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Los videojuegos tienen la culpa

Los ataques contra los videojuegos han existido siempre, o más bien sería existen desde que nuestro entretenimiento favorito empezó a despuntar como producto de consumo masivo, comiéndole terreno a otras formas de entretenimiento más clásicas.

Los noticiaros de entonces ya tenían a bien, en aras de proteger a la humanidad de los efectos perniciosos de aquellos apocalípticos aparatos con nombres tan extraños como MegaDrive o Super Nintendo, poner sobre aviso a los padres para que jamás se les pasara siquiera por la cabeza el comprar a sus hijos por navidad uno de esos endemoniados cacharros.

Por desgracia, esos valientes luchadores empeñados en eliminar a los videojuegos del subconsciente colectivo no lograron alcanzar su objetivo. Tan perniciosa forma de entretenimiento siguió extendiéndose por el mundo cual plaga bíblica. Sus seguidores se convirtieron en legión y no dejaron de crecer en número, hasta el punto en que hoy en día niños y adultos, hombres y mujeres, jóvenes y ancianos disfrutan de los videojuegos por igual.

Pero no debemos alejarnos de lo que realmente importa. ¡No os dejéis engañar! Tened esto en cuenta: los videojuegos siguen siendo el mal puro. Son la perdición de la humanidad, el diablo visto a través de altas resoluciones y controladores con sensor de movimiento. Por suerte, aquellos benditos pioneros que años atrás ya comenzaban a advertirnos de que Lucifer se estaba instalando en nuestras casas bajo la forma de esos pequeños aparatos llamados videoconsolas han crecido en número, sumando a su causa, entre otras sagradas huestes, a altos y puritanos cargos políticos que no buscan otra cosa sino mantenernos a salvo de todo lo que ellos consideran nocivo y perjudicial (¡Dios les bendiga por pensar y decidir por nosotros!). En las últimas semanas se ha unido una nueva facción que promete inclinar de una vez por todas la balanza del lado del bien. Éstos no son otros que diversos periodistas y altos cargos del propio mundo del videojuego, los cuales comienzan a ver la luz. ¡Alabados sean! Y es que nunca es tarde para abandonar la senda de la perdición a la que nos lleva el entretenimiento interactivo. ¡Arrepentíos, queridos lectores! ¡Arrepentíos y volved al fútbol, a los toros y a la telebasura! ¡Aún estáis a tiempo de salvar vuestras impúdicas almas!

En fin, dejando de lado esta larga e irónica introducción, no puedo evitar sentirme bastante preocupado. Y es que parece ser que el tejado de la industria del videojuego comienza a ser apedreado desde dentro. Canis Canem Edit y Rule of Rose son el nuevo bastión desde el que diversas instituciones y cargos políticos se atrincheran para atacar a todo lo que huela a videojuego. La misma historia de siempre, sólo que esta vez se han producido un par golpes de efecto que pocos esperaban, principalmente porque han llegado de la propia industria.

Respecto a Canis Canem Edit, la revista impresa de videojuegos más leída de nuestro país se ha negado a puntuarlo alegando un simple 'no nos ha gustado la propuesta'.

No voy a entrar a criticar la decisión por una simple razón: la respeto, como estoy seguro de que los redactores de la susodicha revista respetan el que mis compañeros de MeriStation hayan tomado la decisión contraria, puntuándolo y dejando claro ante los lectores las mentiras y verdades que se esconden tras tan polémico videojuego. Aún así, uno no puede evitar pensar que la decisión tomada por la publicación decana especializada en videoconsolas en nuestro país con respecto a Canis Canem Edit hace mucho más mal que bien, y no creo que a los lectores de la revista (entre los que me incluyo, pues aunque hace años que no la compro todos los meses aún cae de vez en cuando) les haya hecho mucha gracia.

Y en cuanto a Rule of Rose, entre el batiburrillo de altas estancias políticas que se han apresurado a demonizarlo alegando lo de costumbre, ha sido la propia división de Sony en Italia la que se ha sumado a los ataques.

¿Son los juegos de temática adulta única y exclusivamente para niños? La propia definición de 'temática adulta' nos dice que no, y códigos reguladores como el PEGI se encargan de hacérselo saber tanto a la opinión pública como a los progenitores de esos tiernos infantes a los que tratamos de mantener a salvo de lo humano y lo divino. ¿Están llegando los juegos de temática adulta a alcanzar cotas demasiado violentas? ¿Tratan temas muy polémicos y delicados? Estas son preguntas que sin duda deberían ser tratadas con una amplitud de miras y una madurez que ni mucho menos existe en la actualidad. En el cine, la literatura y el cómic no pasa esto. Se puede hacer una película sobre el tráfico de armas, una novela sobre familias mafiosas o un cómic repleto de sangre y casquería. Y nadie se sentirá ofendido, ningún oportunista saldrá a la calle argumentando a voz en grito que están corrompiendo a sus hijos y, sobre todo, no surgirán voces discrepantes desde las propias industrias.

¿Canis Canem Edit trata un tema tan delicado como es el acoso escolar y la violencia en las aulas? Sin duda, aunque ni mucho menos de la forma en la que muchos medios lo han dado a entender. ¿Que es una propuesta que no gusta? Es normal, a nadie en su sano juicio le puede apasionar la propuesta, pero ¿no tienen derecho los videojuegos a mostrarnos el problema, al menos tanto como puede tenerlo el cine? Si en lugar de analizar un videojuego que verse sobre algún tema escabroso nos limitamos a darle la espalda con un categórico 'no nos gusta la propuesta', seremos nosotros los primeros que contestamos a la pregunta con un rotundo no. Y entonces, apaga y vámonos