BOXEO | BCN SPORTS FILM FESTIVAL
Battling Siki, el olvidado primer campeón del mundo nacido en África
‘Return to your corner’, mejor documental del BCN Sports Film Festival, retrata la desconocida figura de un púgil que fue luchador contra el racismo, héroe de guerra y víctima de la mafia.
Coinciden sus biógrafos en que fue uno de los primeros personajes públicos que plantaron cara a la segregación, en una sociedad profundamente racista. Y en que tanto se banalizaron sus gestas que primero acabaron caricaturizadas y al final cayeron directamente en el olvido. Pero Louis Mbarick Fall, o Battling Siki, como se le conoció internacionalmente en el ámbito del boxeo, fue el primer campeón del mundo nacido en África. Y esa distinción, por mucho que se haya denigrado con el paso del tiempo, trata de reconocerla la película Return to your corner, del director Ashley Morrison, premiada como Mejor Documental en el BCN Sports Film Festival celebrado esta última semana en la Ciudad Condal.
Nacido en la ciudad de Saint Louis, Senegal, en 1897 cuando el país era todavía una colonia francesa, siendo todavía un niño de 11 años una actriz llamada Elaine Grosse le propuso embarcar rumbo a Marsella, donde lo acabó abandonando, condenado a vivir en la indigencia hasta que recaló en Niza y, en 1912, quiso la casualidad que acabara limpiando en un gimnasio. Y allí empezó su carrera, inicialmente como sparring y, una vez expuestas sus cualidades, como boxeador, debutante a los 15 años. Pero estalló la Primera Guerra Mundial y, con ella, su alistamiento al ejército francés, en un Octavo Regimiento Colonial de Toulon con el que protagonizó batallas tan cruentas que le valieron heridas, una hospitalización y tanto la Medalla Militar como la Cruz de Guerra por hasta siete acciones heroicas.
Con boxeadores estadounidenses se había ido fogueando aprovechando los permisos militares, hasta que al concluir la contienda se marchó a París e inició una carrera de éxito que le llevaría, el 24 de septiembre de 1922 en Square Buffalo, al punto álgido de su leyenda. El combate por el título del peso medio mundial ante el vigente campeón, Georges Carpentier, quien no se tomó demasiado en serio su lucha contra un negro, por lo que en lugar de entrenarse se dedicó a pescar. Sabía lo que hacía, pues en paralelo a Battling Siki le formulaban una oferta para que se dejara ganar. Y lo aceptó en primera instancia, con un pésimo disimulo cada vez que se tiraba a la lona, lo que provocó el grito de “tongo, tongo” en un público entre el que, según algunas crónicas, se encontraba Ernest Hemingway.
Así que Carpentier, para darle mayor verosimilitud a la pelea amañada, empezó a golpear de verdad. Pero Battling, lejos de desmoronarse tal como estaba previsto, se sintió humillado y también le devolvió uno tras otro los golpes. Y, cuando ya estaba a punto de noquear a su rival, el árbitro, obviamente también comprado, decidió descalificarle por una supuesta patada. Lo que se desencadenó fue una batalla campal entre el público, que empezó a lanzar las sillas hacia el ring. De modo que los observadores de la federación francesa de boxeo se marcharon de incógnito a reflexionar a un hotel cercano, para regresar al cabo de una hora y declararle campeón. Lo había conseguido.
Sin embargo, a Battling Siki le atribuyeron unas supuestas malas artes en el combate que comportaron la nulidad del premio que debería haber recibido en metálico y, lo que es peor, la retirada de su licencia, lo cual le impidió boxear más en Europa salvo un combate en Dublín, en plenos disturbios durante el primer día de San Patricio posterior a la independencia de Irlanda.
En ese contexto, tuvo Battling Siki la idea de mudarse a los Estados Unidos, probablemente el país más racista del planeta en aquel momento, a donde llegó el 25 de agosto de 1923. Y, para adaptarse, tuvo que acabar aceptando que lo trataran como una suerte de animal, de caníbal, por el mero hecho de ser negro. “¿Por qué decís que vivo en la jungla? Nunca he estado, siempre he vivido en ciudades grandes”, reprochaba ante una prensa que lo bautizó como el ‘Championzé’ (una mezcla entre campeón y chimpancé) o como ‘Louis the Ape’ (Louis el simio), en función del tabloide. “El hombre al que trataron como un chiste”, lo califica uno de sus biógrafos.
En ese ambiente turbio, protagonizó Battling Siki situaciones como la protesta en un restaurante que no le daba de cenar por ser negro, que le comportó una detención y la proclamación involuntaria, pero certera, como uno de los primeros luchadores contra la segregación racial. Y en el plano pugilístico no le quedó más remedio que participar en unas cuantas peleas amañadas, hasta que en Memphis ganó un combate que no le pertocaba, por lo que sería apuñalado unos días después por la calle, afortunadamente sin mayores consecuencias que algunas heridas leves.
No corrió la misma suerte la madrugada del 15 de diciembre de 1925, cuando la policía se lo encontró en la calle 41 de Manhattan con dos disparos en la espalda. Murió desangrado y, aunque nunca se condenó a los culpables, la principal teoría sobre su asesinato inculpa a la mafia que controlaba las apuestas deportivas en todos los Estados Unidos, a la que había desafiado al no respetar el resultado en alguno de esos combates amañados.
“La ley de la jungla acabó con Louis el simio”, titulaba con una lamentable falta de respeto digna de la época uno de los diarios norteamericanos que reflejaron su muerte y posterior entierro, sin honores ni lujos, en Nueva York. No fue hasta 1993 cuando, gracias al Consejo Mundial de Boxeo, sus restos mortales fueron devueltos a su ciudad natal, en Senegal. Donde sí sigue siendo un héroe. Y también, aunque para el resto del planeta haya caído en el olvido, el primer campeón mundial nacido en África.