Fran Garrigós: “Sin una medalla me hubiera retirado”
El judoca, el primer metal español en los Juegos, visita la redacción de AS con su bronce. “Mi objetivo es estar en Los Ángeles”, asegura.
De su bolsillo izquierdo, Fran Garrigós coge aquello por lo que tanto había luchado. Los que le conocen, especialmente su entrenador, Quino Ruiz, dicen que es “un trabajador incansable”, una persona que lo hace todo al 100%, también en su día a día. “Aquí está”, dice con una sonrisa enorme cuando, de una bolsita, saca el bronce que se colgó en los Juegos Olímpicos de París, la primera medalla de la delegación española. Se la deja a todos los presentes en la redacción de AS, incluido su director, Vicente Jiménez. A todo el mundo le llama la atención lo mismo: el estado del metal. “La verdad es que no salieron muy bien”, dice Garrigós entre risas. “La gané hace unos 50 días, pero parece que han pasado 50 años. Sólo ha ocurrido con los bronces. Las platas y los oros no se han estropeado. Ya hemos pedido que nos los cambien”, revela el madrileño.
Es el primer día de Garrigós en el Dojo Quino, en Brunete, de donde salieron cinco de los nueve olímpicos del judo español. Tras 15 días en Tailandia, acompañado de su novia, la también judoca y medallista mundial Ana Pérez Box, que le acompaña en la visita al periódico, vuelve a la intensidad de siempre. Por la mañana, físico; por la tarde, tatami. Entre sesiones, y después de haber sido pregonero tanto en Brunete como en su Móstoles natal, se sienta para recordar todo lo vivido en París, algo con lo que soñaba desde los “ocho o nueve años”. “Empecé en el judo porque era muy nervioso. De pequeño, ya quería ser medallista olímpico y mundial”, recuerda antes de resumir la envergadura de un podio olímpico. “Es totalmente diferente a cualquier otra cosa. Puedo ganar diez veces el Campeonato del Mundo que, al final, lo que importa son los Juegos. Sobre todo, en estos deportes que son menos visibles”, cuantifica.
El eco de una medalla olímpica llega a todos los rincones. Este sábado, Garrigós, del Real Madrid, aunque sólo sigue el fútbol “en partidos importantes”, estará en el duelo contra el Espanyol como invitado. “Nos escribió Butragueño. Vamos unos cuantos olímpicos y no haré saque de honor, aunque me gustaría. Ya me invitaron cuando fui campeón del mundo”, revela el judoca, con un palmarés extensísimo. Además del bronce olímpico y el oro mundial, Fran también cuenta con un bronce planetario y siete medallas (tres oros) en Europeos. En París, después de quedarse fuera del podio tanto en Río como en Tokio, completó la triple corona. Ahora, quiere estar en Los Ángeles 2028, aunque su carrera peligró después de su experiencia en Japón, cuando pensó en la retirada. No ha sido la única vez. Antes de los últimos Juegos, la idea volvió a rondar por su cabeza.
“Antes de París, pensaba en retirarme. Luego, saqué la medalla y siento que estoy en el mejor momento de mi vida. No es el momento de retirarme. He pensado en Los Ángeles como objetivo a largo plazo. Tengo 29 años y tengo que ir año a año, pero me gustaría estar. Viendo los combates, viendo que las semifinales se me fueron por un error, tengo ganas de más”, confirma Garrigós, cuya carrera se ha tambaleado en más ocasiones. “Mi padre se dedicaba a la construcción y, en la crisis, prácticamente no teníamos nada. Hubo un momento en el que mis hermanas (le sacan siete y nueve años) ayudaron mucho, porque también trabajaban, pero en mi casa no había ingresos. Mis padres, mis hermanas o mis tíos siempre han estado para apoyarme”, agradece Fran, sin patrocinadores más allá de Daedo para los judogis. “Ojalá ahora se anime alguna empresa”, desea. La vida del judoca en España.
De un autobús perdido al lío japonés
Todo cambió el 27 de julio, aunque no empezó de la mejor manera. El autobús que llevó a Garrigós al Champ de Mars Arena, al lado de la Torre Eiffel, sede del judo, se perdió. “Estaban muchos puentes cortados por la inauguración. Estábamos en la otra orilla del Sena. El del autobús tuvo que dar la vuelta varias veces y, al final, un italiano del vóley, enfadado, se puso delante con el conductor con el GPS”, recuerda Ana entre risas. De ese accidentado inicio al combate por el bronce, para el que Fran liberó tensiones con unos chistes. De las cinco oportunidades que el judo español tuvo para subir al podio, fue la única que triunfó. “El papel fue muy bueno. Nos faltó esa suerte de haber podido decantar alguna medalla más. Podría haber sido al revés, cuatro bronces y un quinto puesto, y hubiera sido una locura para el judo”, reivindica el madrileño sobre el papel de la delegación.
En París, y con la experiencia de dos Juegos sobre sus espaldas, Garrigós hizo valer su experiencia. “Estuve bastante tranquilo todos los Juegos. No miraba ni el móvil (algo que suele hacer en sus competiciones). Sólo hablaba con Ana”, explica. Todo fluyó sin problemas, menos en cuartos de final, cuando venció al japonés Ryuju Nagayama. Tras la victoria, Garrigós, así como su entorno, recibió amenazas desde el país nipón. El español no escuchó un primer mate (cuando el árbitro para el combate) y en el segundo, cuando ya sí se percató del aviso, Nagayama ya había perdido por ippon (la máxima puntuación). “Fue una locura. Fácilmente, me llegaron un millón de comentarios”, recuerda Garrigós. “Nos escribían que era un asesino, que lo iban a matar...”, revela Ana mientras enseña los comentarios en su Instagram. Tras una foto de Garrigós y Nagayama en la Villa, como símbolo de paz, todo quedó en anécdota. Un capítulo más de un bronce para la historia.
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