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JUEGOS PARALÍMPICOS PARÍS 2024

Marta Arce, una abanderada de bronce: “Me retirará la vida”

La judoca se reencontró con la medalla doce años después. Es su cuarto metal en sus quintos Juegos, los más especiales, de los que fue abanderada.

París
Marta Arce, una abanderada de bronce: “Me retirará la vida”

Sin respiro, sin apenas digerir el bronce del tenis, cayó el de Marta Arce en la categoría de -57 kilos J2. La incombustible judoca, de 47 años, se impuso a la brasileña Lucía da Silva Teixeira por ippon en la primera acción del combate y se colgó una medalla, algo que no sucedía desde Londres 2012. “Ha sido la competición con más flow que he hecho nunca”, definió en zona mixta. Este es su cuarto metal en sus quintos Juegos, los más especiales, puesto que la vallisoletana fue la abanderada del equipo español en la ceremonia inaugural. Ella estuvo arropada por su marido y sus tres hijos Kenji, Issei y Yumi. Su llegada, la maternidad, le hizo perderse la cita de Río y regresó en Tokio.

Decir que el judo cambió su vida no es una hipérbole. “Llegué de casualidad. Apuntaron a mi hermano, pero a las nenas no y me dio pelusa. Durante la carrera, mis compañeros me explicaron cómo era y luego me enganché. No tuve casi acceso al deporte en la infancia ni en la adolescencia porque, en aquella época, la inclusión no se contemplaba. Si no podías hacer algo, te decían que te quitaras para no estorbar. Mi concepto de mí misma, como deportista, era pobre o nefasto. Me juzgaba con severidad. Y este ciclo, que ha sido duro, con más competiciones que nunca, a veces pensaba: ¿Por qué sigues?, tú no vales... pero con la ayuda de los compañeros y la psicóloga amueblas todo”, confiesa Marta, que suma un bronce a sus dos platas (Atenas 2004 y Pekín 2008), el bronce (Londres 2012) y el diploma (Tokio 2020).

Marta, que nació con albinismo óculo-cutáneo, está acostumbrada a remontar cada ‘no puedes’ que escuchaba. Ella es fisioterapeuta y coach, estudia Educación Social por la UNED y sabe cuatro idiomas (español, inglés, italiano y japonés). Nada se le pone por delante. “Parece que si lo haces es porque es fácil. Yo tengo ese síndrome de la impostora. Me costó admitirlo, pero me di cuenta este año cuando empecé a escalar. El deporte te lo corrige”, asegura la vallisoletana, protagonista de su propio documental La actitud del éxito. Es el camino hacia París con un final de medalla. Acaban los Juegos, no ella, con gasolina para rato. “Me acabará retirando la vida. No voy a decir nada más. Lo que me hace volver es pensar que esa puerta está cerrada”, concluyó.

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