Un mundo postapocalíptico puede dejar huella en el jugador si está llevado a cabo con maestría. Cuando la única solución es sellar a la raza humana en ciudades escudo, no hay luz de esperanza en el horizonte. Bethesda demuestra que la crudeza de la guerra no cambia con el tiempo.
Un mundo postapocalíptico puede dejar huella en el jugador si está llevado a cabo con maestría. Cuando la única solución es sellar a la raza humana en ciudades escudo, no hay luz de esperanza en el horizonte. Bethesda demuestra que la crudeza de la guerra no cambia con el tiempo.
Fallout 3 es una joya de la corona. Desde su presentación, los seguidores de la mítica saga cuentan minuciosamente los días que faltan para su lanzamiento. Y con razón. Pues esta tercera entrega promete ser tan espectacular o más que sus anteriores capítulos. Tras dar el campanazo con Oblivion, Bethesda se pasa a la majestuosa recreación de un mundo en ruinas.
War never changes
Una canción típica de la década de los setenta arranca y en la pantalla aparece una ciudad que poco a poco va demostrando estar en ruinas. La cámara retrocede y entra en su campo de vision un soldado metálico, armado e inseguro, cuando la voz en off narra fríamente 'La Guerra nunca cambia'.
101 es una microsociedad tecnificada abstraída por completo del mundo exterior. Recorremos las instalaciones de nuestro hogar metálico charlando con diversos personajes que nos introducen en la soberbia línea argumental del título. La escapada al mundo exterior se convierte en una realidad cuando cruzamos la frontera atravesando una espectacular puerta de seguridad. Sólo nuestro padre, al que buscaremos durante la aventura, había sido capaz de abandonar el núcleo antes. Ya estamos en el mundo real.
Rol, acción y maestría
La jugabilidad de FallOut 3 mezcla acción y rol. A grandes rasgos podríamos compararlo con dos grandes juegos del momento para PC, pues se trata de una explosiva mezcla entre Oblivion y Half Life 2. Con la cámara en primera persona, también disponible en tercera, nos adentramos en un completo título de rol con toques de shooter en primera persona. Una combinación de géneros a priori chocante, pero ejecutada con la pericia que tanto caracteriza a la serie.
Allí un simpático robot nos da la bienvenida. La ciudad es inmensa, y está construida sobre y con escombros metálicos. Parece un suburbio de chabolas de corte futurista y plagado de vida. Casas, locales comerciales y una sorpresa, una bomba nuclear en el centro de la urbe que nunca llegó a explotar y que sirve de culto religioso para los lugareños. Una vez más la ambientación manifiesta todo su poderío.
Aceptamos la oscura misión de este Mesías trajeado: tenemos que destruir la ciudad de Megatón reactivando la bomba nuclear. Tras colocar el detonador en la vetusta bomba, abandonamos Megatón por las alcantarillas para dirigirnos al punto de encuentro. Llegamos al metro, destrozado y perdido, controlado por mutantes y plagado de criaturas. Un escenario sobrio y destrozado, que transmite una sensación claustrofóbica muy lograda.
La criatura entra en escena destrozando un muro de contención. Apoyados por el grupo de soldados, descubrimos que nuestras simples armas no sirven de mucho para mermar la salud del enemigo. La solución es tomar un lanzador de pequeñas bombas nucleares. Con el nuevo juguete al hombro y un poco de paciencia, disparamos al enemigo y observamos atónitos la detonación de la bomba. Cuatro disparos son necesarios para acabar con el jefe, que termina desplomándose en la plaza.
Pero dejando a un lado la soberbia ambientación demostrada con rigor durante esta primera toma de contacto, Fallout 3 contará con una jugabilidad única. Como en todo juego de rol, la evolución del personaje dependerá de parámetros como fuerza y agilidad, así como de la habilidad con cada arma. Todos estos datos y otros, como las misiones y el inventario, estarán en nuestro PipBoy personal, una especie de ordenador de mano al que siempre podremos recurrir, y que los aficionados a la serie reconocerán de anteriores ocasiones.