“Hasta luego... ¡a ver si os pillo!”: natural, espontánea... y la alegre revelación en París 2024
Águeda Marqués ha enamorado a España con sus actuaciones en el Stade de France, finalista en 1.500 con doble marca personal; y sus declaraciones transparentes en zona mixta.
Águeda Marqués Muñoz (25 años) llegaba a los Juegos de París como la primera deportista femenina nacida en Segovia que disputaba unos Juegos Olímpicos. La mediofondista especialista en 1.500 ha protagonizado grandes momentos en París, tanto sobre el tartán morado del estadio de Saint Denis como ante los medios de comunicación. Su naturalidad, verdad, simpatía y alegría han conquistado el corazón de aquellos que no la conocían. En París llegó a la final olímpica tras una montaña rusa de emociones... como fue conseguir su billete para disputar la cita olímpica. En el Mitin de Vallehermoso entró en el tapiz verde madrileño con 4:04.58... a ocho centésimas de la mínima exigida por la RFEA. Fue duro verle llorando desconsoladamente en los entresijos de la instalación de la capital. Veía su sueño truncado... hasta que una semana después, en los Nacionales en La Nucía, se colgaba la plata con 4:03.90, la segunda mejor marca de su vida, para poner el sello en el pasaporte.
Inquieta, divertida y sin poder parar quiera siempre con una sonrisa en la cara, la atleta que probó y practicó infinidad de deportes variopintos como escalada, hípica o esquí encontró en atletismo su pasión. O mejor dicho, el atletismo le encontró a ella porque enseguida despuntó merced al talento unido a una enorme capacidad de sacrificio para trabajar todo lo que sea necesario. Junto a su pareja sentimental, Adrián Ben, otro luchador incansable, son capaces de llegar al límite del esfuerzo físico en los entrenamientos, que dirige con maestría Arturo Martín, pese a la equivocada imagen de fragilidad que puede desprender.
Humilde y trabajadora, a la par que tremendamente familiar, decidió apostar e irse a EE UU, aprovechando para matricularse en la carrera de logopedia, para probar suerte en el deporte universitario, pero no salió bien. Nueva York no apreció su talento. Regresó y siguió persiguiendo su sueño. En París tuvo que pasar por la repesca tras ser 9ª (4:01.60, marca personal) en las series. Al día siguiente, aprovechó una carrera menos exigente para entrar en semifinales. En la tercera carrera en tres días, cuando el cuerpo debería haberle hecho sacar la bandera blanca, Águeda sorprendió con un esprint final memorable para ser sexta con 4:01.90 ocupando el último sitio en la final. En esa ronda definitiva, nada de bajar los brazos. Estuvo cerca del diploma olímpica y rozó bajar de la mítica cifra de los cuatro minutos. Fue 11ª con 4:00.31. De nuevo el mejor registro de su carrera deportiva. Cuatro carreras en cinco días que no variaron ni un ápice su desparpajo y transparencia a la hora de expresar sus sentimientos y pensamientos ante los periodistas. Una imagen de realidad que ha entusiasmado y ‘enamorado’ a todos los que no la conocían.
“Jooodeerrr... ¿es que tú lo has visto? Pero si han pasado al ritmo del 800. Han pasado a 59 creo, yo lo he visto y he dicho... Hasta luego... ¡a ver si os pillo! Me duelen hasta las pestañas… No me queda más”, decía para explicar cómo vivió la final olímpica con el ritmo frenético impuesto por Kipyegon, Hull o Muir. O su: “Es que aquí la gente corre mucho, yo flipo”. O el fantástico vídeo en el que se le ve emocionada y disfrutando el récord de España de Marta Pérez (3:57.76) en las semifinales de los Juegos.