Battle B-Daman, Impresiones

Battle B-Daman (o B-Legend! Battle Bedaman) es uno de los tantos animes que saltaron a la parrilla televisiva tras el éxito de Pokémon, Digimon y demás series donde los monstruos y las mascotas eran las protagonistas principales. Adoptando la mecánica de otro de los tantos clones, Bey-Blade, y fundiéndolo con algo de Medabot, nació este anime de 52 capítulos desde las oficinas de Nippon Animation. Aunque no fue ni mucho menos un éxito, lo cierto es que en 2004 -año de su emisión en Japón- consiguió algo de público fiel.

Por tanto, Bandai lanzó el lógico videojuego oficial para las GBA niponas y ahora, tras casi tres años de espera, nos llega a nosotros. Hace escasas semanas apareció en EEUU y se prevé que llegue a las tiendas españolas a finales de 2006, probablemente de la mano de Atari, generalmente encargada de la distribución de este tipo de productos. Hemos tenido acceso a la versión americana de Battle B-Daman y tras echar unos cuantos duelos os damos nuestras impresiones del título.

La historia de juego comienza en el mismo punto que el anime. Nuestro héroe no es más que un joven llamado Yamato Delgado, un muchacho tan inquieto como divertido que fue criado por gatos hasta los cinco años. Su sueño siempre ha sido participar en un deporte local del mundo de B-DaWorld, una especie de peleas de robots/bolos/peonzas. Un día, Yamato consigue el más poderoso B-Daman de todos, Cobalt Blade, y descubrirá que es El Elegido por él como su dueño y señor. Así, se dispone a ganar torneos hasta que se cruza con los B-Daplayers malvados, miembros de la Alianza Sombra, a quienes deberá frenar para restaurar la paz del B-DaWorld.

Pese a que estamos ante un "título de rol", se ha eliminado el tópico desarrollo en el cual caminamos por la ciudad interactuando con la gente del lugar. En Battle B-Daman nos movemos por medio de menús y opciones como "Hablar", "Combatir" o "Inventario", por lo que más del 90% del juego reside en las conversaciones con NPCs.

Por suerte, las batallas resultan bastante dinámicas como para no aburrirnos tras unas cuantas partidas. La forma de disputarlas es bastante sencilla: Estamos en una especie de campo de tenis, nosotros a un lado y en frente el enemigo. Somos un robot que lanza pelotas y debemos darle a nuestro rival, haciéndole daño si conseguimos golpearle y viceversa. El que primero caiga o el que más dañado esté al acabar un límite de tiempo, gana la ronda. Los combates no son por turnos, sino en tiempo real.