Cinco años han pasado ya desde que Nippon Ichi Software lanzase en PlayStation 2 el juego que les daría fama, reconocimiento y fortuna. Este pequeño estudio japonés, que hizo sus pinitos ya en PlayStation con títulos como Rhapsody: A Musical Adventure, alcanzó un estatus más elevado cuando la aventura de Laharl llegó a las tiendas niponas. Tras una calurosa acogida, apenas seis meses más tarde Atlus lo llevó a Estados Unidos bajo el título 'Disgaea: Hour of Darkness' (del original japonés Makai Senki Disugaia), donde volvió a repetir éxito tanto de usuarios como de crítica. No fue uno de los juegos más vendidos del año, pero su calidad le hizo valedor de bastantes reconocimientos.
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Y en una maniobra arriesgada, pero apreciable, Koei lo trajo a España en marzo del año siguiente, sólo 14 meses después de su salida original en Japón, un hito considerando la poca suerte que suelen correr este tipo de productos 'puramente nipones'. Cómo no, causó furor, convirtiéndose en un auténtico objeto de culto. Este éxito hizo que la compañía comenzase a exportar más juegos a occidente, como pudieron ser La Pucelle, Phantom Brave o Makai Kingdom. Pero la sombra de Disgaea era alargada, y su esencia sólo pudo continuar -aunque de forma cada vez más debilitada- en los posteriores Disgaea 2 (PS2) y Disgaea 3 (PS3). Hour of Darkness se mantiene, pese a todo, imbatible. Y Nippon Ichi, sabiendo que se trata de su juego más reconocido, no ha dudado de sacar partido de su tirón para lanzar ports del mismo, primero en PSP y ahora en Nintendo DS, por no mencionar un divertidísimo y notable spin-off para la portátil de Sony protagonizado por los Prinny, pingüinos explosivos que se han ganado a pulso ser la mascota de la compañía. Respecto a la versión DS, por fin nos llega a las tiendas tras diez meses de espera. Un tiempo prudencial que, sin embargo, no ha servido para que se haya optado por la traducción del juego al castellano, llegándonos -como pasó en PS2 y PSP- en completo inglés.
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Pero más allá de esto, seguimos encontrando un producto que no ha perdido un ápice de frescura desde su lanzamiento en la consola doméstica de Sony, un SRPG tan completo como profundo y que encuentra en el guión la que probablemente sea su mayor virtud. Para resumirlo rápidamente, Disgaea presenta una historia que podría considerarse una parodia completa y absoluta del submundo del manga/anime y la cultura japonesa en general, camuflada bajo unos personajes concretos y una ambientación a medio camino entre el anime más alocado y la mente más retorcida imaginable. No es que encontramos nada desagradable, al contrario, todo está satirizado al máximo para que la barrera de la alusión se disipe completamente, dando paso a la parodia más inteligente e hiriente que se ha visto en los últimos años. La simple introducción da para dejar claro el sentido del humor (negrísimo) del juego: Una joven llega a una habitación en la que duerme un muchacho. No es capaz de despertarle, así que lo intenta con varias armas. En ese momento, él despierta. Se trata de Laharl, el hijo del rey Krichevskoy, dirigente del inframundo, y ella es Etna, su vasalla, que le ha despertado para informarle de que su padre murió
hace dos años, al parecer atragantado por una galleta. Laharl, sin poder salir de su asombro (pues se ha pegado una pequeña siesta de dos años, nada menos), descubre que una oleada de demonios intenta quitarle el trono que le pertenece por derecho.
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Con esta absurda premisa, y aconsejado por sus numerosos esclavos, Laharl y Etna parten en un viaje para acabar con todos los que amenazan su puesto como monarca del Inframundo. Por el camino se encontrarán con un cómico y afeminado villano que Laharl bautizará como Mid-Boss, una angelical rubia, asesina de profesión. llamada Floone, un cerdo que nada en la abundancia, pingüinos explosivos que atacan con espadas duales, una parodia del héroe de mandíbula cuadrada del cómic americano e incluso una suerte de clones de los Power Rangers, los Prism Rangers, que buscan desesperadamente amigos y reconocimiento. Esta es sólo una pequeña, muy ligera, parte de la galería de personajes que atesora el que es, sin lugar a dudas, uno de los juegos más divertidos de los últimos años.
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Jugabilidad Si a nivel de situaciones Disgaea es espectacular, no va a menos en lo referente al apartado jugable. Tomando como base el sistema de los RPG tácticos, es decir, que movemos a través de una cuadrícula a los personajes en lugar de en tiempo real o por turnos, esta simple premisa es expandida hasta el infinito de una forma que rara vez se ha visto en el género. Sólo podríamos encontrar un referente al nivel de éste en Nintendo DS, Final Fantasy Tactics A2 que, a pesar de ser un cartucho excelente, quizá no podría asegurarse al 100% que sea más profundo u ofrezca más posibilidades. La gran baza de Disgaea era, y sigue siendo en esta conversión a DS, el ofrecer al jugador expandir su forma de jugar hasta donde él prefiera. No encontramos un innovador sistema de desarrollo o avance por mapeados, ni nada similar. Es más, sucede todo lo contrario: movemos a Laharl por las habitaciones de su castillo y seleccionamos las localizaciones directamente a través de un menú. No hay grandes caminatas por praderas, ni tampoco combates aleatorios de esos que tanto abundan en los RPG. Menú puro y duro a la hora de seleccionar los destino.
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Es a la hora de afrontar las misiones secundarias y/o optativas donde hayamos el primer acierto -de muchos- del título de Nippon Ichi Software. Antes de hablar de esto, habría que aclarar que pese a todo, obviamente las misiones principales son las que otorgan una línea argumental al título y que sólo a través de ellas podremos desbloquear a los personajes más importantes. Es más, se ha recuperado del título original la inclusión de varios finales en base a nuestra actuación en el juego, algo que aumenta y mucho la rejugabilidad de un título que, en suma, se antoja prácticamente eterno. Por poner un ejemplo, en Disgaea los personajes pueden llegar hasta el nivel 9999, algo que por supuesto se extiende a los enemigos. Así mismo, la historia principal es sólo una de las muchas cosas que podemos hacer, por que en el juego no sólo obtienen experiencia los personajes, sino también las armas y las habilidades, aumentando así su potencia. Y por ejemplo, una 'Espada' no es igual en todos los casos, sino que una variedad de la misma arma puede comprarse en la tienda, teniendo una más fuerza, otra más velocidad, etcétera. Esto, que se traduciría en nimiedades si fuera el mayor atractivo del juego, se convierte en un elemento primordial en el que forma parte de un todo repleto de detalles.
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De hecho, potenciar las armas obteniendo experiencia no es lo unico que podemos hacer con ellas, sino que a través de un NPC podemos entrar al 'Item World', un mundo generado aleatoriamente en base al objeto utilizado como base. Los enemigos que encontraremos y su nivel estarán representados en base a la potencia del arma y sus atributos. Si llegamos al final del mundo', obtendremos una mejora que hará el objeto mucho más poderoso. Imaginad la cantidad de objetos que existen y las posibilidades que abre esta única posibilidad, generando mazmorras aleatorias continuamente. Sólo aquí, podemos tirarnos horas y horas para obtener mejor equipamiento. A esto habría que sumarle otras misiones secundarias. Por ejemplo, y siguiendo el tono irreverente de la trama, Laharl puede intentar obtener bonos para la tienda, recortes de dinero o nuevo equipo en la armería, sometiendo sus peticiones a la Dark Assembly, un grupo de demonios corruptos a los que podemos intentar sobornar dándoles objetos antes de que empiece la sesión. En caso de que no acepten, podemos intentar presionarles a la fuerza, entrando a un combate. Obtener o no los diferentes objetivos es sólo uno de los elementos de esta opción. Por ejemplo, en base a realizar exámenes, podemos ir obteniendo puntos de maná con la intención de intercambiarlos para crear a nuestros esclavos'.
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Mediante un sistema de creación de unidades bastante sencillo, podemos forjar un imperio de vasallos que seguirán nuestras órdenes y nos acompañarán al campo de batalla, eligiendo entre un montón de razas y profesiones, que van desde arqueros hasta luchadores a manos desnudas e incluso los enemigos que vamos derrotando en el modo historia. En base a la cantidad de maná que tengamos, podemos darles unos atributos u otros con las bonificaciones disponible,s y cada personaje podrá llegar un arma diferente, teniendo más destreza con una u otra. Obviamente, un arquero con una espada no será demasiado hábil, por lo que ponerle un arco o una pistola será la mejor opción. Por si todo esto fuese poco, la cosa va a más con la inclusión de algunos extras que ya había en la versión para PSP, no así en la de PS2. Por ejemplo se ha incluido el 'Modo Etna', que nos permite jugar al juego con ella como personaje principal, un reto a la altura de los que busquen verdaderos desafíos. Y esto es sólo un pequeño elemento más de un juego que es rejugable hasta decir basta. Sobra decir además que, dado que el juego tiene un total de diez finales (dos con Etna, ocho con Laharl), al acabar la aventura podremos coninuar la partida con todos los personajes y al nivel obtenido, pero jugando desde el principio.
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Combates Ya centrándonos en los combates, Disgaea recoge la semilla de los juegos de rol y estrategia y la siembra de forma magistral, dando como resultado un cóctel de influencias donde el principal ingrediente es el añadido de los geopaneles, unos objetos que aparecen en el escenario y que otorgan varias propiedades a la cuadrícula de movimientos. Por ejemplo, un geopanel azul puede otorgar más defensa a los personajes que estén sobre la cuadrícula azul, o uno rojo, más ataque. Hay otros que sirven para clonar al personaje, o para teletransportarlo. Por supuesto, estos modificadores pueden utilizarse a voluntad para sacar provecho de ellos. Una opción es destrozar los que dan prioridades positivas a los enemigos: si un grupo de monstruos está sobre un terreno que le otorga más defensa, acabar con el geopanel puede ser la mejor opción para, de un plumazo, eliminar esa propiedad y así mismo realizar un combo y obtener una bonificación; y es que si acabamos con uno de estos potenciadores, haremos un daño a todos los enemigos -o compañeros- que estén sobre esa cuadrícula. Y si de la misma forma había otro geopanel en el área, iremos enlazándolos hasta realizar un combo que se resume, a posteriori, en objetos extra al acabar la misión.
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El movimiento por la pantalla es, como se ha dicho, por cuadrículas. Los personajes pueden por otro lado realizar las acciones básicas del género, que van desde ataques especiales hasta usar objetos para curarse, moverse, etcétera. La novedad -en lo que respeta al género- la suponen dos comandos, Lift y Throw, coger y lanzar respectivamente, que nos permiten -como su nombre indica- sujetar a un personaje para posteriormente lanzarlo lejos, haciendo así que avance movimientos sin gastar su turno. Esto se potencia con la creación de las torres, grupos de enemigos uno subido a otro y que, por ejemplo, nos sirven para llevar a un personaje de un extremo a otro en el primer turno. Otro elemento interesante es la posibilidad de realizar ataques conjuntos con otros compañeros, simplemente situándolos en torno al que queremos que realice el ataque. Es decir, que si ponemos a Laharl en el medio de Etna, Floone y otro personaje, éstos pasarán a realizar un ataque conjunto bastante poderoso, sin perder su turno también, a excepción, por supuesto, de Laharl. Lo que quizá suena un poco complejo sobre el papel, se hace algo especialmente llevadero en la práctica. Todo esto es sólo una pequeña muestra de lo que esconde el sistema de combate de Disgaea, que para esta versión DS no sacrifica ni un ápice de la profundidad de la que hacía gala en PS2 y posteriormente en PSP.
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