El día que Usain Bolt ganó el oro... con las zapatillas al revés
‘El Relámpago’ se proclamó campeón del mundo júnior de 200 en 2002 con 15 años: “Fue la única vez que los nervios llegaron al punto de temblar”.
Usain Bolt (21 de agosto de 1986) es el atleta más relevante del Siglo XXI merced a sus 8 oros olímpicos, 11 mundiales y récords planetarios (100, 200 y 4x100). Su esplendorosa figura de 195 centímetros y su prodigiosa velocidad han trascendido al deporte. Criado en Trelawny, un pequeño pueblo rural de Jamaica, el ‘Relámpago’ fue un niño hiperactivo que no paraba quiero en el pequeño supermercado local de sus padres. De carácter díscolo, su comportamiento le trajo problemas con entrenadores e incluso con la policía.
Su irrupción internacional se produjo en el Campeonatos del Mundo júnior de Kingston en 2002 tras centrarse en el atletismo, en gran parte por la intercesión del velocista olímpico (1964 y 1968) Pablo McNeil tras brillar en el crícket y el fútbol infantil. Ahí se convirtió, ante 36.000 compatriotas en las gradas, en el oro más joven al vencer los 200 metros con 20.61 (en eliminatorias hizo 20.58). Tenía 15 años y 332 días y arrasó a rivales que le sacaban hasta cuatro años. “El momento más importante de mi carrera”, ha explicado en varias ocasiones Bolt.
Un instante que tiene una intrahistoria bastante poco conocida y que el propio velocista ha revelado. “Puede que a mucha gente no le parezca algo importante, pero estaba muy nervioso. Fue la única vez que los nervios llegaron al punto de temblar. Me puse la zapatilla equivocada en el pie equivocado porque no podía concentrarme. Estaba tan estresado que me dije a mí mismo: ‘Si puedo ganar frente a mi público, marcará el punto de referencia para mí a lo largo de los años para llegar a ser el mejor”.
Bolt fue olímpico con 17 años y alcanzó la meta que se marcó justo después del mencionado oro júnior: ser campeón olímpico en tres ediciones consecutivas. El destino del joven Usain podría haber si do muy diferente, ya que sus facultades en el crícket eran prodigiosas. “Era más rápido que la bola”, recuerda el entrenador que le aconsejó, aún así, dedicarse al atletismo. El jamaicano abandonó los malos hábitos que incluían un amor especial a las hamburguesas del McDonalds y a los productos del Kentucky Fried Chicken y a tradiciones culturales de su país, que él mismo reconocía: “En Jamaica uno aprende a liarse un canuto cuando eres niño”. En 2017, en ese estadio emblemático de Kingston, donde ganó con las zapatillas cambiadas, luce una estatua que le homenajea para siempre.
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