La psicología de Cecilia
Cecilia Castro, campeona de Europa y bronce en los Mundiales de taekwondo, hace balance de su año en AS. “Estoy cerquita de los Juegos, hay que seguir”, celebra.
Al final del segundo y tercer asalto, Cecilia Castro se sintió campeona del mundo. La madrileña (San Agustín de Guadalix, 25 años) se fue de los Mundiales de Guadalajara (México), en noviembre, con la medalla de bronce, pero con la certeza de que, a día de hoy, es la mejor versión de sí misma. O una muy cercana. “Yo me veía ganadora. Me sentía superior y me veía muy concentrada. El público estaba en contra y me crecía. Era como ‘venga, animadla más, que yo estoy bien’. Era una sensación muy guay”, explica a este periódico. En las dos ocasiones en las que visualizó el oro, con empate en el marcador y pocos segundos en el reloj, propició una patada a la cabeza de su rival, la local Leslie Soltero, a la postre campeona. Castro sintió el contacto, pero el casco no funcionó. “No he puntuado, pero no pasa nada, me siento bien y siento que voy a volver a puntuar yo”, pensó en ambas ocasiones.
No fue así, pero Cecilia disfrutó como esa niña que, en su primera clase, se enamoró del taekwondo. “Me acuerdo perfectamente, me gustó mucho. Había muy buen equipo, se me daba bien, me empezaron a llevar con los mayores...”, rememora. En México, se sintió poderosa, imparable, plena, como a lo largo de casi toda la temporada. El año pasado, por estas fechas, era 16ª en el ranking olímpico. Ahora es 12ª (ha llegado a ser 8ª) con un oro en los Europeos, el bronce mundial y siete medallas en los once torneos internacionales en los que ha participado. “Siempre había ido sumando, pero de forma más progresiva. Este último año, he empezado a ascender bastante más rápido. Mejores sensaciones, mayor calidad de entrenamientos por estar mejor yo… todo se ve reflejado en los resultados”, revela. Tras ello, un punto de inflexión muy claro. “¿Hay algún momento exacto en el que todo empieza a cambiar?”. “Sí”, responde sin dudar.
La madrileña siempre ha estado ligada al mismo entrenador, Cristian Seijo, con el que empezó a trabajar con nueve años. “Siempre he tenido una preparación muy buena. Él (Cristian) es muy profesional, pero había una piececita que se debía enroscar un poquito más para que el coche funcionara de la forma más correcta”, metaforiza. Cecilia vivió un preolímpico cruel (se quedó a un solo punto de poder participar en los Juegos de Tokio), durante el que compitió sin las mejores sensaciones (”no estaba disfrutando y eso se nota”, revela). Buscó soluciones y las encontró en la psicología, materia de la que se graduó en septiembre. “No sabía cómo manejar la ansiedad y me puse en contacto con un psicólogo con el que llevo trabajando un año. Eso es lo que ha hecho que el resto del trabajo se engrase. Estaba bien hecho, pero no veía sus frutos porque algo fallaba”, analiza. “‘¿Y no eres tu propia psicóloga?’, me preguntan. Mmm... no, es un poco más complicado (risas). No es lo mismo que te digan algo desde fuera, verlo con otros ojos. Puedes conocer las herramientas, pero no te das cuenta de que las necesitas”, reflexiona.
Pérez-Reverte, compañero de éxitos
De Mánchester (Europeos) a México, Cecilia viajó acompañada de Arturo Pérez-Reverte. De una cita a la otra, la madrileña, gran lectora, devoró Sidi, El italiano y La tabla de Flandes. “Ahora, como no sabía qué leer, estoy con el primero de la trilogía de Carmen Mola (La novia gitana), pero… luego voy a volver a Pérez Reverte. Cuando te gusta uno…”, anticipa. Compañero de éxitos hacia unos Juegos cada vez más tangibles. “Si se sigue así, obviamente, se hace palpable, posible. El año que viene es el que más cuenta (para la clasificación), hay que mantenerse y dar el último empujón. Estoy muy cerquita y hay que seguir disfrutando, que es lo que más agradezco de esta temporada. Que te lo pases bien compitiendo es lo que quiere todo deportista, yo creo. Haberlo conseguido y acompañarlo con resultados… es lo que le deseo a la Cecilia del año que viene”, pide para 2023. En 2024, puede que en la carta a los reyes aparezcan libros para los hoteles parisinos.