Del sueño roto a rey del kayak
Carlos Arévalo se fue del Mundial de Halifax con dos oros y la sensación de que por fin la ‘justicia divina’ le ha devuelto tanto trabajo y esfuerzo.
Carlos Arévalo (06/12/1993) soñaba con ir a los Juegos de Río. Destacaba en categorías inferiores y con 18 años se unió a Cristian Toro con el firme propósito de ser el dúo del K2 200 que acudiría a Brasil. Ocho meses antes de la cita los técnicos decidieron que Craviotto acompañaría a Toro. Arévalo se quedó sin sueño... y sin futuro. Y tomó una decisión clave: hizo la mili, juró bandera y se alistó en el Centro de Formación de Tropa número 1 de Cáceres. En enero de 2018 pidió el traslado al Regimiento de Infantería Príncipe número 3 del acuartelamiento Cabo Noval en Asturias.
Su vida cambió radicalmente. Viró todo su futuro y el ejército se convirtió en su presente... aunque no dejó de dar paladas. El destino quiso que a cuarenta días del Mundial de Szeged (Hungría) Toro causara baja en el K4 500 “por falta de motivación”. Arévalo era el elegido para suplirle. Debía trabajar como un animal para preparase y acoplarse, aunque ya entrenaba con ellos, a un trío hecho y asentado con nombres clave del piragüismo en España: Craviotto, Cooper y Germade.
Arévalo se exprimió y transformó las dudas en certezas y en una plata mundialista con billete para Tokio. El sueño regresaba... pero la pandemia lo interrumpía. El coloso de 190 centímetros y 90 kilos se enfundó de nuevo el uniforme para organizar la logística y el despliegue de sus compañeros por la zona para desinfectar lugares públicos y controlar el cumplimiento del confinamiento.
Al volver a casa seguía fiel a sus horas en el ergómetro (simulador de remo) y su bici estática. Tokio llegó con retraso y Arévalo cumplió su deseo infantil y sumó la plata con sus tres compañeros del K4 500. En Canadá el destino le ha ofrecido ser la gran estrella de los Mundiales con un doble oro. El ‘esperado’ del K4 de nuevo junto a Saúl, Marcus y Rodrigo... y el individual en K1 200.