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GIMNASIA RÍTMICA

La campeona de España María Añó denuncia el maltrato por parte de su entrenadora

María Añó, pentacampeona de España de gimnasia rítmica, relató en ABC y La Hora de La 1 los maltratos y las vejaciones que sufrió de su entrenadora.

La gimnasta española María Añó, durante una competición.
Twitter @MariaABPodium

La gimnasia rítmica española está en shock después de la denuncia realizada por la cinco veces campeona de España María Añó en el diario ABC, en la que la gimnasta denuncío haber sufrido abuso verbal, maltrato y vejaciones por parte de una de sus entrenadoras en el gimnasio de Benicarló donde entrenaba y donde tuvieron lugar estos hechos.

Tras el revuelo generado por sus declaraciones en ABC, Añó, de 20 años, pasó este miércoles por el programa La Hora de La 1 para narrar los duros episodios vividos y cómo el hecho de acudir a un psicólogo le hizo abrir los ojos para conocer de verdad la situación por la que estaba pasando. “Me acuerdo del día en que una de mis entrenadoras me dijo que estaba loca y que necesitaba un psicólogo porque estaba desquiciada y estaba loca. Rápidamente me fui a mi casa y le dije a mi madre: ‘Me ha dicho mi entrenadora que estoy loca y que necesito un psicólogo’. Entonces mi madre me apuntó al psicólogo y ahí es cuando él me abre los ojos y me dice: ‘María, lo que me estás relatando, lo que me estás diciendo que te están haciendo no es normal. No es normal que con la edad que tenía, te hablen de esa manera. No te pueden decir que, cuando sales a competir y fallas, te digan que sales a fallar y que las dejas en ridículo, que eres una gorda, que te pesen’. La gimnasia rítmica tiene disciplina y exigencia como cualquier deporte pero hay unos límites. Cuando voy al psicólogo abro los ojos y me doy cuenta de lo que está pasando ahí dentro y en las competiciones no es normal.

Un maltrato que también radicaba a la hora de alimentarse, ya que Añó relataba cómo esta entrenadora le dejaba sin comer cuando fallaba en una competición y el estricto régimen al que le sometía antes de algunas pruebas. “Me castigaban con la comida. Me restringian alimentos en todas las competiciones. En Valladolid, en una prueba de conjuntos mi compañera y yo fallamos y a las demás compañeras les dio el trozo de pollo que nos ticaba para cenar y a mi compañera y a mí nos dio el hueso y nos decía que no merecíamos comer porque habíamos fallado. En competiciones como el Mundial de 2018, la seleccionadora y la directora nos decían que estábamos cadáveres. Nos alimentábamos a base de sandía, que yo tenía brackets y me acuerdo que me costaba un montón comer sandía; de sopa, pero sin fideos porque era pasta y engordaba; tampoco nos dejaba comer plátano porque decía que engordaba bastante; y en el Europeo de 2018 los días que estuvimos nos alimentábamos a base de tónica”.

Una situación dramática que la propia Añó confesó que normalizó y que apenas lo comentaba con su familia, además de revelar que tenía miedo de decirlo por si eso repercutía en que se terminase su sueño de ser gimnasta. “Como era algo que pasaba habitualmente y no de forma puntual, yo lo normalicé. Salía llorando del entrenamiento, llegaba a mi casa, lloraba en mi habitación, me duchaba y me iba a dormir. Pocas veces he hablado con mi madre de que en los entrenamientos me decían o hacían esas cosas. Sí que es verdad que el peso lo veía todo el mundo. Lo que pasa es que era más personal que decir ‘Mamá, no puedo comer esto que me estás dando o que comen los primos en una comida familiar porque al día siguiente o esa tarde me van a pesar. Y como engorde 200 o 300 gramos me van a tener corriendo hasta que ella se canse’. Vivo en un pueblo en el que sólo está este club y si hablo o me quejo o si mi madre me quita de ese club o si por hablar me echan se acababa mi sueño. Era muy pequeña. No pensaba en que si hablaba se iba a solucionar, pensaba que si hablaba iba a empeorar las cosas. Como era algo habitual lo normalicé y solo me quedaba aguantar”.