Mijaín López, el revolucionario cubano que superó a Phelps y Carl Lewis: “Nací con un don”
El luchador habla con AS como el deportista con más oros, cinco, en una misma prueba olímpica. “La retirada es definitiva”, ratifica.
Después de aplastar a Yasmani Acosta, Mijaín López se agachó, se desató las botas y las dejó en el centro del tapiz. Las huellas de una leyenda. “Cuando uno se quita las botas, está entregando el alma. Son tantos años de carrera deportiva, tantos años entregado a un deporte... ese momento es algo muy duro para cualquier deportista, pero siempre hay un principio y un final”, dice el cubano en conversación con AS. En el Arena Champ de Mars de París, el pasado mes de agosto, pisó por última vez unos Juegos. Dejó su legado para emprender un nuevo camino. Otra vez descalzo, fiel a sus humildes orígenes. Con su quinta medalla, se convirtió en el deportista con más oros en una misma prueba olímpica (lucha grecorromana, en los 130 kg). Desempató con los nadadores Michael Phels y Katie Ledecky, el atleta Carl Lewis, el regatista danés Paul Elvstrom y la luchadora japonesa Icho Kaori. Con la historia.
“Mijaín es un hombre sencillo, entregado a su deporte y que ama a toda la gente que le ha apoyado en su carrera deportiva. Venir de un pueblo tan humilde y ser uno de los mejores deportistas del mundo, implantando el récord de oros olímpicos, es algo inspirador, bonito y trascendental”, expone sobre su vida y sus orígenes, “la tierra”, en sus propias palabras, que le considera un héroe. Los Palacios, Consolación del Sur, Pinar del Río y, por supuesto, su Herradura natal. Toda Cuba, con matices por las inclinaciones políticas del luchador (es un gran defensor de la revolución y le dedica sus victorias a Fidel Castro), se desvive por un deportista que empezó su glorioso andar en Atenas 2004. Desde entonces, sólo pisó lo más alto del podio. Ahora, ya puede mirar atrás con otra perspectiva. Hasta con algo de vértigo.
“Quizás no me lo imaginaba... o sí”, duda cuando se le pregunta por la grandeza de su trayectoria. “Cuando alguien tiene pensamientos grandes y positivos en la vida, puede lograr cosas grandes. Desde que empecé en el deporte, yo ya decía que quería ser grande”, reflexiona Mijaín, que inició su carrera con el también luchador cubano Héctor Milián, oro en Barcelona 92, como referente. “Con nueve años, me lo presentaron. Era el mejor del mundo en ese momento y yo siempre decía que iba a ser más grande que él. Siempre ha sido un propósito que he tenido en mi carrera deportiva. Creo que todo lo que he logrado ha sido por esa mentalidad”, dice el Hércules de los Juegos, que siempre se ha sentido un elegido. “Nací con un don, con una fuerza natural desde pequeño. Me he cuidado mucho para las lesiones y he sido un deportista excepcional en ese sentido”, afirma.
Mientras cargaba cajas de fruta, el ascenso de Mijaín fue imparable. Con 18 años, ya estaba peleándose con los mayores. “Por eso me llaman El Niño. Es el apodo por el que realmente me reconocen y con el que me quedo (a lo largo de su carrera, también han sonado ‘El Terrible’ o ‘El Gigante de Herradura’)”, elige para los libros de historia. Su familia, “muy deportista”, siempre le apoyó. “Mi hermano (Michel) es boxeador, bronce olímpico en Atenas. Todos me inspiraron y yo tenía el talento, el tamaño, la fuerza y la voluntad”, resume. Lo ha tenido todo hasta el final, con entrenamientos que empezaban a las cinco de la madrugada, “una rutina muy fuerte” que le convenció para su adiós. “Ya lo venía pensando, pero después de los primeros tres combates (en París), sobre las 12:00 de la noche, tuve que salir para dar el peso. Me lastimé las rodillas en la carrera y la salud es lo primero. ‘Ya no hay más’, dije en ese momento”, revela. El día siguiente, subió al tapiz, ganó como siempre y dejó sus botas.
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