Una conquista demasiado vista

Y es que el tema de la clonación es más viejo que la media de edad del Real Madrid: como ejemplo, aquel arcade de los 80 llamado Breakout, que implantó todo un género que años más tarde Taito supo copiar, pegar y aumentar adecuadamente con Arkanoid.

Si tal jugada te sale bien y consigues maquillar el resultado de modo que sólo quede la sensación de 'cierta inspiración en el juego original', el producto será muy del agrado de los seguidores de Warcraft, asegurando un buen número de ventas. Si por el contrario todo queda en un clon puro y duro, la cosa se viene abajo. Y me temo que con Final Conquest estamos en el segundo caso.

Contexto histórico

En el imaginario universo de Equiada conviven tres razas dominantes, juntas y a la vez revueltas. Por un lado están los orgullosos Humanos, con sus grandes paladines a la cabeza; por otro tenemos a los Silvanos, o lo que es lo mismo, un amplio compendio de criaturas amantes de la fauna y la flora; la tropa, digna de ser capitaneada por el inefable Félix Rodríguez de la Fuente, cohabita con la naturaleza y aprovecha al máximo sus recursos naturales; en último lugar se encuentran los misteriosos Umbríos, dominadores de la magia negra y del culto a los muertos.

El cóctel se completa con una buena cantidad de facciones neutrales llamadas Colonias. Dichos bastiones se encuentran bien defendidos, aunque podrán formar parte de nuestro ejército si los derrotamos, a saber: Elfos, Dragones, Trolls, Bárbaros y Sombras.

Cómo conquistar

Los dos modos disponibles para un jugador son Campaña y Partida personalizada -la habitual Escaramuza-. Disponemos en total de 3 campañas diferentes, una para cada raza principal. Como cabía esperar, las campañas nos cuentan una historia por entregas, donde Silvanos, Umbríos y Humanos se enemistan y se alían por doquier. Aunque las historias no sean nada del otro mundo, ciertamente se hacen entretenidas gracias a la calidad del doblaje al castellano, a la postre, de lo mejorcito de Final Conquest.

Por otro lado, el modo multijugador nos propone enfrentarnos a los colegas en el campo de batalla que elijamos. Se podrá jugar a través de red local o mediante el portal GameSpy -con un lobby de partidas ya integrado en el juego-. Mientras que el modo escaramuza nos permite elegir un mapa dependiendo de la cantidad de jugadores que haya en liza, el modo de Batalla Online es el que más retos nos puede propiciar. Ni más ni menos, es idéntico al clásico ‘ladder' de Battle.net donde existe una clasificación en la que escalamos puestos más rápido si ganamos a los contrincantes mejor situados en la tabla. También se incluye el sistema de búsqueda automática de oponentes.

Reseñar para finalizar este apartado la existencia de un completo editor, por si nos cansamos de los mapas incluidos en el juego. Dicho editor es bastante similar al que suelen incluir los programas del género, y es fácil de utilizar.

Gráficos y sonido

Final Conquest exhibe la clásica perspectiva isométrica y los sprites diseñados a mano, sin hacer uso de los polígonos. Vamos, con el estilo gráfico que tantos años hemos visto en los juegos del género. En este caso, parece evidente que la base gráfica es la de Imperivm, en este caso ambientada en el universo fantástico de Equiada. El acabado gráfico se hace agradable a la vista, pero a estas alturas queda demasiado arcaico; ni un efecto de luz espectacular, ni giros o zooms de cámara para ampliar el punto de vista… Parece que la grandeza gráfica que poseía Warcraft III no era uno de los aspectos a copiar en Final Conquest.

Las animaciones por su parte, dan cal y arena dependiendo de la unidad en que nos fijemos. Y es que los personajes más importantes poseen bastantes frames y dan una buena impresión. Sin embargo, el resto de unidades secundarias dan un poco de pena, ya que se desplazan en ocasiones a 'saltos'. Para ver un buen ejemplo de esto último, comprobadlo cuando el troll se enrolla sobre sí mismo para atacar en forma de roca rodante. Digno de otros tiempos.

Los escenarios y las edificaciones que podemos erigir, al ser estáticas, ofrecen un aspecto más digno, lo que merece alabar el trabajo de los diseñadores en este caso. Al no ser animados, no se estropea tal sensación. De todas formas, queda claro que la parte visual de Final Conquest no pasará a la historia.

Respecto al apartado de audio, las partituras que podremos escuchar ambientan correctamente la acción, con tonos épicos, étnicos o misteriosos, dependiendo de la civilización que manejemos en ese momento. Buen nivel salvo en cierta melodía humana que me recuerda al que toca el organillo con la cabra en plena calle, dicho con todo el respeto del mundo para tal persona.

Los efectos de sonido pasan totalmente desapercibidos, mientras que las voces de las unidades se escuchan altas y claras, realzando el gran trabajo del estudio de doblaje. Todo tipo de tonos: firmes para los humanos, estilizadas para los elfos o hilarantes para los trolls. Incluso se han conservado los chistes que muchas de las unidades sueltan al ser seleccionadas… no son dignos de Chiquito, pero al menos te sacan una sonrisa. Lo mejor es cuando la Reina Bruja canta aquella famosa canción de Bisbal… 'Brujería, brujería…'.

Guión

Jugabilidad

El quid de la cuestión está muy claro a estas alturas. Dando por sentado que técnicamente no es gran cosa, y que sigue una por una las directrices de un gigante consagrado como Warcraft III… ¿merece la pena jugar a Final Conquest?

La respuesta es que, por lo general, no lo merece. Y eso que la interfaz de usuario está bastante simplificada y muy accesible para cualquier tipo de jugador. Pero a la hora de jugar no nos ofrece nada nuevo. Veamos… dos recursos en liza para recoger, oro y gemas. Un límite de población bastante reducido. Grupos de unidades pequeños, con un máximo de doce. Por lo tanto, pocas unidades pero potentes, y la figura del héroe/campeón que lleva objetos y hechizos poderosos. Calcado.

La única innovación que encontramos es el recurso de gloria, que se gana cuando derrotamos campeones enemigos o conquistamos nuevas colonias neutrales. Gracias a ello podremos aumentar el nivel de nuestro campeón y el límite de población. Sin embargo, esto no resulta significativo, puesto que de todas formas, la única manera de engrandecer nuestro asentamiento es combatir y expandirse.

Por otro lado, las tres facciones se encuentran muy diferenciadas en lo que a unidades, edificaciones y método de recogida de recursos se refiere, pero ninguna tiene habilidades verdaderamente significativas que cambien la manera de jugar con una u otra. Esto favorece la igualdad entre facciones, sí, pero borra la sensación de jugar algo diferente al escoger una raza u otra.

Sin embargo, los puntos más negativos vienen dados por los detalles que ensombrecen el correcto trabajo de los programadores, y que afectan directamente a la jugabilidad. Por ejemplo, ocurre en muchas ocasiones que el síndrome Dinio se cierne sobre las batallas y todo se vuelve muy confuso, llegando a complicarse el diferenciar una unidad aliada de una enemiga. También hay ocasiones en que resulta difícil seleccionar a una unidad que se encuentra tras un edificio.

Por otro lado, la inteligencia de la CPU es bastante decente, pero la de tus propias unidades deja mucho que desear. A la hora de atacar se desordenan con mucha facilidad, y tampoco puedes ordenar una formación determinada, porque simplemente no existen. También resulta incomprensible que una unidad curativa, como es el caso de los monjes, actúe por sí sola y sane a quien le de la gana, siendo imposible ordenarle que cure a una unidad determinada.

En definitiva, una serie de deficiencias que quizá puedan ser subsanadas por futuros parches, pero que actualmente merman la capacidad jugable de un Final Conquest que ya de por sí nació con la alargada sombra de un título consagrado en el género.

Multijugador

Las escaramuzas en las partidas multiplayer podrán albergar a 8 jugadores como máximo. Tenemos a nuestra disposición una buena cantidad de mapas predeterminados con peculiaridades como un río que divide el mapa en dos, una acumulación de recursos en ciertos puntos del mapa o la proliferación de peligrosas colonias de dragones. Dad por sentado que aprovechar el multijugador con gente de todo el mundo y aceptar el reto de escalar en la Batalla Online son la mejor manera de disfrutar con este título.

Estrategia y trucos

El único truco que hay aquí es ser más rápido que el rival en formar una compañía de garantías, con uno o dos campeones escoltados por una buena combinación de secundarios; se recomienda llevar una unidad sanadora o lanzadora de conjuros, y combinar el ataque a distancia con el cuerpo a cuerpo, dependiendo de las características del campeón escogido. Hay que ir de cabeza a las colonias independientes para lograr desarrollar al héroe lo suficiente para afrontar con garantías el asalto final a la base enemiga.

Enlaces

Página web de On Games sobre el juego

Manual

Extenso manual de instrucciones de 80 páginas a todo color explicando todas y cada una de las características del juego, extendiéndose para los más novatos y describiendo con precisión las razas del juego. Una gran cantidad de fotos y descripciones. Muy bueno.

Comparándolo con…

La verdad es que esta sección ya está sobradamente explicada a lo largo de todo el análisis, pero sin embargo remataré con un resumen: Final Conquest es extremadamente similar a Warcraft III, pero no consigue superarlo en ningún momento, siendo inferior en casi todos los demás apartados… aunque a mí me gusta más el interfaz del juego de Haemimont Games.

Conclusión

Final Conquest alargará su existencia en nuestro disco duro gracias al multijugador  'powered by Gamespy', siendo recomendado para los que disfrutaron con lo que ofrecía Warcraft III y están ya cansados de jugar a sus mapas. No van a encontrar nada nuevo ni mejorado, eso sí, pero su presentación -gran manual y árbol tecnológico incluidos- y precio son bastante apetecibles.

Lo malo

Ampliar