Rodando voy...

Aquellos que recuerden el clásico de Atari mirarán a este título con otros ojos. Marble Madness fue la revolución de la época con unos gráficos pseudo 3D y una temática que sin duda llamaba al uso de la materia gris combinado con nuestra habilidad al mando. Su espíritu y su personalidad les han conseguido mantenerse a lo largo del tiempo con versiones mejoradas en 3D como son Marble Blast y su reedición Marble Blast Gold, que hicieron revivir el espíritu de aquellos años.

Ahora, se ha querido reciclar esta idea a través del sistema Xbox Live, dando a los usuarios la posibilidad de poder experimentar la sensación de controlar a esta pelota que tantos quebraderos de cabeza ha causado a lo largo de los años con esta nueva versión titulada Marble Blast Ultra. 60 nuevos niveles que nos introducirán por rampas frenéticas, estrechos caminos y situaciones de las que sólo tu ingenio te podrá salvar.

Quizás el único aspecto que se ha tratado con mimo sea el de la jugabilidad. Para empezar, los gráficos nos muestran unas texturas simples que muestran algún brillo o calidad gracias al hardware de la Xbox 360. Los fondos, lejos de mostrarse realistas -que al fin y al cabo es un cielo que veremos a lo largo del juego, donde se desarrollan todos los niveles propiamente dichos-, son simples texturas que se ponen de fondo con diferentes haces de luz haciendo bonito.

La pelota en sí es otro cantar. Las diferentes formas que podrá adoptar -hasta 35 diferentes- muestran su grado de detalle, aunque tampoco es para tirar cohetes, ya que al fin y al cabo es simplemente una bola.

La cámara se ha querido dejar al control del jugador para poder tener una vista apropiada en cada momento a gusto de cada uno, pero bien es cierto que si en movimiento tenemos que realizar algún giro de cámara rápido para poder ver lo que se nos viene encima -que seguro que lo haremos-, nos causará algún que otro problema.

En cuanto a la física, nuestra pelota será sensible a todo lo que le rodea y actuará como lo que es, de manera impredecible. Será difícil saber hacia dónde botará y muchas veces tendremos que encomendarnos a la diosa Suerte para poder salir de más de un aprieto.

Musicalmente el juego no tiene nada que decir, ya que una única melodía nos acompañará durante toda nuestra andadura, de manera que a los tres minutos de comenzar la partida ya habremos puesto algún tema que tengamos en el disco duro o en el ordenador. Los efectos de sonido, aunque variados, simplemente cumplen con su cometido.

El objetivo del juego será completar los distintos niveles que nos ofrecen, divididos en tres dificultades -principiante, intermedio y experto-. El primero se limitará a servirnos de tutorial para hacernos con el sistema, mientras que los otros dos complicarán los conceptos abordados en los primeros niveles.

En cada uno de ellos tendremos que realizar una tarea determinada, aunque básicamente se podrán dividir en dos: llegar al transportador que hará las veces de meta o conseguir un núnero determinado de cristales para después poder desbloquear el susodicho transportador. Esto se nos indicará a través de flechas que nos ayudarán a localizar nuestro objetivo.

Lo que en principio parece una tarea muy simple se complicará de manera exponencial conforme vayamos completando el juego, de manera que no sólo tendremos que ingeniarnoslas para llegar a ciertos lugares, si no que deberemos de hacerlo con la precisión de un reloj suizo para no caer en un fallo que nos precipite al vacío.

Para solucionar problemas de ese tipo podremos obtener objetos especiales que nos servirán de ayuda, realizando saltos enormes, pudiendo engancharnos a una hélice, o convertirnos en una bola gigante, entre otras. Los niveles se desarrollan de manera libre, de modo que tendremos que ingeniarnoslas para cumplir nuestros objetivos en el tiempo par -algo así como un tiempo a batir a modo de reto-, pudiendo hacerlo de bastantes maneras diferentes.

El modo multijugador aunque simple, resulta divertido y curioso de jugar. Éste consiste en conseguir cristales antes que nuestros contrincantes, derivando la mayoría de las veces en un choque entre bolas de lo más interesante. Eso sí quizás nos parezca monótono al poco tiempo debido a la simpleza de su mecanismo.