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FÚTBOL SALA | JAVI RODRÍGUEZ

Doloroso fin de ciclo

La Selección, obligada a hacer autocrítica tras la debacle mundialista. “Hemos tocado fondo”, valora una leyenda como Javi Rodríguez.

Andiján (Uzbekistán)
Doloroso fin de ciclo

El Mundial de fútbol sala de Uzbekistán quedará en la historia como el peor gran torneo de España en 35 años. La bicampeona mundial y heptacampeona europea se marchaba a casa en unos octavos de final ante Venezuela que ponían de manifiesto que está lejos de ser lo que fue. Las caras de la expedición tras la derrota mezclaban la incredulidad y la decepción, empezando por su seleccionador, Fede Vidal. “Es mi responsabilidad”, no rehuía el técnico, que calificaba como “fracaso” la temprana eliminación.

Un diagnóstico en el que coincidía una leyenda presente en Andiján, Javi Rodríguez: “Es un fracaso mayúsculo. Yo he sido afortunado de ganar las dos estrellas que esta camiseta luce en el pecho y siento que ese respeto nos lo han perdido”. El que fuera capitán de una Selección con la que conquistó dos Mundiales y cuatro Eurocopas, atendía a AS aún afectado por lo que había visto y pedía autocrítica a todos los niveles: “Hemos tocado fondo, y cuando eso pasa, hacen falta cambios. Y no creo que haya que focalizarlo todo en la figura del seleccionador. España siempre se caracterizó en que si fallamos uno, fallamos todos”.

“Hay que confiar en nuestro fútbol sala, se hace un gran trabajo en todos los estamentos y volverá a pelear por títulos”, defendía Vidal. Un seleccionador que se presentaba a este Mundial sin haber llevado a esta Selección a ninguna final en seis años, en un cargo que ostentó salvo por un paréntesis por problemas de salud. Segundo de José Venancio López, tomó su relevo cuando este cerró una etapa en el banquillo tras caer en la final de la Eurocopa de 2018 ante una Portugal que comenzaba su ciclo dorado.

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Ya el torneo había comenzado con una idea que sobrevolaba, la de un posible relevo para el entrenador jerezano en un futuro próximo. El nombre de Jesús Velasco, el laureado exentrenador de Movistar y Barça entre otros, había sonado con fuerza antes de que se afrontara un reto tan importante como la cita mundialista. Una figura que se hacía más real este miércoles durante la debacle ante Venezuela, cuando las cámaras del pabellón le enfocaban sentado en las gradas, con la cara de circunstancias con la que acabó todo el fútbol sala español.

Vidal había sido criticado desde antes de la convocatoria, de la que se le hicieron los siempre inevitables reproches que conllevan este cargo por llevar a uno y no a otro: no se entendió la poca presencia de pívots puros, por ejemplo, y ante Venezuela apenas recurrió a un Gordillo, que había sido clave en el otro mal momento de España en el torneo, el duelo ante Kazajistán. En esa lista de 14, en la que el del Palma solo entró por la lesión de César, Vidal había hecho apuestas arriesgadas. Una fue la confianza ciega en una estrella incuestionable como Sergio Lozano, quien llegaba de una mala racha de lesiones. Pero a sus 35 años se soñaba con un último baile mundialista a la altura de todo lo que ha aportado a este deporte. “Tenía que estar, puede ser determinante en este tipo de torneos”, justificaba el seleccionador, pero esa explicación perdía peso a los pocos minutos del primer partido, cuando desafortunadamente el ala caía lesionado y el reglamento no permitía su sustitución.

Sin embargo, todos esos detalles se parecían haber dejado de lado una vez que la Selección empezó a competir. Como reflexionaba en la previa otro mito campeón del mundo como Luis Amado, presente como delegado de la expedición, “la Selección es la que tira del carro de todo un deporte como el fútbol sala”. Los éxitos de esta repercute en liga, clubes, formación... Esa responsabilidad, junto a la buena imagen con la que se cerró la fase de grupos, el talento de varios jugadores destacados, el extenuante trabajo de todos los profesionales que rodean al equipo y la esperanza de que España volviera a imponer respeto en el panorama mundial, pareció por un momento que haría que todo se encauzara gracias al objetivo común.

Pero la derrota ante Venezuela provocó que todas esas dudas volvieran a estar de relieve cuando todavía los jugadores españoles se retiraban cabizbajos de la pista del Complejo Universal de Andiján, una ciudad ya maldita en la historia del futsal español. Una disciplina que en España llegó a lo más alto y ha firmado páginas doradas en el laureado deporte nacional. Pero al que la zozobra de su buque insignia, la Selección, ha puesto de manifiesto la necesidad de afrontar un nuevo ciclo.

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