Un siglo entre espadas
José Luis Abajo, presidente de la Federación y bronce olímpico en Pekín, Carmen Ruíz, campeona del mundo en 1994, y Santiago Madrigal, presente y futuro nacional, hablan con AS en el centenario de la esgrima española.
Di, Panadera.
Un miércoles que partiera
el príncipe don Enrique
a buscar algún buen pique
para su espada ropera,
saliera sin otra espera
de Olmedo tan gran compaña,
que con mui fermosa maña
al Puerto se retrujera.
Las Coplas de la panadera, de autoría en discordia y escritas entre 1445 y 1450, son el primer texto en el que se registra la existencia de la espada ropera, una espada de hoja recta y larga, empuñada a una mano, que postula a España como el país en el que se originó la esgrima como deporte. Hay debate, con franceses, italianos y alemanes reclamando el honor, pero es innegable el peso español en la historia. “La esgrima es el único deporte olímpico de origen español”, defiende José Luis Abajo Gómez, conocido como Pirri, cuando sale el tema. Este 2024, la Real Federación Española de Esgrima (RFEE), entidad que él preside, ha cumplido 100 años. Y los celebra orgulloso. “Es un hito. Debemos pensar en todo lo hecho hasta ahora, pero también en todo lo que está por venir”, lanza en AS. Un siglo entre espadas. Muchos asaltos por disputar.
Tras 100 años de historia, la esgrima nacional tiene tantos motivos para celebrar como retos por delante. Pese a su ADN español, sigue siendo un deporte “exótico” en España. El año pasado, el número de licencias llegó a las 6.628, situándose sólo por delante del billar, la colombofilia, los deportes de invierno, el fútbol americano, la halterofilia, la motonáutica, el pentatlón moderno, el polo, el squash y el tiro a vuelo como deporte federado. Los resultados, sin embargo, sitúan a España como uno de los países a tener en cuenta internacionalmente. Sobre todo, desde la explosión en los años 90, con los Juegos de Barcelona 92 como detonante. “En los 70, empezaron a surgir una buena cantidad de maestros y una federación más moderna. En los 80, empezó a fraguarse lo que ha ocurrido desde Barcelona”, explica Pirri, el único medallista olímpico de la esgrima nacional, con un bronce en Pekín 2008.
Su metal, como él mismo remarca, es el “producto” de muchos. “El primer nombre que se me viene a la cabeza es el de Manuel Pereira”, empieza a enumerar el presidente de la RFEE, haciendo referencia al primer campeón del mundo de la esgrima española, en Denver 1989, y padre de Yulen Pereira, uno de los referentes de la espada actual. “Lanzó un mensaje muy poderoso a los demás de que podríamos conseguirlo”, añade. “Luego, me vienen a la cabeza Taymi Chappé y Rosa Castillejo”, sigue enumerando, sacando dos nombres vitales para la disciplina. Juntas, fueron campeonas del mundo por equipos en Atenas 1994. Chappé, que acercó mucho la esgrima al público más general, fue campeona del mundo individual en Lyon 1990 (bajo la bandera cubana) y bronce en Ciudad del Cabo 1997. “Y está Joaquín Campomanes, que fue básicamente el arquitecto de todo esto”, cierra, nombrando al maestro por excelencia de la esgrima española (fue deportista, seleccionador, director técnico, seleccionador y autor de un vademécum sobre la disciplina).
Avanzadas a su tiempo
En ese grupo que reinó en Atenas 1994, el primer equipo femenino español de cualquier deporte en proclamarse campeón del mundo, también estaba Carmen Ruiz. “Lo recuerdo con mucho cariño. Además, tuve la suerte de que me tocó tirar en el último asalto. A priori, yo era la más flojita del equipo y tiré el último tocado. Fue un trabajo en equipo fabuloso”, rememora con este periódico. Fueron pioneras absolutas. Hasta los Juegos de Atlanta 1996, la espada femenina no entró en los Juegos. Antes, las mujeres sólo competían en florete. Ellas, por nivel, podrían haber estado en esa cita olímpica, pero hubo “problemas de gestión”. “No teníamos las mismas herramientas de marketing que ahora. Hubiéramos sido un equipo muy vendible”, explica mientras traza paralelismos con el actual equipo de sable femenino, con Lucía Martín-Portugués, Araceli Navarro, Celia Pérez, Elena Hernández y Lucía Martín Portugués, ganadoras compulsivas de medallas, tanto colectiva como individualmente.
‘Las chicas del sable’, como se les conoce popularmente, de alguna manera, son hijas de aquellas espadistas, que rompieron muchas barreras dentro del deporte femenino. Más allá de los éxitos deportivos, fueron unas avanzadas a su tiempo. En 1988, Carmen, Cristina de Vargas (también campeona en el 94), Maite Bermejo y Charo González se financiaron el viaje para poder asistir al primer critérium internacional de esgrima que se celebró, en Le Mans. “Era la primera vez que salía de España. Yo tiré con un traje que me prestó un pentatleta, Eduardo Quesada, y con espadas de Fernando Peña”, retrocede. En 1991, y ante la imposibilidad de viajar al extranjero para competir por falta de presupuesto, escribieron una carta dirigida a la Federación, con Campomanes como director técnico, para poder participar en las competiciones masculinas, algo que les aceptaron durante un tiempo. “Queríamos subir el nivel, éramos muy ambiciosas, y a algunos les ganamos...”, recuerda entre risas.
“El motivo de esta carta no es otro, sino plantearle a usted un problema que tiene la espada femenina con respecto la posibilidad de salir a competiciones internacionales. Llevaremos cinco años o más de retraso con respecto a los demás países. Para que eso no ocurra, hemos pensado que, mientras el presupuesto no llegue, se podría arbitrar una solución para paliar, en cierta medida, ese estímulo de competir con tiradoras de nivel, dejando participar a un número determinado (5-8 primeras del ranking femenino), en las competiciones de espada masculina que se celebran en España. Y aunque no es lo mismo, ni es lo ideal, es una forma de ir adelantándonos al futuro cercano de esta modalidad”, se podía leer en la misiva.
Los Ángeles 2028, próximo capítulo
Del pasado al presente. Y del presente al futuro, dos tiempos que encarna a la perfección Santiago Madrigal, de 20 años. Este mismo noviembre, el madrileño, uno de los talentos más precoces jamás vistos a nivel nacional, se colgó su segunda medalla en Copa del Mundo, en Orán (Argelia). A golpe de éxitos, está conociendo la historia de su deporte. “Ahora que he empezado a hacer resultados, me he picado y he empezado a mirar un poco el ranking. He empezado a mirar quién más ha hecho medallas en Copas del Mundo en España, los medallistas mundiales... me fijo mucho en ellos. Ojalá igualar algún día todos esos registros y, quizás, superarlos”, dice con respeto y ambición. Dentro de su arma, el sable, recuerda a Jaime Martí, Fernando Medina, Jorge Pina o Fernando Casares; en general, a Carlos Llavador, dos veces olímpico y que tiene “el expediente completo”, o al propio Pirri, con el que comparte análisis de la situación actual de la esgrima española.
“Lo que más me gusta es que estamos consiguiendo muchas medallas en todas las armas y en todas las categorías inferiores. Hemos tratado de cuidar mucho la base y eso es lo que nos tiene que llevar a Los Ángeles 2028 con el objetivo de luchar por las medallas”, analiza el presidente de la RFEE, que este septiembre fue reelegido hasta 2028. “Somos una generación que ya desde jóvenes hemos empezado a hacer resultados. Mi equipo, el sable masculino, tenemos una media de 21 años y arrastramos un montón de medallas júniors en campeonatos del mundo y europeos. Estoy convencido de que si ahora mismo somos muy fuertes y la gente ya no nos mira como antes, dentro de cuatro años va a ser increíble. Me siento muy seguro del equipo que tenemos y del apoyo que recibe mi generación. Si todo sigue su curso, 2028 será un magnífico año para toda la esgrima española”, añade Madrigal. Empieza un nuevo siglo.
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