Draglade, Impresiones USA

Las adaptaciones anime-videojuego han padecido una suerte muy dispar en DS, fruto en gran parte de la gran cantidad de títulos orientados en este sentido que aterrizan semana tras semana en el mercado japonés. Draglade es uno entre tantos que ha conseguido abrirse una puerta hacia occidente gracias a su particular sistema de combate y a las posibilidades de personalización que trae consigo el cartucho.

Diez años trabajando y viviendo una industria como la de los videojuegos no son suficientes para explicar la naturaleza del mercado, los dimes y diretes de la prensa y de algunos dirigentes de empresas con fuerte presencia en el sector o la aparente dejadez de algunas compañías por crear productos originales e imaginativos. La sensación de desconcierto es la común en estos tiempos, donde ya no se sabe con certeza si un videojuego precedido de buenas críticas -o ventas- vale la pena o si realmente seremos engañados al poner sobre la mesa los 60 o 70 euros que inexplicablemente cuesta un videojuego en el mercado.

Draglade es otro ejemplo de ese desconcierto del que hablamos; un juego a priori desconocido, basado en un anime de poca popularidad o casi total desconocimientos por estas tierras y con una propuesta tradicional al cien por cien, salvo por un ‘pero'. Hace meses os ofrecíamos un primer vistazo al cartucho a modo muy somero -si bien el juego tampoco da mucho más de sí- en el que ya advertíamos del corte clásico de Draglade, incidiendo en las posibilidades que un sistema de combate centrado en tonos musicales podría aportar a los aficionados del género.

Híbrido

Tampoco es tarea fácil acertar a elegir el género en el que encuadrar el juego. Por su desarrollo y planteamiento inicial hace pensar en un RPG en toda regla, pero el funcionamiento de los combates y sobre todo las famosas opciones de personalización poco o nada tienen que ver con un cartucho genérico de los que sobran en NDS. Ya desde los primeros menús cae en evidencia que en Dimps, los responsables del título, se han preocupado por aplicar una fórmula común con ligeros cambios, sin hacer especial hincapié en el apartado técnico del producto o si quiera en la historia.

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Así pues, gráficamente Draglade se asienta sobre una base simplista, con apariencia anime y apoyándose en un motor en 2D. La cámara horizontal es suficiente para movernos con rapidez por los decorados, útil para fomentar el buen uso del sistema de combate pero dejando de lado los detalles y prácticamente cualquier otro elemento que se pueda destacar en este sentido.

Técnicamente resulta llamativo el poco énfasis que se ha puesto en el apartado sonoro, incluyendo algunas melodías de la serie de animación y dejando el resto a las típicas melodías genéricas y más bien molestas, cambiantes según determinados momentos de la historia y vacías por culpa de la total ausencia de voces. A simple vista no hay ningún elemento que nos empuje a pensar que este cartucho sea superior a cualquier otro de la primera época de SNES, salvando algunos efectos especiales muy puntuales o la sorprendente suavidad con la que se mueve la cámara, sin apenas tiempos de carga entre sectores.

Golpes a ritmo de batuta

Hibito desea convertirse en un ‘grapper' desde que un extraño personaje le salvase en un desafortunado incidente de un peligroso monstruo. Para llegar a tal fin tenía dos requisitos insalvables; por un lado fortalecerse en la práctica de la espada día tras día, y por el otro crecer y madurar para llegar a comprender -y superar- las cuatro pruebas necesarias para lograr el tan afamo título de ‘Grapper'. La historia comienza de un modo atropellado y quizás algo precipitado, por lo que a poco empezar el argumento nos veremos directamente inmersos en varios combates acompañados de un tutorial muy necesario para poder hacernos con el sistema de control.

Lograr ser parte de la comunidad ‘grapper' exige superar cuatro exámenes distintos en cuatro ciudades de diversa índole a las que accederemos por zonas, mediante un mapamundi en el que nuestro único trabajo será el de seleccionar con el stylus el próximo destino al que la historia nos obliga a acudir. Todo sucede de un modo muy superficial, muy distante y casi absurdo. En cada ciudad o pueblo descubriremos una tienda, una zona conflictiva y un centro especializado para grappers en el que podremos acceder a misiones secundarias, de poco más de cinco minutos de duración cada una.

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Con este planteamiento sobre la mesa sólo un sistema de combate original podría salvar lo que desde un principio huele a adaptación rancia. Más allá de los cuatro personajes diferentes a escoger desde el comienzo de la aventura y de su pobre aspecto técnico, Draglade olvida la pantalla táctil hasta que -cómo no- entra en acción el sistema de partituras bajo el que se producen los combates. Más que partituras son simples notas que, tras pulsar el botón L, nos dan la opción de realizar un combo al ritmo de una melodía previamente compuesta o bien por la propia máquina o por nosotros.

Componiendo y poco más

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Un botón asignado a cada una de las funciones que acabamos de comentar más el pertinente de salto son todas las acciones de las que dispondremos a lo largo de esta insultantemente corta aventura, prevista para ser jugada con cuatro personajes distintos en los que apenas cambia la magia central que manejan -fuego, agua, viento…- y en los que cada historia es poco menos que un clon de la anterior.

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Batallando por Internet

La conexión se ha resistido mucho y encontrar rivales es una tarea complicada, pero Draglade también nos ofrece la posibilidad de disputar partidas contra un amigo o cualquier otro aficionado que disponga del cartucho. Las posibilidades del modo Online son escasas y se centran principalmente en el combate 1vs1, que pese a lo que pueda parecer en un principio es suficiente para disputar algunas partidas contra cualquier oponente y curiosear sus melodías.

La historia del juego va más allá de las cuatro primeras pruebas, tendremos que competir contra el DoraDora Dan y sus curiosos integrantes, empeñados en frenar nuestra progresión y en apartarnos del camino. Momentos divertidos no pueden faltar nunca en un anime, pero no son suficientes para aquél que busque algo más que una adaptación ramplona de lo que puede llegar a ofrecer en algunos meses It's a Wonderful World de Square Enix, o como se le quiera llamar tras su rebautizo en tierras americanas.

La razón por la que Draglade ha conseguido llegar a Estados Unidos se nos antoja paranormal, y de nuevo nos resulta inexplicable cómo este juego sí requiere la atención de una compañía como Atlus en su distribución y no otros cartuchos que merecen mucho más la pena. Es el desconcierto con el que abrimos este texto y también con el que lo cerramos, y con el que conviviremos hasta que algún día las cosas fluyan de un modo natural y comprensible y no como ha sucedido hasta día de hoy. 

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