“Esto es como LeBron, Kobe y Tiger”: locura con el rayo de 16 años

“Estaba viendo que alguien se acercaba y pensé: ‘Puede ser el chico de secundaria, madre mía, qué fenómeno’. Me siento afortunado porque ya tengo 28 años, sólo me quedan unos pocos más y no tendré que correr contra su prime. Definitivamente, este chico es especial”. Pese a ganar los trials estadounidenses de los 800 metros lisos, este domingo, Donavan Brazier, campeón del mundo en 2019, era uno más dentro del asombro provocado por Cooper Lutkenhaus, el chico de 16 años que había cruzado la meta tras él. El adolescente, estudiante de secundaria en la Northwest High School, en Justin (Texas), paró el crono en 1:42.27, estableciendo un nuevo récord del mundo sub-18 (el absoluto está en 1:40.91, de David Rudisha) y convirtiéndose en el cuarto estadounidense más rápido de la historia en la distancia.

Una barbaridad. Un rayo que, en septiembre, estará en los Mundiales de atletismo de Tokio, convirtiéndose en el deportista más joven de su país en clasificarse para unos Campeonatos del Mundo (el récord lo tenía Mary Cain, con 17 años y tres meses). Para acudir a los mismos, Lutkenhaus, que no tenía pensado dedicarse al atletismo de forma profesional hasta terminar la secundaria y la universidad, tendrá que saltarse las primeras clases de su instituto, que inicia el curso el 13 de agosto. “Espero que los profesores lo entiendan”, bromeó el joven atleta después de su exhibición, que no ha pasado inadvertida dentro del mundo del deporte.

“Esta es la hazaña atlética más impresionante de la historia. Su actuación hace que el LeBron del instituto parezca un don nadie. Esto no tiene precedentes. Piénsenlo así: estaba en un grupo con tres campeones mundiales diferentes (además de Brazier, Bryce Hoppel y Josh Hoey). Venció a todos menos a uno, que apenas lo contuvo por una décima. Es pura locura. Hay talento y luego está el talento que, una vez en cada generación, redefine lo que es posible. Cooper Lutkenhaus es eso”, comentó el analista Steve Magness. “Digo, sin exagerar, que esto es lo más increíble que he presenciado en la historia del deporte. Estoy en shock”, completaba el comentarista Travis Miller. A ellos, se sumaban centenares de comentarios en redes sociales. “Esto es como LeBron, Kobe y Tiger”, se podía leer en uno. “Es un superhumano”, en otro.

ADN atleta y “talento generacional”

La locura desatada está justificada. Dentro de la formidable actuación de Lutkenhaus, lo que más impresionó fue su cambio de ritmo final, pasando del séptimo lugar al segundo en los últimos 200 metros. No fue casualidad: es la forma de correr habitual del estadounidense. “Creo en la paciencia y en esperar mi momento”, dice el talento de 16 años, al que le encantan las series y entrenar la velocidad. “Correr 400 a 55 segundos. Correr 200 a 24 segundos. Me divierte mucho. Puede que a mucha gente no le pase lo mismo. Es divertido porque puedo poner a prueba mi estado físico”, decía el año pasado Cooper, cuando empezó a encadenar récords en High School.

En Northwest, Lutkenhaus entrena bajo la batuta de Burke Binning, que hace tiempo que advierte de su talento. “He conocido a atletas de alto nivel. Cooper está a ese nivel y más. Es un talento generacional”, ya decía de su pupilo en sus primeros años de instituto. “Es increíblemente respetuoso. Y eso es mérito de sus padres. Han hecho un trabajo increíble criando a sus tres hijos”, añadía a nivel personal. Como mínimo, dentro de su familia, siempre se inculcó el deporte. Sobre todo, desde su padre, George, que fue subcampeón estatal en 1.600 metros. Su hermano Andrew, de hecho, también es atleta con buenos resultados en secundaria. Y, más allá de la familia, Lutkenhaus creció admirando a Hoppel, que estableció el récord estadounidense del 800 en los pasados Juegos Olímpicos (1:41.67). En los trials, ya le ganó. Con 16 años.

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