sólido argumento que nos pone en la piel de dos personajes tan opuestos como predestinados a conocerse.
La última obra de Vanillaware, creadores de Odin Sphere, nos lleva directamente a la época Genroku, pasado de la historia japonesa que se recuerda con gran énfasis por su valor tradicional. Una apuesta exclusiva de Wii que destaca por su enorme personalidad y calidad artística, apoyándose en un sólido argumento que nos pone en la piel de dos personajes tan opuestos como predestinados a conocerse.
La historia de Muramasa Sengo se remonta varios siglos varios siglos atrás en el tiempo, en plena época del shogunato Tokugawa. Lapso histórico posterior a una de las épocas doradas de la larga tradición japonesa, este creador de katanas cuenta con la dudosa reputación de ser un sanguinario personaje cuyo pasado está escondido entre la densa niebla de las habladurías, rumores y cuentos fantásticos que tanto éxito obtuvieron en la literatura del país del sol naciente a manos de los grandes escritores del país. Cuenta la leyenda que todo aquel que empuñaba una espada creada a manos de este artesano se veía envuelto en una extraña sed de sangre, hasta el punto de necesitar empaparse en las vísceras de algún ser humano o animal antes de guardarla en su delicada envoltura.
El popular y también legendario forjado Musamune es el lado contrario de la fantasía japonesa; un noble caballero que pasaría a formar parte de la tradición estatal tras varias décadas al servicio de la nobleza y del Emperador. Recurso de cientos de relatos, adaptaciones cinematográficas e incluso videojuegos inspirados en la época, Muramasa se ha convertido en una figura que representa la parte vil del ser humano, la más sanguinolenta, brutal y horrorosa de los samuráis. La exitosa película de Quentin Tarantino, Kill Bill -por citar la primera que acude a la memoria-, ya hizo ademán de introducir esta vertiente fantástica de la historia japonesa. Esa eterna búsqueda de un filo' capaz de rebanar cabezas a destajo, forjada con un material procedente del averno que con su sola presencia aterrorizaba a los enemigos de las tropas enemigas.
No es de extrañar que un estudio como Vanillaware, creadores de Odin Sphere y GrimGrimoire, se haya interesado por este hilo argumental, bautizando su última obra en honor de la mitología japonesa, tal y como sucedió en su día con su particular visión y entendimiento de las deidades nórdicas en uno de los últimos RPGs que vieron la luz en la moribunda PlayStation 2. Los aficionados del género han sabido reconocer el trabajo de la compañía en todos los niveles, destacando el artístico, gracias en parte a la recuperación de los entornos en dos dimensiones que tanto aprecian los retro aficionados de los videojuegos. De forma exclusiva en Wii y tras obtener una valoración positiva por parte del magazine más importante de la escena japonesa (Famitsu, 34/40), Muramasa: The Demon Blade (Oboro Muramasa Youtouden en su país natal) aterriza en tierras niponas precedido por una enorme expectación que le sitúa como uno de los títulos más importantes de la temporada.
Las dudas de los aficionados se trasladan a la copia de importación que recibíamos en la redacción a poco de ver la luz en su país de origen, especialmente tras la tediosa introducción que explica paso por paso todos los movimientos esenciales que el jugador debe tener en cuenta antes de ponerse manos a la obra. Dar por hecho que estamos ante un sistema de juego tradicional es una dicotomía que difícilmente podemos negar, ya que los primeros compases nos invitan a machacar los botones del wiimote sin pausa hasta descubrir, exactamente igual que en Odin Sphere, que a lo largo de más de 30 escenarios nos aguardan retos desquiciantes que exigen un total dominio de las múltiples habilidades de los protagonistas de esta enternecedora historia.
Es decisión del jugador elegir comenzar con Kisuke o Momohime. Obvia decir que en función de nuestra selección varía drásticamente el escenario en el que comienza la aventura, aunque en cualquiera de los dos casos se abre ante nosotros un frondoso bosque en el que nos asalta rápidamente un grupo de ninjas. Decíamos anteriormente que el tutorial, pese a lo tedioso del mismo, resulta indispensable para dominar todas las artes de sendos personajes, que disponen de un variado elenco de movimientos. La acción no sólo se limita a repartir espadazos a diestro y siniestro; hemos de calcular correctamente el timing para poner en práctica la habilidad especial de cada una de las tres espadas que puede portar el protagonista de turno.
La Muramasa se divide en dos estilos de combate: Tachi, de golpes rápidos, ágiles aunque poco mortíferas, y Odachi, el opuesto contrario con tajos lentos pero realmente eficaces. Según avanzamos y tras eliminar a los enemigos que salen a nuestro paso obtenemos puntos para forjar nuevas espadas que podremos emplear a posteriori, en presencia del gran Muramasa -otra referencia del corte diabólico de este personaje, rodeado por un escenario que metafóricamente viene a representan el inframundo-. A lo largo de la aventura disponemos de un total de 108 armas distintas, cada una con su habilidad especial (ataques giratorios, verticales, en espiral, etcétera). La velocidad a la que transcurren los combates deja bien patente la necesidad imperiosa de portar una selección adecuada de armamento.
El idioma es un importante hándicap para sentirnos partícipes en la historia, no vale con saber lo esencial del japonés para dominar a la perfección el menú o la tabla por la que viajamos a medida que desbloqueamos nuevas habilidades, filos y demás accesorios. Sendos personajes manejan también objetos secundarios con los que recuperar vitalidad o gozar de atributos potenciados durante un breve espacio de tiempo, indispensables sin duda en los combates frente a los enemigos de mayor envergadura. Si esta faceta era una de las características más personales de Odin Sphere, podemos estar seguros de que Muramasa: The Demon Blade también los incorpora, aunque en los primeros encuentros hemos podido corroborar un mayor balance entre la IA enemiga y las posibilidades de nuestro protagonista.
Asimismo tenemos acceso a pequeñas casas tradicionales donde eventualmente encontramos tesoros, paisanos que amplían la información sobre el lugar en el que nos hallamos, barcos, toda clase de estructuras de la época que hablan elocuentemente sobre el esmero que se ha puesto en práctica para que el jugador pueda aprender al mismo tiempo que juega. Recuerda por momentos la tendencia de Okami de no limitarse única y exclusivamente a mostrar escenarios, sino a involucrar al jugador con el mundo que les rodea mientras están disfrutando de la aventura.
Del mismo modo los personajes muestran un cuidado desquiciante. A cada figura que secunda los protagonistas le sigue una pila de expresiones, movimientos específicos y por supuesto una labor en el doblaje que a tenor del buen número de horas que hemos disfrutado del título se destaca como uno de los puntos que más se han tenido en cuenta en las labores de producción. Muchos pueden hablar de una excesiva fijación en el aspecto artístico (de hecho, es uno de los puntos más criticados de Odin Sphere en contraposición a la jugabilidad, que para muchos era limitada y poco acertada dadas las características del videojuego), incluso de que se trata de vender el producto por la fachada y no por el interior del mismo. Lo cierto es que Vanillaware parece haber tenido estos detalles en cuenta dada la increíble variedad de elementos que hacen acto de aparición en pantalla durante la aventura.
El sensor de movimientos no se echa de menos, no hay acciones que realmente requieran su uso, y menos aún si tenemos en cuenta la estética y propuesta del juego que tenemos ante nosotros en el día de hoy. Si bien es cierto que Muramasa no es una aventura que precisamente destaque por la variedad de acciones que se pueden realizar durante la partida (no hay que olvidar que la tendencia aquí está claramente enfocada hacia la acción y menos hacia el rol, muy al contrario que en su antecesor), sí que se disfruta por la puesta en escena, el nivel de reto que supone derrotar a determinados adversarios para obtener una puntuación cada vez más alta, etcétera.
El trabajo de Vanillaware vuelve a dejar en evidencia el estado actual del género. Pocas son las compañías que apuestan por innovar o por ofrecer propuestas que merezcan la atención del consumidor. Lo cierto es que sentados frente a uno de los productos más esperados por los jugadores, poco menos podemos hacer que dar la enhorabuena a la compañía por el trabajo que se ha realizado tanto a nivel estético como jugable. No obstante queda pendiente hacer énfasis en la historia -muy a nuestro pesar, el nivel no alcanza para comprender plenamente los diálogos o la historia en su totalidad-, aunque las primeras críticas que llegan desde Japón apuntan precisamente a que el argumento se encuentra por debajo de las expectativas por cierta falta de personalidad.
Por suerte hablamos de un título que pese a no tener fecha de lanzamiento confirmada en Europa -se espera para principios del próximo año-, según los rumores podría ver la luz en Estados Unidos a mediados de verano. El caso es que por el momento sólo cabe disfrutar de la versión japonesa hasta próximo aviso mientras seguimos corroborando el buen estado de salud de una de las compañías que por méritos propios más fuerza han cobrado en los últimos años. Con algo de suerte volveremos a hablar de este título en cuestión de meses, siempre y cuando las ventas acompañen. Teniendo en cuenta el éxito de Odin Sphere, parece que de un modo u otro Muramasa tiene asegurado el pasaporte hacia occidente.
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