Naves, muerte y comida rápida

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Tras varios títulos a sus espaldas, la saga Destroy All Humans de THQ aterriza con su nave espacial en Nintendo Wii. A los mandos de Crypto, un marciano al que le gusta ver la tele y reírse de cualquiera, se descubre un argumento con guiños al absurdo más minimalista y las series B de los 70. Una jugabilidad bastante adaptada al Wiimote y el Nunchuk y un continuo diálogo entre los dos locos protagonistas animan a terminar esta no demasiado notable aventura.

Big Willy Unleashed nos lleva de nuevo a las calles de la ciudad, a sembrar el caos entre los despavoridos peatones y la destrucción más absoluta de todo lo que huela a humano. En una estructura que mezcla lo lineal con la libertad de avance, el juego, visto siempre en tercera persona, nos irá dictando las tareas a realizar a pie, montados en nuestra nave espacial, o en el arma más potente jamás creada por estos alienígenas: el robot gigante de la cadena de perritos calientes Big Willy.

Pox pedirá a Crypto que ponga fin a la alarmante situación destruyendo todo tipo de pruebas y a líderes de opinión que sigan destapando la antihumana verdad. Las barbaridades que vamos a presenciar se muestran de manera graciosa: tendremos que trasportar cajas de carne humana podrida, introducir una sonda anal a varias personas para alimentarnos de su cerebro cuando estallen, desintegrar a la rica política que está haciendo negocio con toda esta revolución, electrocutar a policías, destruir colosales edificios, controlar el cuerpo de periodistas y destruirlos desde dentro, etc.

Todo el juego está salpicado de una continua conversación entre Pox, que da las órdenes, y Crypto, que las cumple. El sentido del humor característico de la saga sigue absolutamente vigente, y el doblaje, sin ser excepcional, está muy bien adaptado a España con frases del tipo "Me he perdido los Hombres de Paco" o "no creo que una chica rica sepa llevar todo esto sola". Así, todos los diálogos están cargados de humor ácido y a veces macabro con la suerte y la condición de los humanos. Éste es su principal atractivo y lo que lo hace algo más original, pues su jugabilidad ya la hemos visto muchas veces.

Muy al estilo de GTA o No More Heroes, en la parte inferior izquierda de la pantalla tendremos un mapa en el que se nos indican los puntos a los que acudir para empezar una misión, a cada cual más alocada y devastadora. Divididas en varios pasos, las misiones son medianamente variadas pero empezarán a hacerse repetitivas a las 2 horas de juego aproximadamente. Hay principales y secundarias aunque a veces, por su estructura, cuesta distinguirlas. Las principales suelen ser las que tiran de la trama mientras que las secundarias sólo la refuerzan y matizan.

Con el styck analógico movemos a Crypto, al personaje en quien se haya transformado, la nave o al robot. Con Z saltamos y activamos unos propulsores que le permiten volar durante unos segundos, pudiéndose subir a edificios y localizaciones altas. Con el gatillo B disparamos el arma que hayamos seleccionado previamente con la cruceta del Wiimote y con A interactuaremos con todo tipo de objetos y personas, pudiendo hipnotizarlas para que nos sigan y actúen a nuestro antojo, poseer sus cuerpos para pasar desapercibidos entre las multitudes humanas, y demás acciones que no desvelaremos hasta bien empezada la aventura.

En ciertos momentos, como en las situaciones en que haya que pilotar la nave espacial, tendremos un control especial. Por ejemplo, para el control de la nave tendremos que inclinar arriba o abajo el Wiimote para ascender y descender en altura de vuelo. Muchas misiones o acciones determinadas nos propondrán también alternativas formas de manejo o nuevas prestaciones.

Siempre que podamos controlaremos al robot del Big Willy. Es colosal y absolutamente destructivo. Puede vomitar, emitir un destructor rayo láser por sus ojos, coger coches o mobiliario urbano y arrojarlos, etc. Para resolver las misiones se nos dan ciertas libertades, aunque en otras hay que seguir unos pasos a rajatabla. Por ello, podemos decir que, pese a que el orden de resolución de las misiones es medianamente libre, cada una de ellas se divide en varias partes, separadas por vídeos, que hay que seguir rigurosa e inevitablemente. Si fracasamos, tendremos que volver a empezar desde el principio, lo que puede suponernos algún que otro enfado.

En el menú Start podemos consultar nuestro avance, guardar partida, ver qué misiones llevamos realizadas en cada área y ver qué hemos tenido que hacer para así completar el juego al cien por cien, mirar cuántas baterías nos quedan por recoger etc. Estas baterías están distribuidas por todo el mapeado y tendremos que ir encontrándolas así como aumentando nuestra vitalidad, arsenal de armas, etc.

Y es que las armas son otro de los alicientes cómicos del título. Empezando por la mítica sonda anal, tendremos extraños lanzagranadas, desintegradotes, rayos eléctricos, etc. Cada arma tiene varias posibilidades y distintos usos que tendremos que descubrir por nuestra cuenta, pues es parte del encanto del título comprobar ciertas reacciones al emplearlas. Pero habrá que tener prudencia, pues se gastan y para rellenarlas hay que esperar unos segundos, pudiéndonos quedar vendidos en más de una situación. Lo mismo sucede con el propulsor o la apariencia sigilosa de la nave espacial.

Doblaje imprescindible, gráficos obsoletos

Uno de los peores puntos de Destroy All Humans: Big Willy Unleashed para Wii es su apartado gráfico. Las texturas son planas hasta lo inaceptable, el agua es una capa azul, la línea de horizonte está demasiado cerca del personaje lo que le anula la espectacularidad de ver una ciudad en conjunto, los colores están poco marcados y todo aparentar estar algo borroso, con poca nitidez.

Las animaciones de los personajes y la gente que corretea por las calles tampoco son gran cosa. Se solucionan de manera chabacana muchas situaciones como la subida de una persona a un coche, se atraviesa la puerta, o la destrucción de edificios, haciéndolos caer hacia abajo llenando todo de humo y quedándose después unos extraños montículos sin sentido de supuestos escombros.

Es en su apartado sonoro donde Big Willy Unleashed sí alcanza una calidad notable. Su doblaje es algo infantil y forzado en muchas situaciones, y no termina de convencer pero se agradece su inclusión, pues es estrictamente necesario en un juego como éste. Hay varias horas de diálogos, continuas referencias a nuestra cultura, cientos de frases que se emiten mientras jugamos y que, de estar subtituladas, casi no podríamos pararnos a leer, etc.

Las músicas y los efectos de sonido son sólo adecuados. La ciudad aparenta estar viva por los ruidos de los coches, la gente que habla o corre al vernos, etc. La música, orquestal, como de serie B, sigue los patrones de las melodías empleadas por el cine de los 70, al enseñarnos a marcianos, destrucción y caos. Y es que la ambientación general del título responde bien a aquella época, por lo que se juega de manera adecuada con músicas, guiños y estética dominante.

Las misiones se hacen repetitivas y demasiado estructuradas, no hay tanta libertad de acción como esperábamos, el apartado gráfico parece de hace al menos 6 años y la espectacularidad que se podría haber conseguido no aparece en ningún momento. Nos encontramos ante un juego que invita a terminarlo sólo por escuchar los inacabables comentarios de los protagonistas y avanzar en una historia que no parece tener un final lógico. Ha intentado ser una sátira a muchas cosas pero se ha quedado en una sátira a su propia saga.