Una plata hacia un año de “luz”
Lucía Martín-Portugués habla con AS tras lograr su primera medalla en Grand Prix. En 2022, estrenó su palmarés en Copa del Mundo con un oro, una plata y un bronce.
Año nuevo y, afortunadamente, todo sigue igual. Con un rugido explosivo y profundo, en 2022, Lucía Martín-Portugués (Villanueva de la Cañada, 32 años), “una leona”, soltó todo el talento que lleva dentro. Sus cualidades eran conocidas, se las había mostrado al mundo en categorías inferiores, pero se negaban a brillar dentro de la élite. “Estaba llamando a la puerta fuerte y al final la he derribado”, explicaba a AS en marzo, justo después de lograr su primera medalla internacional, en la Copa del Mundo de Atenas. De Grecia (plata) a Argelia (oro), pasando por Turquía (plata). “No me lo termino de creer. Trabajas mucho tiempo y, a veces, en una habitación oscura sin que ninguna luz brille. Psicológicamente, es muy duro. Que ahora esté recogiendo todos estos resultados de golpe es muy satisfactorio, pero quiero seguir pensando en el presente y seguir entrenando como cuando estaba a oscuras, aunque tengamos un poquito más de luz”, valora ahora la madrileña.
Tras conocer todos los cajones del podio en Copa del Mundo, Martín-Portugués ha estrenado 2023 con su primera medalla en Grand Prix. En Túnez, con una plata, dio continuidad a lo mostrado durante los últimos meses. Tras el atracón de éxitos, ya hay un nuevo banquete preparado. “Espero seguir en esta dinámica y que se puedan sumar todas las compañeras posibles. Que se sumen a mí en los resultados y que yo no los pierda”, pide. Es cuarta en el ranking mundial de sable, su mejor posición de siempre, y siente que “el trabajo está saliendo”. “Fuimos siete a la competición (en categoría femenina) y más de la mitad nos clasificamos para el segundo día. Y luego, Araceli (Navarro) y yo estuvimos en el top-8. Es un orgullo y una señal clara”, explica a este periódico. Ambas son embajadoras de la esgrima madrileña por el mundo, como un Carlos Llavador que, a más de 2.000 kilómetros de distancia, se colgaba el bronce en la Copa del Mundo de París.
El poder del equipo
“Al final, las primeras veces que llegas a cuartos hay nervios. ‘Quiero la medalla, quiero la medalla’, piensas. Cuando esa experiencia ya la conoces, cuando ya has perdido, la normalizas y las medallas se acercan. Ya sabes cómo encarar la situación”, desgrana Lucía, que también tiene la capital francesa en su cabeza. La ciudad del amor puede ser un destino histórico para la esgrima femenina española, pues nunca se ha logrado la clasificación por equipos para unos Juegos Olímpicos y, a día de hoy, el combinado nacional es el mejor posicionado a nivel europeo. Antes, sin embargo, se debe pasar por Cracovia y Milán. En junio, la ciudad polaca acogerá los Europeos; en julio, la italiana se convertirá en la sede de los Mundiales. “Espero que 2023 sea un año de luz”, desea Lucía, desatada desde que derribó esa puerta. El camino que se vislumbra tras ella, uno que ya ha empezado a andar, brilla muchísimo.