McIntosh, Marchand y Popovici, los sultanes de Singapur
Tercer oro de la canadiense, desanimada por no batir el récord mundial, y con Yu Zidi de nuevo cuarta. El francés arrasa en 200 estilos. Popovici, segunda mejor marca de la historia en 100 libre.
A falta del 800 libre femenino, cuya esperadísima final se reserva para el sábado, concentró la sesión vespertina de este jueves en cuestión de 40 minutos una auténtica lluvia de estrellas que, a diferencia de las Perseidas del inminente agosto, no son fugaces sino que primero deleitan por su velocidad y después brillan fijas en el firmamento. En el aniversario exacto de aquella antológica tarde en La Défense Arena del 31 de julio de 2024, donde Léon Marchand se volvió inmortal con dos oros y sendos récords olímpicos, en que Pan Zhanle arrasó la plusmarca mundial del 100 libre y Katie Ledecky se convirtió en la nadadora con más títulos en los Juegos, los Mundiales depararon otro rinconcito para la historia de la natación. Entregaba un sultán el oro a Summer McIntosh. No en vano, ella, Marchand y Popovici ya son los sultanes de Singapur.
Mientras World Aquatics se plantea cambiar el reglamento para que en el futuro no haya más casos como el de Yu Zidi -así lo reconoce su director ejecutivo, Brent Nowicki, en declaraciones a la agencia AFP-, por un instante la niña de 12 años dejó este jueves por la tarde de acaparar los focos, para que estos se centraran en quien va camino de convertirse en la gran triunfadora de estos Mundiales. No tiene 12, sino 18 años, que siguen siendo una extrema juventud por mucho que la edad de la china lo haya relativizado, pero Summer McIntosh ya se ha colgado tres oros individuales en Singapur 2025. Ha sobrepasado el ecuador de los cinco que persigue, y no parece tener freno.
La ‘decepción’ tras el oro
El primero de esos apuntes para el recuerdo se produjo en la final del 200 mariposa. Tal es el grado de perfeccionismo y excelencia de la canadiense que tocaba la pared con el oro indiscutible, tres segundos por delante de su perseguidora, y tanto ella como su entrenador de los últimos meses, Fred Vergnoux, e incluso sus padres en la grada, no reaccionaron con euforia sino con un gesto instintivo: echándose todos ellos las manos a la cabeza. Imagen impagable. Porque su objetivo más allá del título mundial era batir el récord del mundo legendario de Liu Zige, el más antiguo de la natación femenino, situado en 2:01.81 desde 2009.
Lo tuvo en la yema de los dedos con un tercer parcial de otro planeta, para alcanzar el último viraje dos décimas por debajo de ese tope, en un tiempo de 1:30.00. Pero en los últimos 15 metros, como ella misma reconocía nada más acabar la carrera, se le rompió el estilo. Y, pese a todo, su 2:01.99 no solo es su mejor marca personal, sino que también el récord del campeonato y de América. Extraordinario.
De entre las mortales, la estadounidense Regan Smith quedó a tres segundos exactos de la canadiense, por mucho que en los primeros 25 metros había nadado en el liderato, mientras que cerró el podio la australiana Elizabeth Dekkers, justo 29 centésimas por delante de una Yu Zidi (2:06.43) que, como en el 200 estilos, volvió a quedarse cuarta, a la orilla de las medallas. En los anteriores Mundiales, de Doha, sí hubiera subido la china al podio, ya que los metales estuvieron en 2:07.92.
Marchand, sin otro récord pero con otro oro
La siguiente hazaña, como si de pronto estos Mundiales desembocaran en un circo de ocho pistas en que cada maravilla vista con ojos de niño es igual o más impactante que la anterior, se produjo apenas un cuarto de hora más tarde. Bien pensado, hasta tiene su lógica tal paralelismo, puesto que etimológicamente Singapur quiere decir “ciudad de los leones”. Y los hubo en el mayor espectáculo del mundo, como los hay en el agua. O como lo hay. Uno. Léon. Marchand, por supuesto.
Se había quitado un peso de encima el francés, si es que la presión existe para él, al haber conseguido ya en las semifinales su principal misión de este campeonato: arrebatarle a Ryan Lochte el mítico récord del mundo en 200 estilos, del mismo modo que en Fukuoka 2023 relevó a Michael Phelps en el 400 estilos. “Es increíble”, exclamaría. De modo que, tras ese 1:52.69 y con la agenda despejada, a diferencia de los Juegos, se volvía a plantar Marchand como el único adversario de sí mismo.
Un podio ‘made in’ Bob Bowman
Tal cual lo volvió a demostrar, y eso que su compañero de equipo en Texas, Shaine Casas, trató de aguantarle, viéndole en todo momento los pies. El tercero en discordia, también pupilo de Bob Bowman, fue un Hubert Kos que les perdió a las primeras de cambio. “El podio ha sido muy especial para mí, por estar con mis compañeros de equipo”, resaltaba Marchand, poniendo en valor a su entrenador.
Ni logrando sus mejores marcas personales pudieron arrebatarle el estadounidense ni el húngaro el oro al francés, que esta vez no llegó a nadar bajo su propio tope, aunque se acercó y arrasó al resto, situándose ya en 52.57 en el ecuador, gracias a sus sobrenaturales nados bajo el agua antes incluso de su querida braza, y finalizando en 1:53.68, por el 1:54.30 de Casas y el 1:55.34 de Kos. Recibió Marchand la medalla de manos de su compatriota y exjugador de baloncesto Tony Parker.
Descomunal viraje de Popovici
Como en los subacuáticos interminables del fenómeno de Toulouse, casi no hubo tiempo para respirar antes de la siguiente finalísima. La del 100 libre masculino. Puestos a pedir, quizá hubiera sido aún más explosiva con un Pan Zhanle que, siendo campeón olímpico y plusmarquista mundial -todo ello exactamente 365 días atrás-, quedó eliminado en semifinales, como tampoco había pasado de las series en el 200 libre.
No se puede tener todo. Pero sí un previsible duelo entre David Popovici, absoluto favorito después de haber cosechado el pasado 28 de junio el hasta ahora segundo mejor tiempo de siempre (46.71, récord europeo) con un primer largo insuperable, y el campeón olímpico y mundial Kyle Chalmers, además de un Jack Alexy que fue el más veloz en semifinales.
Y tuvo emoción la final, puesto que el primer largo lo completó Popovici en cuarta posición, a más de una décima del ruso Egor Kornev, y por detrás también de Guilherme Caribé y de Alexy. Pero es que su viraje y sus últimos 50 metros fueron totalmente fuera de serie. “En el último año, lo que más he mejorado son los giros”, confesó con la bandera de Rumanía en las espaldas.
En 24.02 segundos trazó esa segunda vuelta, no solo para remontar al resto de sus rivales, dejando a Alexy a 41 centésimas y a Kyle Chalmers a 66, sino para conseguir de nuevo el segundo mejor tiempo de la historia, 46.51, a tan solo una décima del tope mundial de Zhanle (46.40), un año después. Y, por supuesto, lo que también es el récord del campeonato y de Europa.
En la cuarta final individual de la tarde, el 50 espalda femenino. se produjo un doblete estadounidense, con Katharine Berkoff (27.08) imponiéndose, a diferencia de las semifinales, sobre su compatriota Regan Smith, por 17 centésimas. La china Letian Wan le arrebató el bronce a la canadiense Kylie Masse por tan solo tres centésimas.
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Marrit Steenbergen (52.81) fue la más rápida en las semifinales del 100 libre, tan solo una centésima por delante de Mollie O’Callaghan y por delante también de Daria Klepikova. En el 200 braza, dominó Evgeniia Chikunova (2:20.65), ante Kate Douglass y Kotryna Teterevkova. Y en semifinales del 200 espalda masculino, los tres primeros fueron Pieter Coetze (1:54.22), Yohann Ndoye-Brouard y Hubert Kos.
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