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Disgaea 3: Absence of Justice

Disgaea 3: Absence of Justice

Ain't no Justice, dood

El buen humor negro, ácido y corrosivo de Disgaea no ha perdido ni una pizca de su diversión ni de absurdez, sólo que esta vez aparece en el mercado cinco años después de sus predecesores haciendo gala de unas visuales que piden a gritos una renovación. Tiros, gritos, insultos y un nulo sentido del ridículo son las premisas que nos dan la bienvenida en Absence of Justice, la quintaesencia del SRPG según la íntima y preciosista forma de entender el mundo de Nippon Ichi.

¿Quién no recuerda el carismático humor de Laharl, las astucias de Etna o el carácter absurdo y vacilón de los prinnies, esos pingüinos con pata de palo que han acabado por protagonizar un juego en PSP? Nippon Ichi es una compañía prominente a la hora de sacar lo mejor de su propia imaginación, todo a raíz del éxito que el primer Disgaea obtuvo en su momento en PlayStation 2, siendo reconocido como uno de los mejores SRPGs del mercado -y de la historia- por su divertido argumento e irreverente jugabilidad. Bajo la capa estereotipada de su apariencia anime se esconde uno de los sistemas de juego más elaborados y cuidados de los últimos años, prácticamente infinito si lo que el jugador desea es exprimir todo el jugo y obtener todos los objetos, tesoros y vicisitudes que suelen hacer acto de presencia en cualquier SRPG que se precie.

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Y eso que Nippon Ichi tenía grandes rivales ante sí, muchos -quizás demasiados- ejemplos en los que basarse, una preocupación que resultó en la elaboración de una trama que en su día sorprendió a propios y extraños ya que le daba la vuelta a las concepciones del género desde el primer minuto hasta el último. Sí, Disgaea no sería lo mismo sin sus chistes ofensivos, sin conversaciones insustanciales y sin sus personajes estrambóticos, que en la mayoría de los casos parecen sacados más de un circo que de la imaginación de un guionista. Lo cierto es que con el paso del tiempo la serie ha cobrado prestigio, convirtiéndose en un producto de culto ideal para los aficionados al subgénero de los Strategic RPG, tan de molda en la actualidad gracias al auge del género en sobremesa, compatibles y portátiles, de la mano de una Square Enix que ya no sabe qué hacer para sorprender a su tan querido y estimado público.

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Nippon Ichi y Disgaea representan todo lo contrario de las fantasías grandilocuentes de compañías que basan el argumento de sus producciones en salvar el mundo, el objetivo principal del 99,9 por ciento de los JRPGs. Es normal que con esta premisa sorprenda el hecho de controlar a un pequeño demonio que un día cualquier se cansa de su aburrida vida en el Inframundo para decidir embarcarse en una épica aventura en la que busca con todas sus energías el convertirse en un Héroe capacitado para echar a su padre del trono. La historia de Disgaea 3 recuerda a grandes rasgos a la de Laharl y compañía, no en vano el fin de la partida es el de irrumpir reino por reino clamando un trono que nos pertenece, pero ya tendremos tiempo a continuación de comprobar en qué se asemeja esta tercera entrega a sus antecesores.

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Paso a paso
Por el momento centraremos nuestra atención en la jugabilidad, plano que ha de primar por encima de cualquier otro y que en Disgaea siempre se ha presentado como el plato principal de la degustación jugable. La jugabilidad es lo que ha convertido esta serie en un referente del género, más allá de su divertido argumento o de cualquier otro elemento que se pueda destacar del juego.  Absence of Justice retoma los puntos más característicos de la franquicia al tiempo que incorpora varios detalles que contribuyen a mejorar las posibilidades estratégicas de cada combate. No obstante, antes de hacer énfasis en este punto hay que conocer la mecánica, que vuelve por los derroteros habituales al situarnos en un cuartel general desde el que transcurre el argumento. El jugador elige la misión que más se ajusta a sus necesidades, prepara su equipo y desde ahí se lanza a tratar de dar lo mejor de sí mismo.

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Claro que una mecánica tan sencilla no tendría sentido sin un amplio elenco de posibilidades a tener en cuenta durante la partida. La Academia Maligna del Inframundo - Netherworld Evil Academy- es el lugar en el que se reúnen los estudiantes que aspiran a hacer el mal, un contrasentido que, de una forma muy metafórica, ofrece un sentido al argumento completamente distinto al habitual, sin dejar de contar con la esencia habitual de Disgaea. De este modo volvemos a encontrarnos con la sala de Pleno -desde donde se toman las decisiones cruciales que queremos incorporar a los combates-, con la posibilidad de aumentar el nivel de nuestro armamento y el de los objetos que tenemos a nuestra disposición, etcétera. La tónica, como resulta evidente, no ha cambiado en absoluto y se mantiene en la línea a la que acostumbra Nippon Ichi.

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La Academia es un fiel calco del Inframundo de Laharl. No en el plano gráfico, obviamente, sino en cuanto a la sensación que transmite andar por las estancias en las que supuestamente se imparten clases malignas sobre cómo dominar el mundo y hacer el mal. Desde allí tenemos acceso a todos los elementos trascendentales para obtener el éxito en los combates: tienda de armas, armaduras, objetos, el senado -desde donde también podemos reclutar a nuevos miembros o proponer la fundación de clubes formados por distintos miembros-, como también un novedoso y original asesor de malicia o ‘Evility', que abonando una moderada cantidad de dinero enseña al jugador nuevos ataques especiales según las habilidades del personaje, técnicas especiales y demás menesteres que en resumidas cuentas aportan a la partida más posibilidades de personalización.

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Las posibilidades de la Academia son prácticamente ilimitadas, con cientos de combinaciones posibles a la hora de equipar a los personajes, de comprar accesorios, y por supuesto el factor crucial de poder aumentar de nivel todos los objetos que tenemos a nuestro alcance. Es posible crear un personaje, centrarnos únicamente en su evolución y tratar de que alcance el nivel 9.999, una odisea tan larga como tediosa que se ve recompensada a la larga, en las misiones adicionales que se desbloquean cuando finalizamos la aventura en su totalidad. Son opciones que a la larga conforman la vida útil real del juego, que vienen a garantizar a los aficionados -y a cualquier seguidor de la serie-, más de 100 horas de partida, entre posibles combinaciones, aumento de experiencia, por no hablar de un argumento que por sí solo premia al jugador con conversaciones que se alargan con el fin de crear una trama sólida, ridículamente absurda y adictiva, pese a que el paso del tiempo anula cualquier factor sorpresa.

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Combate por zonas
El siguiente paso en estos momentos es el de pasar directamente a la acción. Al seleccionar una misión atendemos a una introducción en la que se narra a grandes rasgos una situación específica en la que el jugador debe lidiar, siempre con el objetivo de obtener la victoria. Al comienzo de cada escenario se otorga un objetivo, que paulatinamente exige más rendimiento al jugador en base a ofrecer mayor cantidad de monstruos, escenarios con diferencias orográficas, y por supuesto los GeoPaneles que en esta ocasión evolucionan por medio de los GeoBloques. Una vez más, Nippon Ichi añade un elemento pensado para ampliar las posibilidades estratégicas de cada nivel, otorgando un papel fundamental a estos objetos que aparecen al hacer y que nos amargan la existencia hasta que conseguimos deshacernos de ellos, bien sea por un ataque masivo en grupo o por medio de cualquier otra artimaña que se nos ocurra.

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Las posibilidades en combate han incrementado. Los escenarios son más amplios, lo que nos permite planificar mejor las batallas, aumentando significativamente el número de monstruos y compañeros bajo nuestras órdenes. La cámara ofrece un plano isométrico con la clásica cuadrícula por la que debemos avanzar respetando el turno aliado y el rival, con una rica variedad de mezclas posibles para derrotar al enemigo. El jugador no se verá obligado a emplear siempre la misma estrategia, por lo que en este sentido contamos un interesante número de posibilidades para efectuar combates combinados entre varios personajes. Se ha ampliado el número de ataques a realizar cuando formamos una torre (con devastadores efectos mágicos), destacando el papel que cumplen los monstruos aliados a la hora de concedernos nuevos ataques en el combate.

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Una de las novedades específicas de esta edición es el ‘Magichange' o cambio mágico por el cual combinamos el ataque de un personaje con un monstruo -o en su defecto un acompañante que se transforma de la clase bestia y se convierte en arma- con el fin de efectuar una potente habilidad que generalmente extermina al enemigo rival sin más dilación. Es un añadido nimio en comparación al de los GeoBloques -al menos en cuanto a la utilización que se le da por defecto en el juego-, pero al igual que el resto de novedades su principal cometido es el de aportar nuevas vías para obtener la victoria en el combate. Podemos alargar los combates tanto como deseemos, efectuar mil y una tácticas para obtener nuestro cometido. Es en esencia el mismo sabor de anteriores Disgaea al que se le han añadido nuevas especies que modifican el aroma, y que a la hora de la verdad contribuyen en mejorar la experiencia resultante de una batalla que se extiende, siempre en armonía con el argumento.

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A Mao le consume su obsesión por el manga y por el anime, que en los últimos tiempos se ha centrado en la personalidad del superhéroe Aurum, que en su día viajó de un reino a otro del Inframundo eliminando a sus señores para desaparecer bajo extrañas circunstancias sin dejar rastro, tal y como se aduce textualmente en la introducción. Mao acaba convencido de que él también ha de convertirse en un héroe, ya que es la única forma de devolver a su padre la jugarreta que le causó al muchacho tras tropezar accidentalmente con su SlayStation, con la posterior pérdida de cientos de miles de horas de partidas guardadas.  El problema es que una de sus compañeras de clase, una señorita que guarda un tremendo parecido tanto físico como psicológico con Etna, Raspberyl, decide que el plan de Mao de convertirse en héroe pone en peligro todo lo que la muchacha ha conseguido hasta la fecha, ni más ni menos que convertirse en delincuente número uno de la academia (por ser la que más acude a clase, más estudia, etcétera).

Mao no tarda en obtener el título de héroe tras derrotar a un insulso niño pelota llamado Almaz, un hecho que nota al héroe de turno más cerca que nunca de que se cumplen sus maléficos y ciertamente estúpidos planes. El argumento de Disgaea 3 se pone al servicio de los aficionados abriendo las puertas a que nuevos jugadores se introduzcan en el ácido sentido del humor del que hace gala el juego, aunque trasmite una sensación un tanto agridulce por esa sensación persistente de que básicamente no deja de ser una trama simpática pero poco original, que copia -en apariencia- el estilo de la aventura de Laharl. Por este motivo es necesario avanzar en la historia hasta que los sucesos giren inesperadamente, momento en el que comienza a tornarse interesante todo cuanto sucede en pantalla, más allá de plano limitadamente humorístico. Además para los nostálgicos es interesante anotar que de cuando en cuando hace acto de aparición alguna que otra cara conocida, ninguna sorpresa que no se pueda encontrar en wikipedia o en cualquier comunidad de aficionados.

Una técnica resultista pero desfasada
Conocemos la jugabilidad, el gracioso argumento, pero parece que el aspecto técnico se ha dejado en un segundo plano a sabiendas de que Disgaea nunca ha sido una franquicia que pueda presumir de gozar de unas visuales que quiten el hipo, pese a quien pese. Hasta el momento nunca se ha valorado el poco énfasis de Nippon Ichi por modificar alguno de sus producciones en este sentido, ya que el apartado técnico de sus últimos títulos (entre los que se incluye este Absence of Justice) apenas ha variado con respecto al estilo desenfadado que sorprendió al público con La Pucelle, un videojuego que ha sido injustamente olvidado en predisposición del enorme éxito de esta serie. En cualquier caso, las imágenes que os ofrecemos anexas al texto hablan por sí solas; Disgaea 3 emplea una vez fondos en 2D con sprites para representar personajes inanimados, totalmente hieres, que sólo cobran vida durante las conversaciones.

E igualmente, durante las mismas sólo presenciamos el habitual desfile de artes conceptuales que muy de vez en cuando cambian de expresión, limitándose a aparecer y a abandonar la pantalla según exigencias del guión. El juego abre con una impresionante introducción anime, perfectamente elaborada, para pasar a una interfaz muy bien elaborada, con su correspondiente despliegue artístico. Todo funciona como es de esperar hasta que pasamos al motor gráfico, con deficiencias en los escenarios más largos (ralentizaciones, problemas en el framerate sencillamente inexplicables teniendo en cuenta el potencial de PlayStation 3), personajes poco definidos y pixelados que contrastan horriblemente con los coloridos fondos tanto de la Academia como de los terrenos de combate.

Hay una variedad considerable de escenarios, aunque todos están exactamente igual de vacíos, con algunas cajas y objetos a emplear durante los combates, pero poco más. Si eliminamos los puntos fuertes de este apartado -la introducción, los menús-, este Absence of Justice refleja un aspecto más propio de un título de PlayStation 2 que de la actual generación, un hándicap ‘gracioso' de las ediciones anteriores que en este caso es imperdonable, incluso a sabiendas de que con una mejor estructura gráfica no se conseguiría lograr un juego más divertido o solvente de lo que resulta ser Disgaea 3. Es cierto que no es un requisito fundamental para que un título de estas características pueda destacar, pero es que la calidad roza un nivel tan mediocre, con fallos incoherentes, que estropean el aspecto general que luce el juego.

Es todo lo contrario que con el sonido, con un espectacular doblaje (que difícilmente se igualaría en el caso de estar en castellano), con la posibilidad de elegir las voces originales en japonés, aunque la ocasión no lo exige por fuerza mayor. El sonido contribuye en todo momento a mejorar la ambientación, con un número destacable de melodías que en cualquier caso se ven influenciadas nuevamente por el estupendo trabajo de localización realizado por Nippon Ichi, otro ejemplo de la importancia que tiene el argumento en este caso. Si Disgaea no cambia con el paso del tiempo y se limita a incluir añadidos puntuales para mejorar cada nueva edición que aparece en el mercado es lógico que, cinco años más tarde, se dé una situación como esta en la que consideramos injustificable el aspecto que luce el juego. Al menos queda como consuelo el uso del contenido descargable -con nuevos personajes, escenarios, objetos- para ofrecer más variedad e impedir que se cierre el ciclo del título.

7

Bueno

Cumple con las expectativas de lo que es un buen juego, tiene calidad y no presenta fallos graves, aunque le faltan elementos que podrían haberlo llevado a cotas más altas. Cómpralo sin miedo.