Poli malo...

En agosto del año pasado, en las impresiones que publicamos en MeriStation, este redactor ya advertía del peligro de tener que encargarse del análisis de Dead to Rights: Reckoning. A pesar de ser unos fervientes admiradores y defensores de los juegos de disparos en tercera persona, no hemos encontrado suficientes razones para sostener la defensa de la versión portátil de la franquicia de Namco de forma medianamente decente.

Las primeras andaduras de Jack Slate en las consolas de sobremesa sorprendieron a propios y extraños, ofreciendo un guión lleno de tópicos pero medianamente interesante y un producto de acción desenfrenada y sin compromiso que atacaba directamente a la línea de flotación de otros títulos del género más modernos y más complejos. Dead to Rights era una descarga de adrenalina constante.

A medida que hemos ido recibiendo nuevas entregas, la dosis de acción se ha ido radicalizando todavía más si cabe y se ha perdido toda la identidad que el protagonista había adquirido. No importa ya si Jack Slate es policía o expolicía, un terminator, un agente de seguros o un empleado despedido de una multinacional. Lo que sabemos seguro es que es una máquina de matar todo lo que se mueve y eso es lo único que hará durante todo el juego.

La excusa para empezar a disparar es el secuestro de una chica por parte de una banda menor de criminales, pero eso pronto será historia y los malos serán substituidos por otros malos más feos y mejor armados, y éstos por otros todavía más empeñados en acabar con nuestra vida antes de tiempo. En realidad hemos empezado y terminado Dead to Rights y nos cuesta recordar la trama ya que las localizaciones por las que pasamos están puestas 'con calzador' para dar variedad a los escenarios.

El objetivo único del juego es disparar y matar a todo el que salga por delante. Entre muerte y muerte recibiremos también nuestra dosis particular de plomo, con lo que el binomio se convierte en matar a destajo, recibir plomo, curarse, seguir matando. En nuestra lucha, además, no solamente contamos con nuestros conocimientos de defensa personal sino también con un incombustible perro asesino de nombre 'Shadow' que no se queda atrás en capacidad de exterminación.

Dead to Rights: Reckoning es un juego directo, algo así como un trago de gasolina, pero ese no es el problema. Toda esa simplicidad sería perdonable si una vez a los mandos el juego fuese muy divertido, y no lo es. En muchas ocasiones es entretenido, pero la mayor parte del tiempo es frustrante y repetitivo, pudiéndolo terminar además en relativamente pocas horas de uso. Reckoning es como la madalena que sale del horno sin haberse acabado de hacer: los ingredientes son buenos, pero les falta tiempo y mano de experto.

Los escenarios son muy completos y muy variados; es cierto que están colocados de modo muy arbitrario en el guión, como si alguien hubiera pensado que sería bueno colocar parte de la acción en un garaje y listos, pero técnicamente hay que admitir su buena realización. Lo mismo sucede con la carga poligonal de personaje y enemigos, que están a lo que sería la altura de un título de la calidad que se le supone.

Buenos efectos de iluminación, especialmente en los dos primeros y dos últimos niveles, que responden al fuego de las armas, sombras, etcétera. La calidad de las texturas tal vez no sea nada del otro jueves pero cumplen correctamente y lo cierto es que podemos colocarnos lo suficientemente cerca de cualquier objeto y éste no desmerece el conjunto gráfico global. Esos no son precisamente los problemas que le encontramos a Dead to Rights.

Las principales faltas que le encontramos al juego desde el punto de vista gráfico vienen de dos frentes: uno, la cámara. Dead to Rights presenta siempre una perspectiva en tercera persona colocada tras el protagonista. Generalmente y en campo abierto esto funciona a la perfección, sin grandes bajones de framerate ni brusquedades. Cuando, por características propias del escenario, éste se llena de objetos y paredes la cosa ya cambia.

Cuando nos pegamos a una pared, la perspectiva pasa a ser de primera persona de forma bastante repentina y que nos hace perder visibilidad de los enemigos. Si a eso le juntamos que en ese momento nos podemos estar lanzando en plancha, se hace casi imposible. Y en Dead to Rights tanto lanzarse en plancha como las paredes son algo habitual, cosa que hace bastante frustrante la experiencia de juego. Si a eso le unimos algunos errores de bulto como atravesar objetos o enemigos que se quedan entre dos paredes, la sensación global se enturbia.

A nivel sonoro el juego tampoco es nada espectacular; existen melodías de fondo que acompañan la acción durante todo el rato pero bastante prescindibles. Generalmente en todo momento hay bastante ruido, ya que nos pasamos la mayor parte del tiempo disparando a alguien. Los efectos de sonido son bastante contundentes y la representación de todas las armas de fuego es considerablemente realista.

En la parte superior izquierda tenemos los marcadores clásicos de vida y armadura. Jack puede aguantar una moderada cantidad de disparos, aunque no mucha. Afortunadamente la mayoría de enemigos pueden ser abatidos a distancia sin que peligrosamente se acerquen, pero la búsqueda de cobertura 'por si acaso' es un procedimiento habitual en Dead to Rights. Como el sistema de puntería es automático no tenemos que preocuparnos demasiado de dónde acertamos los disparos.

No es cierto que el hecho de no poder aumentar manualmente deba limitar forzosamente la jugabilidad; el problema es que a lo único que nos tenemos que concentrar es en pulsar el botón, cambiar de blanco ya que casi nunca escoge el que queremos, disparar. La mayoría de armas, además, tienen un alcance similar a excepción de la todopoderosa ESCOPETA, imprescindible a corto alcance y que casi siempre garantiza una muerte por disparo.

La posibilidad de alcanzar al blanco siempre va en relación del arma y de la distancia, pero la mayoría de veces podemos eliminar un enemigo antes de vaciar el cargador. Al caer, éste deja munición de ese tipo en el suelo con lo que es bastante complicado quedarse sin balas. Eso puede ocurrir en muy pocas ocasiones ya que Dead to Rights está sembrado por activa y por pasiva de armamento de toda clase.

Por si esto fuera poco, Jack tiene dos opciones extra de eliminar enemigos. La primera es tal vez la más espectacular y se produce siempre que estemos a la poca recomendable distancia de cuerpo a cuerpo. Con una sola pulsación de un botón ejecutaremos un movimiento brutal de desarme marca de la casa a cámara lenta que nos proporcionará además el arma que llevara la pobre alma que acabamos de aniquilar.

Aunque este movimiento pueda resultar atractivo ya que ignora por completo la cantidad de vida y armadura que tuviera el sujeto, es importante considerar que aunque todo parece que se mueve a cámara lenta, en realidad la velocidad se mantiene y si estamos pegados a otro sujeto la cantidad de plomo que vamos a acumular en el interior de nuestro cuerpo no va a ser poca. Es por eso que se recomienda siempre hacerlo en casos de que nos falte munición o que el enemigo esté solo.

Es posible ametrallar a los adversarios desde todos los ángulos posibles, pero probablemente resulte más efectivo hacerlo mientras nos lanzamos hacia los lados o hacia delante en plan tiempo bala y seleccionando enemigo tras enemigo. No es la única opción viable pero nos encontraremos lanzándonos a diestro y siniestro de forma bastante frecuente, siempre y cuando no hayan obstáculos a nuestro alrededor.

Jack posee otra arma secreta aparte de las repartidas en el mapa y de los desarmes: Shadow. Nuestro fiel perro nos acompaña desde los remotos tiempos en que vengamos la muerte de nuestro honrado padre, por mucho que entonces hacía bastante más tareas que ahora, limitada única y exclusivamente a exterminar un enemigo cada vez que pulsamos un botón. Shadow tiene su propio indicador de recarga pero cada vez que lo usamos es letal y además es tan obediente que nos traerá el arma que poseyera el enemigo en su momento.

El control analógico del personaje está bastante mal calibrado y es muy fácil volverse loco sobretodo al principio. Nos encontraremos chocando en demasiadas ocasiones y, en resumen, no llevando el personaje hacia donde nosotros queremos. Cuando le cogemos el truco, sin embargo, es relativamente avanzar en el juego porque éste es bastante previsible. Nos lanza oleada tras oleada de enemigos que aparecen de… lugares extraños, y una vez terminados nos dirigimos a otra área y vuelta a empezar.

El sistema de juego, y por eso decíamos que es considerablemente monótono, puede ser el siguiente cuando los grupos de rivales aparecen de 4 en 4: Shadow se encarga del primero, nos lanzamos en plancha para abatir a dos de golpe por el camino y nada más levantarse ejecutamos un desarme brutal para acabar con el último. Y vuelta a empezar. Este sistema puede variar ligeramente, pero en esencia siempre es lo mismo.

En multiplayer es posible jugar contra 3 amigos más en modo local, lo cual es bastante aburrido. Es aburrido porque es cuestión de fortuna que uno delante del otro a 50 metros y con la misma arma a veces muera uno primero y a veces el otro. El autoapuntado sigue firme con lo que no puede haber disparos a la cabeza y las partidas se resumen a un concurso de saltimbanquis que disparan mientras saltan entre palé de cajas y grupo de bidones. Eventualmente alguien muere, pero nada tiene que ver con la habilidad del contrario.