Dale a la cabecita, amigo...

Han pasado cinco años desde que, en pleno apogeo de aventuras y juegos de rol, THQ lanzara uno de los puzzles más entretenidos, difíciles y adictivos que han pasado por el catálogo de la 32 bits de Sony; Devil Dice (conocido en Japón como XI). Justo ahora, en una época donde parece que solo las aventuras con veinteañeros protagonistas pueden captar la atención del público, Capcom nos brinda la oportunidad de volver a disfrutar con la secuela del que para muchos, es el heredero, tanto por calidad como por adictividad, del legendario Tetris.

El objetivo y desarrollo apenas ha sufrido diferencias significativas en comparación con lo visto en el anterior juego, (pese a que expande gracias al añadido de nuevas normas la complejidad de su predecesor); nos encontramos, siendo un pequeño personaje llamado Aqui-Chan (con una estética propia de cualquier programa televisivo infantil) en un tablero cuadrado de siete posiciones por lado, que se irá llenando de dados a medida que avanza la partida; nuestro objetivo es juntar parejas de dados por el mismo lado para que se autodestruyan, y así, evitar que estos cubran por completo la superficie del tablero.

Así pues, la gracia (y complicación) del juego reside en ir creando en el menor tiempo los mayores grupos posibles de dados con el mismo valor en su cara superior, para así provocar grandes explosiones y combos que dejen a nuestro tablero lo más parecido posible a un valle.

Por ejemplo, si queremos provocar una explosión a partir de un dado que tiene un 3 en su cara superior, debemos juntar a su alrededor 3 dados con ese mismo valor para que se produzca el combo. La explosión afecta a un radio igual al valor de los dados que hemos explotado, en forma de aspa,  así que a medida que avanzemos en el juego veremos como se hace necesario crear grupos de valores de cara altos, ya que los otros apenas nos ayudarán a vaciar el tablero.

Además, debemos vigilar con las explosiones y no sufrir daño con ellas. Sí, parece sencillo, pero a medida que avancemos a lo largo de los niveles veremos como dihcas maniobras se complican hasta casi llegar al punto de la desesperación. Además, podemos encontrarnos con enemigos en los tableros, que deberán ser destruidos haciendo reacciones de un determinado valor (el que apunta el enemigo).

De todas formas, por si alguien empieza a asustarse por la complejidad del planteamiento, al acabar los primeros tutoriales estaremos prácticamente familiarizados por completo con el sistema de juego, y es que el juego cuenta con una y equilibrada curva de aprendizaje.

Desde una vista de 3/4, y en 3D, se aprecia una mejora en las explosiones y demás espectaculares efectos, pero también es cierto que tanto la paleta de colores como el diseño general del juego recuerda demasiado a su antecesor... y de eso hace 5 años. De todas formas (y como habitualmente pasa en los juegos del género), cuando tienes el tablero a rebosar de dados, en lo último que te acuerdas es en la calidad gráfica. Eso sí, también cabe añadir que las animaciones tanto del pequeño protagonista como de los dados son de lo más fluidas.

Siguiendo el análisis de los diferentes apartados técnicos del juego, no podemos dejar de mencionar el sonoro. Numerosas melodías electrónicas van a acompañarnos a lo largo de cada pantalla, y la verdad es que encajan perfectamente con la acción frenética que sucede en pantalla. Además, tenemos los efectos FX producidos por las explosiones y las voces del protagonista,  de remarcable calidad, con lo que unido a la música, completan un más que correcto apartado sonoro para el juego de Capcom.

En el tercero de los submodos, Attack, se nos permite conseguir misiones extras a través de la web y el servicio online de Capcom. Seguidamente, tenemos otros modos como Quest (donde avanzaremos por escenarios con una mayor cantidad de enemigos) y Wars, quizás el más divertido de todos, ya que permite jugar hasta 5 jugadores simultaneos, cada uno controlando su propio personaje, con lo que las risas y las largas horas de vicio en el modo multijugador están más que aseguradas.