Boxeo

Alain Arteagabeitia, el boxeador que noqueó a la muerte

El deportista vizcaíno y su asociación ‘Ama, Txo!’ organizan una velada solidaria el próximo sábado 13 en Santurtzi.

El vizcaíno Arteagabeitia, durante una de sus sesiones de entrenamiento en Emen4Sport.
AIOL
Alfonso Herrán
Coordinador en la delegación de País Vasco de Diario AS desde 2017. En 2008 entró en Diario AS como redactor de polideportivo y desde entonces es su casa. Le gusta tocar todos los palos, pero ahora está más centrado en realizar las crónicas del Athletic y el Bilbao Basket. Licenciado en Filología Hispánica por la Universidad de Deusto.
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La dimensión de Alain Arteagabeitia (Santurtzi, 46 años) va más allá de lo que es un deportista. Su vida es un relato de resistencia y dignidad frente a la adversidad. Pura lucha, un resumen de lo que es la vida, pelear por los sueños y contra las adversidades. Ha sobrevivido a dos linfomas y dos embolias pulmonares, y convive desde 2011 con una esclerosis múltiple secundaria progresiva que le obliga a desplazarse en silla de ruedas desde 2016. Pero lejos de rendirse, ha transformado cada puñetazo del destino en un motivo para seguir peleando, dentro y fuera del ring. Boxeador y pionero del kickboxing adaptado en Bizkaia, reivindica que las personas con discapacidad no necesitan compasión, sino respeto y justicia. Su mensaje es claro y no deja de repetirlo con tanta intensidad como convencimiento: la lucha diaria es su identidad, y la dignidad, su bandera.

El boxeador cuenta su experiencia a AS tras una de sus habituales sesiones de entrenamiento en Emen4Sport. Ha preparado con mimo su mayor orgullo hasta la fecha, una velada de boxeo benéfica el próximo sábado 13 bautizada como Undefined Fighters Night. Llegarán deportistas desde puntos tan lejanos como Estados Unidos, Francia y la República Checa. La idea nació hace un año, el 5 de diciembre de 2024, tras su experiencia en Cracovia. Un club polaco contactó con él por Instagram y le invitó a su gala, a lo que respondió sin titubear: “Por supuesto”. Allí disputó su primera pelea contra un canadiense y quedó impresionado al ver que la velada reunía entre ocho y diez combates de boxeadores en silla de ruedas. Al terminar, confesó a su entrenador y a un amigo que viajaron: “Esto tenemos que hacerlo en nuestra casa”.

Desde su asociación Ama, txo!, que fundó en 2019, quiso dar forma a la iniciativa con el objetivo de que las personas con discapacidad accedieran al deporte con normalidad. Para Alain, el deporte es algo universal y que no se puede recortar. Pensó en ir más allá y planteó que la velada fuera también benéfica. Su idea era que se mezclaran en el ring boxeadores en silla de ruedas y peleadores de K-1 sin discapacidad, compartiendo vestuario, pasión y deporte en igualdad. El evento servirá para recaudar fondos para Aspanovas, asociación que acompaña a niños con cáncer y a sus familias, además de a Ama, txo! para continuar con iniciativas similares.

La idea ha tenido gran acogida en el pueblo, aunque sacarla adelante ha tenido enorme complejidad. “Nunca había organizado una velada de este calibre en España ni en Europa, no soy un profesional de esto, nunca he hecho una velada, pero soy muy tirado para delante y me he tirado para delante, he tenido que tirar de amigos y contactos. Al tratarse de un evento benéfico, necesitaba la colaboración desde muchos ámbitos: ambulancias, médicos y apoyos logísticos, porque sin ayuda o sin disponer de 20.000 euros sería inviable”, resume, al tiempo que lanza ambicioso: “Tenemos ese carácter, de ir un poquito, siempre más allá”.

Se puso manos a la obra, metiendo muchas horas, porque el evento exigía un gran esfuerzo de trabajo y de convencimiento. La idea enganchó a entidades como la Fundación Biobizz, el Ayuntamiento de Santurtzi, la Fundación la Caixa... todos ellos han estado muy implicados. Era mucho trabajo para un novato en estas lides, pero “las cosas o las haces tú o no las haces”.

Los pases para acudir a esta cita histórica y solidaria se pueden alcanzar a cambio de un donativo de 25 euros en diversos locales de Santurtzi y también contactando por redes sociales con Alain. La rentabilidad no va a ser ser material, obviamente, sino que pesa más el lado emocional. “Yo desde ahora sé que ha merecido la pena y que va a merecer la pena, porque estoy movilizando a gente, porque muchos están trabajando. Revoluciono un poco a todos, pero me gusta, me gusta generar ese tipo de emoción o de sentimiento que al final provoco”, lanza con su firme discurso.

Muchos en redes sociales le consideraban un ejemplo, algo así como un superhéroe. Yo hago lo que puedo, con lo que puedo y como puedo. No me quejo. Tengo una situación, una condición, me han dado unas cartas y las juego. Yo quiero boxear, me busco la vida para boxear. No soy de los que te van a decir ‘no puedo hacerlo’. Soy muy luchador y lucho hasta el final, tengo una diferencia que es esa. Que tiro hasta el final, a mitad de camino puedo ver que estoy equivocado, pero voy a llegar hasta el final. No estoy para dar lástima a nadie. Soy uno más. Estaré en una silla de ruedas y tendré mil diferencias con mucha gente que no está en mi situación, pero soy un luchador, explica contagiando sus ganas por vivir al que le oye. Dentro y fuera del ring, un guerrero.

Alain Arteagabeitia, el boxeador que noqueó a la muerte

Las graves enfermedades le dejaron al borde del adiós. En una ocasión pensó que se moría durante un ciclo de quimioterapia. Sufrió una arritmia. El 99 por ciento de la gente que tiene esto dice: ‘Hasta aquí’. Me acurruqué a un lado y dije: ‘Se acabó”. Al despertar, vio con sorpresa y satisfacción que seguía en este mundo. “Hostia, esto tiene que cambiar, venga, chico, espabila”, se pellizcó. “Me di cuenta de que no estaba satisfecho con absolutamente nada, con la gente que tenía alrededor, en cómo enfocaba mi carácter. Tengo un carácter muy luchador, muy duro, muy de aguantar, pero lo enfocaba mal, lo enfocaba al rencor ¿sabes?“. Las desgracias le impulsaron a resetearse y poner los pies en el suelo, ”por eso digo muchas veces que a mí las enfermedades me han ayudado mucho". Noqueó a la muerte y el pesimismo.

El día a día era complicado. La espalda a veces le tortura. Los pasa encadenando transferencias de la cama a la silla de ruedas, de aquí a la del baño, luego al coche... con la ilusión de que toda su actividad resulta gratificante a la larga. Tiene dos hijos, que son parte de su gasolina. “Todo esto merece la pena. También soy muy emotivo, me emociono mucho y espero que esto no se acabe nunca tampoco. Vivir así las cosas también te da un puntito diferente con la gente, hay personas que parece que ni sienten ni padecen. Hay dos actitudes, esta o la del derrotista, es muy cansado, pero yo estoy disponible para el que lo necesite. No pregunto, no hago un filtro y discrimino. Me dicen por Instagram: ‘No tengo derecho a quejarme viéndote a ti’. Y les contesto: ‘No, no, tienes derecho como yo a quejarme. Todos tenemos derecho a quejarnos”.

Arteagabeitia da charlas en centros educativos, deportivos e incluso en la cárcel de Basauri, y confiesa que no se cambiaría por el Alain de 20 años. Pelea con los puños pero también con las palabras en favor de la accesibilidad, el derecho al trabajo y la salud de las personas con discapacidad. “Muchas veces se olvida a las familias que están detrás y ellas también necesitaban apoyo”. Por esta circunstancia, critica la burocracia excesiva para conseguir ayudas y reclamó facilidades.

Incidiendo en esta cuestión, le indigna la falta de reconocimiento y normalidad al deporte adaptado. “Yo vengo a competir porque entreno seis días a la semana, cuido mi alimentación, tengo mis objetivos y soy un deportista. Y punto y se acabó”, zanja. Arteagabeitia explica que la velada del sábado busca precisamente dar ese lugar a los boxeadores en silla de ruedas, con su canción de entrada, su alojamiento y desplazamiento cubiertos, igual que los demás. Subraya que son deportistas y que merecen su sitio en el ring. “A mí no me va a estar haciendo un favor nadie. Soy un deportista como los demás y tengo mi sitio, merezco mi sitio”, concluye.

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Estados Unidos es un país que atrae como referencia para seguir avanzando con este tipo de iniciativas. “Tengo un carácter muy para eso, muy rebelde, no tengo por qué salir en el descanso de una competición cuando todo el mundo está comiendo, como si fuera la mujer barbuda. No vengo aquí a entretener a nadie ni a pasar el rato. Lo que pido es normalidad, lo que se pide en la sociedad, que se huya un poco de las etiquetas: con discapacidad, sin discapacidad, si eres un homosexual o si no... Es que me da igual. Vamos a dejar de meter en cajoncitos a la gente para tener todo ordenado. Quiero mostrar que el ring es un punto de unión, en el que se pueden juntar boxeadores con y sin discapacidad. Se habla de inclusión y yo no quiero inclusión, quiero normalidad“. Que así sea.

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