¡España, 18 veces campeona!
Igual que la femenina, la Selección masculina recupera el reinado mundial, siete años después del último título, al arrebatárselo a Argentina en una hermosa final. Final feliz para Cabestany.
No merecía otro desenlace que el final feliz la etapa de Guillem Cabestany al frente de la Selección española masculina de hockey patines. Vigentes reyes de Europa, sí, pero con la “espina” reconocida de recuperar un título mundial que nadie había ganado tantas veces como España, pero que se escurrió demasiado pronto en el campeonato de 2022 y que, antes del seleccionador, tampoco había podido conquistar en 2019. Tenía que ser ante el vigente campeón mundial, Argentina, valiéndose de un descomunal arranque, y tras una agónica semifinal contra Portugal, cómo la Selección conquistaba este domingo en Novara (Italia), siete años después de la anterior, su decimoctava corona mundial. Con una emoción incontenible, uniéndose al título femenino en una semana para enmarcar.
Perdió España el respeto con el que había jugado el tramo inicial de su semifinal contra Portugal e irrumpió a degüello. Porque las finales están para ganarlas. Lo sabía César Carballeira, celebrando como medio título el 0-1, cuando tan solo habían transcurrido 29 segundos. En el primer ataque, para qué perder tiempo, se revolvió el gallego desde detrás de la portería para sorprender a Constantino Acevedo, el guardameta argentino.
Para cuando los albicelestes gozaron de su primer tiro a puerta, el de un Gonzalo Romero que había descansado en semifinales, entre Marc Grau y Pau Bargalló ya habían probado suerte varias veces. Y en la siguiente, a los tres minutos de partido, el capitán condujo desde la izquierda, se impulsó, armó el brazo y embocó el stick con una descomunal potencia, como quien tiene por rutina decidir mundiales, para colar por toda la escuadra el 0-2.
No se lo creía desde la banda José Luis el Negro Páez, mítico exjugador y ahora seleccionador de una Argentina totalmente descolocada. Y eso que la fortuna se alió con ellos en un mano a mano de Sergi Aragonés con Acevedo y en un disparo al palo de Bargalló, aunque también en la madera estrelló otro Ezequiel Mena, en una de las poquísimas apariciones albicelestes en medio del ciclón español.
“Os tienen pánico”
“Espectacular”, les decía a los jugadores Cabestany en el primer tiempo muerto del encuentro. “Os tienen pánico”, añadía, orgulloso. Un discurso que contrastaba con el que ofrecía Páez a los suyos, refiriéndose al portero español: “No es Dios quien está en la portería, es humano como nosotros”. Acaso los sudamericanos perdieron algo de miedo en el tramo final del primer tiempo, intentando sacar partido de los contraataques, aun sin grandes ocasiones. Se dio cuenta el combinado estatal, que pausó el juego como medida preventiva.
Incluso tuvo España ocasiones claras para anotar el tercero antes del descanso, con disparos de Bargalló y de Aragonés que detuvo nuevamente Acevedo. Un sinfín de oportunidades en el primer acto pero solo dos goles, una renta que si ya se antojaba corta, pasó a la mínima expresión a falta de 45 segundos para la media parte. Ya tardaba en aparecer Lucas Ordóñez, autor de diez goles hasta las semifinales e inminente compañero de Bargalló en el Benfica, quien recogió el rechace de Carles Grau a tiro de Facundo Navarro para establecer el 1-2.
Había despertado Ordóñez, quien en una genialidad individual a punto estuvo de empatar en la reanudación, y la albiceleste al completo, que se valió de su poderío físico -como el que provocó la tarjeta azul para Marc Grau y Mena- para imponer por vez primera su dominio, para asediar a Carles Grau, quien se tuvo que multiplicar. Aun así, en un aislado contragolpe, tuvo Aragonés el tercero.
Con los acercamientos de Mena, de Reinaldo García, de Facundo Navarro, pero también de Carballeira, Alabart o por supuesto Bargalló, alcanzó la final sus minutos culminantes. A los que llegaba España a una falta de provocar un tiro libre de Argentina. Y con Marc Grau estrellando en el palo lo que habría sido la definitiva sentencia. No va más, que diría un croupier. Y el suspense no pudo ser mayor, cuando a tres segundos para el final detuvo Carles Grau la última intentona albiceleste. Brutal. Inmenso. ¡Campeones!
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