JUEGOS PARALÍMPICOS PARÍS 2024
Ponce se zambulle en plata
El catalán quedó segundo, por detrás del suizo Leo McCrea, y revalida la plata de Tokio 2020. Suma tres de estos metales en sus tres Juegos y no descarta que sean los últimos.
La plata ha sido, una vez más, el color de la medalla de Toni Ponce (Barcelona, 1987) en los 100 metros braza SB5. Hizo un tiempo de 1:2943, sólo superado por el suizo Leo McCrea con 1:27.15. De plata fueron también sus dos medallas en Tokio 2020 (200 metros libre y 100 metros braza), que estuvieron aderezadas con otros tres diplomas. Años antes, durante su participación en Río 2016, se había quedado en dos diplomas (400 libre S7 y 100 braza SB6). Esta era su prueba estrella, la que le había convertido en el vigente campeón de Europa en Madeira y del mundo en México 2017, Madeira 2022 y Mánchester 2023.
“Me deja un sabor agridulce porque soy más de plata en Juegos que otra cosa. He peleado hasta el final, he apretado con todo y he hecho un carrerón, pero esto son los Juegos, todo presión. Estoy más contento que con la plata de Tokio”, analizó en zona mixta el nadador, que descarta verse en los próximos Juegos: “No creo que me veáis en Los Ángeles. ¿Retirarme? No lo sé a día de hoy, tampoco te puedo decir en caliente. No quiero precipitarme. Tenía bastante claro que eran los últimos Juegos porque quería dedicar mi vida a mi familia. No me quiero perder años de mi niño”. De esa presión precisamente trabaja con su psicólogo Quique. “La cabeza a mí no me ha ayudado nada. Me autoexijo mucho”, confirmó el catalán, que estuvo arropado en la grada por su hijo y por su padre, que le veía por primera vez en unos Juegos.
El catalán sufre una paraparesia espástica bilateral, degenerativa, de nacimiento. Sus continuas caídas de niño alertaron a la familia de que no iba bien, pero los médicos tardaron en ponerle nombre y apellidos a todos esos síntomas. Él siguió con su vida normal. De hecho, jugaba al fútbol en el cole como uno más. A la piscina cayó por recomendación de los médicos y la dejó con 14 años, después de quedar último en una competición con personas sin discapacidad. Aparcó el deporte y estudió Fisioterapia, movido por su propia experiencia y los años y años de rehabilitación. Aunque su mayor revés no estuvo en la discapacidad, sino en el fallecimiento de su madre en 2009 por cáncer. Eso le puso la vida del revés.
Su última charla le dejó un consejo: “Lucha por sus sueños”. Por eso y por esos Juegos de Londres 2012 que siguió por televisión, decidió volver. Se puso en forma, después de llegar a pesar más de 100 kilos, pero ese sobreesfuerzo iba haciendo mella en su cuerpo hasta terminar en silla de ruedas. Los médicos le dieron un ultimátum porque cada paso hacia la élite, le mermaba más. Hoy en París sigue haciendo caso a su madre María Rosa —de quien tiene un tatuaje— en cada carrera, recordándola en cada brazada y dedicándola cada triunfo. Otra vez bañado en plata.