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MONTAÑISMO

“Fuimos muy valientes... incluso inconscientes”

Álex Txikon habla con AS tras su histórico ascenso invernal al Manaslu, la 8ª montaña más alta del planeta con 8.163 m, una hazaña que sólo había logrado en 1983 otra expedición en invierno.

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Álex Txikon, en el Manaslu.
BOIKO COMUNICACIONDiarioAS

Álex Txikon, alpinista vizcaíno de 41 años holló junto a seis sherpas, la cima del Manaslu (la octava montaña más alta del planeta con 8.163 metros), su segundo ochomil invernal, tras enfrentarse a condiciones durísimas de frío extremo, hielo y fortísimo viento. Tras la odisea vivida comenta su experiencia con AS.

-¿Qué sensaciones tiene ahora que ha regresado a Katmandú?

-Me siento un poco vacío, no he hecho nada especial con respecto a las otras dos intentonas anteriores o en otras invernales. En este caso hemos tenido suerte con la ventana de buen tiempo y hemos podido hacer la cumbre. Es lo único que cambia. Tampoco éramos muy malos antes y ahora unos fenómenos. Han sido años de desencanto y ahora no estoy eufórico. Estoy tranquilo, dolorido, con la nariz, dedos y de las manos todavía insensibles y muy, muy cansado.

-¿Qué condiciones se encontraron durante la expedición?

-Frío, mucho frío. El día de cima salimos con 45 bajo cero, se nos congelaba el agua de las cantimploras. También mucho viento pero el día 6 amainó un poco y lo pudimos aprovechar.

-Todo comenzó con dos trekkings para aclimatar y llevar gente al campo base del Makalu y luego al del Everest.

-Sí, llevo ya tiempo en Nepal. Llegué al Base del Manaslu el día 26 de diciembre pero antes había guiado a un grupo al Makalu y luego al Everest.

-En este segundo le ocurrió una anécdota curiosa con Pasang Temba, el sherpa de cima con Martín Zabaleta en 1980, ¿no?

-Sí, pasamos por Pahdking, lugar en el que vive y fuimos a visitarle. En el grupo iba a Javi, un chico con parálisis cerebral, y nos sacamos unas fotos con él. Cuando me di cuenta de que apenas oía, lo bajé conmigo a Katmandú, le llevé al otorrino y le pusieron un audífono. Se animó y nos acompañó los primeros días al Base del Manaslu.

-Una vez en la montaña progresó muy rápido, ¿no?

-Se trata de una montaña peligrosa porque tiene zonas de cascada y de grietas. De mucho compromiso y valentía. Pocas veces me he enfrentado a retos de semejante nivel. Luego tiene tramos técnicos y muy empinados pero, si el tiempo te lo permite, no es la más complicada desde el punto de vista técnico. Lo que tienes que disfrutar es de buena suerte con las condiciones.

-Hizo directamente el tramo Campo Base-Campo 2. Un gran esfuerzo, ¿no?

-Es que superamos un desnivel de casi 1.800 metros en un solo día. La progresión fue rápida porque apenas montamos cuerdas en la ruta. Hemos subido en un estilo bastante alpino. Y cargados con tiendas, material, comida y todo lo que nos iba a hacer falta en altura. Llegamos machacados pero contentos por el esfuerzo realizado.

-De allí al 3 con mucho viento y frio, ¿verdad?

-Es que a veces tienes que quedarte en la tienda o darte la vuelta pero el instinto de subir también lo tienes. Salimos con unas condiciones terribles y montamos el campamento 3 sin poder abrir casi las mochilas, las cremalleras de las tiendas solidificadas y unas condiciones extremas.

-¿Cómo fue del día de cumbre?

-Salimos a las 10:30 de la noche con frontales, fuimos muy valientes, lanzados e incluso inconscientes. A ver cómo salía el día. Y cuando fue levantando vimos que el cielo estaba despejado y que era nuestra verdadera oportunidad. Hicimos cumbre siete alpinistas. Yo sin oxigeno artificial y los sherpas con botellas. Pero fallaron los reguladores y muchos de ellos apenas las pudieron utilizar.

-Hacen cima a las 9:30 hora local. Magnífico para poder descender con tiempo, ¿no?

-Sí, nos dimos prisa aunque al bajar hubo momentos de tensión, agotamiento porque lo que te apetece es parar, sentarte y descansar. Al principio fue duro pero luego nos entró un chute de vitalidad y conseguimos alcanzar el campo 2, el Base Avanzado.

-Y entonces a alimentarse y a beber líquidos si es que el cuerpo los acepta, ¿cierto?

-Pero si el agua estaba congelada, era un bloque total. Las cantimploras eran como piedras. Rompí una de un cramponazo y más que beber lo que pudimos hacer es sorber hilillos de agua. Una cantimplora para siete personas, imagina.

-¿Cuáles fueron los momentos más peliagudos de la expedición?

-El primero cuando Pasang Nurbu se cayó en una grieta, que nos dio un susto tremendo y, el segundo, cuando Maila Sherpa se despeñó por una ladera y vimos caer su cuerpo dando volteretas. Al final se quedó en un susto y pudo seguir.

-Usted iba a compartir el permiso invernal con Simone Moro. Pero el italiano anunció que llegaría al Base en enero y, si lo hace ahora, usted ya no estará.

-Una pena, es como mi hermano. Me transmite sabiduría y paz. A 6.200 metros, donde se dio la vuelta la última vez, me acordé de él y casi le hice un homenaje. Es como si me estuviera acompañándome en la montaña durante toda la ascensión.

-Ahora está en Katmandú. ¿Qué planes tiene?

-Lo que me toca es visita al ministerio, papeleos, recuperación del material, tiendas y equipos y pensar en el regreso. Y descansar, y comer bien y calentito.

-¿Cuándo regresa a casa?

-Ahora no lo tengo muy claro. Igual hago una parada en Pakistán y me acerco al K-2 a echar una mano a unos amigos que andan por allí en estos momentos. Quizás en febrero o así.