Vía crucis en Roma
Francia las pasa canutas para llevarse el triunfo del Olímpico ante una Italia muy seria que rasca el bonus defensivo.
Desde 2013, año de la última victoria italiana ante Francia en un partido de rugby, el margen más exiguo por el que la Azzurra había caído ante el Gallo eran dos puntos, el 23-21 de Saint Denis en 2016. Este domingo, en el Olímpico de Roma, los transalpinos se acercaron mucho a ese registro (24-29) y por momentos se permitieron soñar con un triunfo que habría sido el espaldarazo perfecto al progreso que ofrecieron el año pasado. No ocurrió, pero los de Kieran Crowley salen muy reforzados de su debut en el Seis Naciones 2023, que convirtieron en un vía crucis para Francia.
Italia hizo justo lo que se le viene pidiendo desde hace años. Competir a pecho descubierto, apretar los dientes y aprovechar las oportunidades que le lleguen. Empezó pardilla, encajando un ensayo madrugador, de Flament, por un error grueso en la 22 propia. Una patada a la caja de Varney fue tapada y posada por el segunda toulousain. Después una temeridad de Pierre Bruno avanzando en carrera lateral antes de intentar una patada en la que prácticamente ni tocó el balón, acabó en otra marca francesa, esta de Ollivon, que el árbitro anuló porque al retornado tercera se le cayó la almendra en el último momento.
Aparecería el flair de Ntamack, que se puso a repartir patadas quirúrgicas y así fabricó otras dos marcas. La primera, ayudada por un error de Capuozzo en la recepción forzado por Penaud, que aprovechó Ramos; la segunda, con un timing perfecto entre El Príncipe y Dumortier, el nuevo arma del Gallo en los costados.
Todo parecía ir viento en popa para la vigente campeona camino a su 15º Trofeo Garibaldi, pero la cosa se empezó a torcer con la primera aparición relevante en ataque de Capuozzo, que recibió con carril por delante, bailó a un placador excelso como Alldritt y finalizó en el banderín. Los cinco puntos de renta con que llegó Francia al descanso sugerían un acelerón del Gallo para espantar las ilusiones italianas. En lugar de eso, se comió un ensayo de castigo en un intento de Ollivon de parar por lo criminal un poderoso maul local, que el costó la amarilla.
Con Francia en inferioridad, la parroquia asistió ojiplática al golpe de castigo pasado por Allan que daba la ventaja a la Azzurra. Quedaban 20 minutos para el final y la sorpresa cogía cuerpo. Sobre el césped y en las gradas se lo creían. Se palpaba el jolgorio. El sueño no duró mucho, porque cinco minutos después Jalibert coronó una ofensiva relámpago de Les Bleus asistido por una descarga de Taofifenua. Su grito de rabia le puso cara al sufrimiento del equipo. La defensa del Grand Slam sigue vigente, y seguramente contra Irlanda veamos otra cara. Sea como sea, es de justiciar atribuir buena parte del mérito de lo ocurrido este sábado en Roma a una Italia que ahora sí justifica su plaza.