Prince of Persia: Arabian Nights (Dreamcast)

Por aquel entonces el joven estudiante de poco más de veinte años tuvo un Deja Vu de lo que había vivido. Su propio juego apareció en 1989 en un PC de rudimentarias condiciones, donde el pretexto de esta encrucijada cuajó de forma inaudita entre sus usuarios, y con ayuda de su padre (quien compuso la música), editó el que sería para muchos, el mejor título de la historia.
Miles de premios recibidos, las catalogaciones de obra maestra, de octava maravilla, y demás beneplácitos, nunca han sido suficientes para una obra que se ha visto desdoblada en Game Gear, Commodore 64, NES, Mega Drive, Macintosh, Amiga, Turbo Grafx, SNES y Mega CD, pasando por las manos de productoras del calibre de Konami, Victor, Riverhill, Mindscape, Virgin o Hudson Soft.
Lamentablemente, la segunda entrega con el subtítulo de Shadow and the Flame, y pese a muchos apoyos por parte del sector más conservador, nunca obtuvo el éxito de su predecesor, pasando sin pena ni gloria en un mercado saturado de producciones de la misma índole.

La historia a grandes trazos nos sitúan en el antiguo Líbano, donde el celoso hermano del Sultán queda arrullado por la princesa que debe citarse en boda con un joven que heredará el trono. Sin embargo, el envidioso y lucrativo humano decide emprisionar al Príncipe, para que no asista a su propio casamiento, y llevarse consigo a su estimada.
Una vez comenzamos la aventura, debemos movernos a través de las catacumbas, aldeas, dirigibles o bosques, hasta un total de una docena de niveles y localizaciones en los que iremos a la caza del monarca.

Tanto cabezas de cartel, como los enemigos que vamos a encontrarnos durante todo nuestro ciclo, han sido cuidados y trabajados al máximo intentando conseguir un clima embriagador. Desde buen comienzo nos familiarizaremos con el Príncipe, indiscutible protagonista y que cuenta con un pasado lamentable en el que perdió a sus padres, y fue recogido por la familia real para convertirle en su heredero.
Por otra parte, la Princesa se halla en una situación disyuntiva, ya que su prometido es realmente el hombre que ama, aunque no puede oponerse a los deseos del Sultán con el que está malhadada a relacionarse definitivamente.
El bando enemigo, a parte de una tropa de esbirros formado por criaturas demoníacas, adiposos guerreros, o mujeres espadachines, cuenta con Assan, el corrupto y blasfemo que rapta a la mártir del juego, y su criado en forma de tigre (respondiendo a muchas creencias asiáticas y la admiración que sienten por este animal) Rugnor, quien está en todo momento supeditado a las órdenes del dictador.

Ya centrándonos en el apartado técnico, Mattel, quien poco puede aportar en este sentido habiéndose limitado a versiones de Barbie y Max Steel, ha intentado plasmar todo el buen hacer de Red Orb en compatibles. Sin embargo, la resolución no es ni mucho menos la misma, e incluso destaca una pequeña capa borrosa que poco tiene que ver con su homólogo del 1999. Eso sí, los movimientos, reproducción de los decorados, y las escenas que los enlazan están a la altura de la obra de Mechner, quien poco ha contribuído con esta producción.
Siguiendo con la jugabilidad, estaremos acompañados en todo momento por un interfaz sencillo, en el que se muestran todas las armas que vamos acumulando al ritmo de nuestra progresión (un arco como principal apoyo), a la par de que dispone las pociones y brebajes mágicos que arrebatamos a cada adversario.
Cambiando de término, se mantiene la misma partitura del original colmada de ritmos étnicos y pausados, con alguna que otra variación en la lucha, asemejándose a los primeros compases del allegado de Jordan.