“Aún hay clichés que nos tenemos que quitar de la cabeza”
Paloma del Río, Jennifer Pareja, Gema Pascual, Eva Moral y Raquel González se reúnen en AS por el 8M. Los despachos o la conciliación, aspectos a mejorar.
En los próximos Juegos, se alcanzará la paridad en cuanto a participación masculina y femenina por primera vez en la historia. Una zancada importante en una carrera con aún kilómetros por recorrer. “Este dato no quiere decir que se haya logrado la igualdad en el mundo del deporte”, destacó Paloma del Río en la quinta entrega de los ‘Encuentros Olímpicos’ de AS, una serie que se extenderá hasta París 2024 (del 26 de julio al 11 de agosto) y que contará con muchos de los representantes españoles en la cita francesa. En esta ocasión, motivada por el Día Internacional de la Mujer, con una dirección clara y hablando en femenino.
“Tenemos una puerta muy difícil de abrir en el paso de deportistas a entrenadoras”
“En un día especial, teníamos que hacer un encuentro especial”, dijo el director de AS, Vicente Jiménez, para iniciar la conversación. “Es todo un honor estar acompañada por mujeres tan inspiradoras en el mundo del deporte”, le tomó el testigo Lourdes Rebollo, subdirectora y responsable de AS TV. A su derecha, además de Paloma, periodista pionera y una de las grandes voces del olimpismo, se situaban Jennifer Pareja, Eva Moral, Gema Pascual y Raquel González. Todas ellas, con experiencia olímpica. Dos, Raquel y Eva, todavía en activo; las otras dos, por su parte, en el otro lado del deporte, el de los despachos y las entrenadoras, esferas en las que todavía queda mucho por hacer.
“Hemos tenido una puerta cerrada o muy difícil de abrir en el paso de deportistas a entrenadoras. Y todavía sigue siendo así. No creo que se nos tenga tan en cuenta como a un hombre. Yo llegué de forma inesperada”, describió Pascual, seleccionadora española de ciclismo en ruta (del equipo femenino) y coordinadora de pista en la Real Federación Española de Ciclismo. El caso de Gema, que fue diploma olímpico en Atenas 2004, es excepcional. Sólo el 10% de los entrenadores en unos Juegos son mujeres y, en España, sólo hay cuatro seleccionadoras nacionales: ella, Alejandra Quereda (gimnasia rítmica), Lucía Guisado (gimnasia artística) y Montse Tomé (fútbol). Un muro que se traslada a los despachos, donde la barrera a salvar es todavía más alta. A día de hoy, en España, sólo hay dos presidentas de federaciones olímpicas: Asunción Loriente (remo) y Elisa Aguilar (baloncesto). A ellas, ya fuera del olimpismo, se puede añadir a Isabel García Sanz (salvamento y socorrismo).
El (alto) muro de los despachos
Jennifer Pareja, directora del programa ADO desde febrero del año pasado, se está abriendo paso en el mundo de las corbatas. “Yo soy afortunada. El deporte me dio las herramientas para aprovechar las oportunidades. En materia de igualdad, es justo lo que falta: entrenadoras y directivas”, enfatizó la que fuera mejor jugadora de waterpolo del mundo en el año 2013, cuando también se proclamó campeona planetaria. “Mi salida del deporte fue un poco traumática y el cambio de la piscina al despacho fue muy duro”, recordó Pareja, también plata olímpica en Londres 2012, antes de valorar el trabajo que se está haciendo desde el Consejo Superior de Deportes (CSD), el entorno en el que ahora se gana el espacio. “Hay políticas de igualdad de género y se incentiva la formación de directivas, entrenadoras o árbitras. Siguen faltando oportunidades, e igual tiro piedras sobre mi tejado, pero también nos tenemos que atrever”, contrapuso.
“Faltan mujeres directivas. Mi cambio de la piscina al despacho fue muy duro”
Detrás de esa falta de atrevimiento, puede que se esconda una falta de referentes. Los pósteres de hoy de Alexia Putellas o Aitana Bonmatí, de cualquiera de las campeonas del mundo, son las futbolistas del mañana. Antes, e incluso ahora para algunos, sin embargo, el fútbol podía ser considerado “un deporte de hombres”. “En mis primeros años, me hicieron sentir una intrusa. Nos decían que nos dedicáramos a los deportes de mujeres. ¿Cuáles son? Yo asumí esa posición y empecé a hacer tres de las cuatro disciplinas que catalogaban bajo esa etiqueta: gimnasia artística, gimnasia rítmica y patinaje artístico (la otra era la natación sincronizada). Mi generación empezó a cambiarlo. Hay mucha mujer que quiere hacer periodismo deportivo y que sabe mucho, pero todavía hay clichés que nos tenemos que quitar de la cabeza”, recordó Del Río, otro caso excepcional, pues sólo el 20% de los periodistas acreditados en Tokio fueron mujeres.
Con 15 Juegos en su dilatada trayectoria, Paloma es una enciclopedia andante. Los primeros Juegos Olímpicos de la Edad Moderna se celebraron en 1896, en Atenas. Hasta 1928, en Ámsterdam, las mujeres no pudieron participar de forma oficial (fueron 277 de 2.883 deportistas). La francesa Alice Milliat, que creó paralelamente los Juegos Mundiales Femeninos, como señaló Del Río, fue clave en ese proceso. “Pierre de Coubertin, el creador de los Juegos modernos, era un hombre bastante misógino. Encontré varias frases horrorosas (“Los Juegos son la solemne y periódica exaltación del deporte masculino con el aplauso de la mujer”, decía, por ejemplo). Yo le tenía mitificado, pero, en cuanto rasqué un poco, le bajé del escalafón. Para él, las mujeres eran la comparsa de sus maridos deportistas. Afortunadamente, los tiempos han cambiado”, explicó.
Eva Moral, triatleta paralímpica que se colgó el bronce en los Juegos de Tokio, y Raquel González, marchadora olímpica en Río y en la ciudad nipona, son la muestra de ello. Y, también, de que los tiempos todavía deben cambiar más. Ellas empujan. “En marcha, había seis plazas para chicos y tres para chicas. Ahora, con el relevo mixto (prueba novedosa en París), tenemos la posibilidad de clasificar a dos atletas más. Hacía mucho tiempo que luchábamos por ello”, celebró Raquel, ejemplo perfecto de “los nuevos deportistas 360″, muy activa en redes y emprendedora. “Tener resultados es mi prioridad, pero las marcas también buscan otras cosas. Con los patrocinadores con los que trabajo, hay un sentimiento de familia, de aportarnos cosas mutuamente. Cada vez más empresas están viendo el valor de asociarse a una mujer deportista”, aseguró.
La “utopía” de la conciliación
Eva, que fue madre tras su bronce, supera ese 360. Se tiene que multiplicar. “Como en todos los ámbitos, la conciliación no existe, porque eso es una utopía. Estamos en una sociedad en la que se nos exige ser todo a la vez: madres, trabajadoras, amantes, deportistas... y no se puede”, reivindicó. “El deporte tiene un añadido: son siete días a la semana. En otros sectores laborales, los findes suelen estar libres, pero aquí todavía es más difícil, es cuando se compite o cuando más se entrena”, se sumó Pareja. Moral, tras “un año y medio de mucho aprendizaje”, lleva toda una vida de sobreesfuerzos. “Soy deportista paralímpica desde hace 10 años, cuando sufrí el accidente (cayó en bici por un barranco y va en silla de ruedas), y siempre he necesitado valentía. En la discapacidad, también se ven esas diferencias, se nos tiende a proteger e infantilizar”, introdujo para desmenuzar su experiencia personal.
“Competí embarazada de tres meses para poder estar en los Juegos de París”
“Tengo la sensación de que se nos juzga distinto, es fácil ser mala madre y fácil ser buen padre. A un hombre, no le preguntan si se va a retirar cuando va a ser padre. Yo tardé seis meses en decir que iba a serlo por miedo a perder patrocinadores. Creo que se están haciendo muchas cosas para facilitarnos ese periodo, pero hay que llevar un acompañamiento desde el principio”, siguió una Eva que, embarazada de tres meses, compitió para poder estar en los Juegos de París. “Me vine un poco abajo emocionalmente. No te ves competitiva. Me hizo caer en el pozo y, todo eso, con las hormonas. Tenía que hacerlo porque, si no, perdía el ranking”, explicó. Actualmente, la Comisión Maternidad y Deporte del COE, con una Ona Carbonell que ayudó mucho a Eva como presidenta, trabaja para que se congelen los puntos de las deportistas desde el momento en el que comunican el embarazo hasta su primera competición. Uno de los tantos kilómetros que aún quedan por delante.