Dinamarca gana el cuarto mundial consecutivo y Gidsel toca el cielo
Croacia luchó lo indecible, y le cabe el honor de ser la selección que pierde por el menor bagaje del campeonato con los daneses.

Se acabó el Mundial y se cumplieron todos los pronósticos acerca del campeón. Cuarto título consecutivo para una selección que sublima la velocidad, que juega con laterales en los extremos, que realiza un balonmano del futuro. Es Dinamarca, que entra en la historia del balonmano, con 36 partidos sin perder en los Mundiales. Y eso lo puede hacer con un grupo talentoso de escogidos entre los que hay uno que sobresale Mathias Gidsel, que llevaba 64 goles, a ocho por partido, y que en la final marcó 10 para ser el máximo goleador del torneo.
El resultado final, 32-26 (16-12), muestra la batalla que planteó Croacia, en un partido durísimo por su parte, intentándolo todo, hasta la extenuación. Con un avanzado la mayor parte del tiempo en el que estuvo en igualdad, con siete y sin portero (que le salió mal), con todos sus hombres jugando el partido de sus vidas sabiendo que no iban a ganar. Que era imposible, porque estaba Nielsen en la portería.
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Por segunda vez en este Mundial Dinamarca no gana por más de diez goles (el otro fue el intrascendente choque ante la República Checa), y eso dice mucho del poder competitivo de Croacia, que perdía de nueve a 15 minutos del final.
En un partido donde hubo estopa y conatos de pelea, resultó curioso el último ataque de Croacia: salió Duvnjak, que se retira de la selección, y la defensa danesa se abrió para que lanzase: entró en balón mirándolo Nielsen, sin fuerza, solo de despedida. En realidad los daneses aceptaban de esa manera la loa a uno de los grandes de las dos últimas décadas y el reconocimiento a la lucha croata.


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