AL César lo que es del César...

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Qué lejos han quedado aquellos días en que eramos los mejores. Muy pronto Británia se nos quedó pequeña para lo que nuestra fama representaba y nuestro orgullo pedía: más gloria. Así que decidimos empezar a recorrer los circos del resto de las regiones del Imperio: Chipre, Alejandría, Germania y por supuesto Roma.

Roma, ciudad eterna, que nos recibió con tanto frío como indiferencia, pero muy pronto nos hicimos respetar. Y no fue nada fácil escalar posiciones en los circos de la capital del Imperio, pero al fin llegamos a Circus Maximus, el mayor exponente en temas de gladiadores, la gloria más alta, la fama más abrumadora. Y aquí decidimos quedarnos.

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La competencia siempre fue feroz. Pero nuestro objetivo estaba claro: ser los primeros del escalafón. Para otra cosa nos habríamos quedado en casa. Pero el elenco de corredores que participaban no habían salido de una guardería infantil.

Estaba Valeria, la Amazona, tan bella como letal; Tiberius, Marcus y Praetorius, los tres pertenecientes a las legiones Romanas, los cuales atendiendo a la llamada de la fama, apartaron sus carreras militares para entregarse en cuerpo y alma a estas carreras; Sallus, el mismísimo entrenador de gladiadores que todavía demuestra que los maestros saben más que los alumnos.

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Pero por encima de todos ellos había un nombre que aterrorizaba sólo con oírlo: El Minotauro. Proviniente de Creta, nadie sabía a ciencia cierta si se trataba de una realidad o de algo ficticio. Pero lo único cierto era que sólo su cuádriga acababa las carreras en las que competía. El resto de equipos no vivía para contarlo, tal era su fiereza y bestialidad.

Fue nuestra propia confianza la que nos condujo hasta las más altas cotas de popularidad y fama. Hasta que llegó el día en que nos enfrentamos a todos los mejores en una carrera en la que sólo habría un vencedor. Tras unas duras vueltas en la que los otros corredores fueron eliminándose entre sí, quedamos emparejados con la cuádriga del Minotauro. Sólo la pericia a las riendas de los caballos, la destreza con las armas, y un poco de suerte nos hicieron salir con vida de aquella carrera.

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Ahora que estamos en lo más alto, ahora que no tenemos rival, ahora que la popularidad nos hace sentirnos dioses cuando saltamos a la arena, no tenemos la misma ilusión que al principio, cuando sólo corríamos para demostrar que nuestros caballos eran los mejores, por el orgullo de vencer haciendo más famoso el nombre de la tierra que nos vio nacer. Ahora sólo esperamos que un rival de altura se digne a correr con nosotros, para recuperar todas aquellas sensaciones perdidas con los años. ¿Quién será el siguiente en caer bajo nuestros caballos y armas?

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Desde el primer momento nos damos cuenta que, aún tratándose de un juego de carreras, la física de las cuádrigas es muy distinta a la de los vehículos a los que estamos acostumbrados en nuestro tiempo.

Una curva demasiado rápida y cerrada puede hacer que volquemos si el peso de los ocupantes no está bien repartido, o un bache tomado de mala manera puede hacernos dar un bote que luego acabe con la cuádriga destrozada.

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Otra de las extrañezas del juego es la posibilidad de rozar de la misma manera con partes del escenario y que no nos pase nada, que nos sacudan un poco o que acabemos por los suelos, indistintamente de lo que hagamos, ya que estas colisiones parece que se tratan de un modo aleatorio. Es decir, que entrando en una zona a la misma velocidad y pasando cerca del mismo sitio, llegando a rozar, unas veces saldremos ilesos y otras no, sin más explicación aparente que la Diosa Fortuna, o el amor del resto de los dioses por nuestro equipo.

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Si bien la cámara del juego funciona con corrección y amplitud durante todas las carreras, hay un momento en que su comportamiento es tan extraño que puede dar con nuestros corredores en el suelo. Nos referimos a la maniobra de agacharse para pasar por debajo de algún objeto que amenaza con derribarnos. En estos lances la cámara se va por su cuenta, dando un pequeño bote, y lo que es más peligroso, dando la sensación de que no estamos dominando la cuádriga, con lo que sólo podemos desear no salir muy desviados de la trazada buena cuando nos volvamos a levantar.

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Los carruajes y los personajes muestran una gran variedad de detalles con los que hacernos diferenciar las provincias de las que vienen los corredores. De esta manera los egipcios mostrarán todo su lujo y esplendor en unos carromatos suntuosamente decorados, mientras que las regiones del África profunda son muy simples tanto en sus vestimentas como en la decoración de sus cuádrigas, por poner un par de ejemplos.

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Las peleas están ambientadas con cuatro golpes contados, incluyendo los especiales. Aunque muchas veces, por motivos de cámara y pantalla, las peleas las tengamos que llevar a cabo a ciegas. Me explico. La mayoría de las veces veremos acercarse al rival por detrás o como es alcanzado por nuestra cuádriga, pero al ponernos a su altura, por algún movimiento extraño éste queda fuera de cámara pero continuando con su ataque y defensa, por lo que nos convendrá no bajar la guardia.

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La música es una de las cosas misteriosas del juego. Con una partitura ambientada en las películas del género, no da señales de vida hasta la última vuelta de las carreras, consiguiendo aumentar la tensión de la ya de por si tensa situación que estamos viviendo. Cierto es que también se suele escuchar en los menús, pero nos parece poco bagaje a un apartado del que se podría haber sacado más partido en un juego de éstas características.

En este apartado las cosas van un poco mejor encaminadas.

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Espectacular el ruido de las cuádrigas rodando sobre el pavés que los romanos ponían a sus vías, espectacular los ruidos de los latigazos sobre los cuerpos de los caballos, espectacular el griterío de las gentes en las gradas cuando pasamos cerca de ellos.

Pero lo que no nos gusta nada es que el juego no haya sido doblado. A decir verdad no ha sido ni traducido, con lo que hay saber algo de la lengua de Shakespeare para enterarse de qué va el tema.

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Vale que las provocaciones de los rivales, y las insulsas aportaciones de la voz en off que ameniza las carreras no vayan a ningún lado por simples y fácilmente entendibles. Vale que las lecciones que nos da Sallus sean muy cortas en cuanto a el "sermón" que nos suelta. Pero lo que ya es más grave es que no se haya traducido el juego, por lo que nos encontramos con unas lecciones escritas en inglés, unos menús escritos en inglés, y unas ayudas también escritas en inglés.

Para practicar idiomas no está mal.

Hacerse con el control de la cuádriga es sencillo. Dominar con soltura a los dos personajes es cuestión de práctica. Pero aprenderse todas las habilidades y movimientos posibles es tarea de titanes.

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El juego tiene tres niveles de dificultad y 7 regiones diferentes en las que competir, contando en total con 19 trazados para las carreras. La multitud de corredores, cuádrigas y caballos hacen que las posibilidades combinatorias sean muy abundantes y que la elección de los mejores elementos para nuestro estilo de carrera sea una de los momentos más interesantes del juego.

Para correr tenemos que tener en cuenta que si apremiamos demasiado a nuestros caballos, la barra de esfuerzo se situará por encima del nivel más óptimo de carrera, con lo que los caballos correrán menos ya que estamos sobrecargándolos de trabajo. De esta manera debemos de mantener la barrera de esfuerzo en una zona próxima a las tres cuartas partes de su tamaño. Con esto conseguimos el mejor rendimiento de nuestros caballos sin arriesgarnos a quedar parados por el cansancio.

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También hay que saber que nuestro compañero no está sólo para repartir mandobles a diestro y siniestro, sino que también puede ayudar en el tema de la conducción. Se trata de que eche una mano en las curvas más cerradas y difíciles de los circuitos, inclinándose sobre la cuádriga del lado del que se toma la curva, para que su peso fuerce el giro de la misma y evite que volquemos de forma irrevocable.

Otra de las cosas a tener en cuenta es la barra de vida que tiene la cuádriga. Se trata de una barra que disminuye a medida que recibimos golpes o ataques del rival. Al llegar a cero nos estrellaremos, pero no abandonamos la carrera, sino que volvemos a la mismo con la consiguiente pérdida de segundos con respecto a la cabeza, y de puestos en la general.

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Academia: Es el modo de entrenamiento. Sallus, el más grande de todos los tiempos, es el  encargado de mostrarnos las habilidades necesarias para conseguir una buena cuádriga. En principio existen 10 niveles donde se nos enseñará lo básico para sobrevivir y según avancemos en el modo Torneo, conseguiremos más niveles para el modo entrenamiento y aprender así las habilidades más avanzadas que nos ayudarán a convertirnos en un experimentado gladiador.

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Carrera: Nos referimos al modo "historia", por así decirlo, del juego. Es el modo principal de juego, en el que nuestro objetivo es avanzar lo suficiente a lo largo del torneo para llegar a competir en el Circus Maximus. Según vayamos venciendo carreras y ganando dinero, conseguiremos acercarnos un poco más a nuestro objetivo final. Periódicamente, se nos ofrece la posibilidad de disputar carreras a muerte (death match) en las que debemos sobrevivir si queremos seguir avanzando. Según progresemos, iremos consiguiendo desbloquear circuitos, cuadrigas, corredores y luchadores para todos las modalidades del juego.

Los circuitos suelen ser bastante largos, aunque el juego tiene la mala costumbre de "compensar" a los corredores que viene en posiciones atrasadas, con lo que llegar sólo a la meta en primera posición se nos antoja una tarea muy complicada.