ATLETISMO | MUNDIALES EN BUDAPEST
A Duplantis sólo le derrota Duplantis
El sueco se lleva el oro con una enorme superioridad y un mejor salto de 6,10; un sueño para sus rivales. ‘Mondo’ estuvo muy cerca de batir su récord del mundo.
Acostumbrado a aburrirse en el banco, pasear, charlar o quedarse mirando al infinito mientras sus rivales afrontan alturas menores para el Ícaro de la pértiga. Sin embargo, en Budapest, quizá porque vio que hasta los extraterrestres como Yulimar Rojas pueden sufrir en un mal día, Armand Duplantis (23 años) se apuntó a la primera altura (5,55). Franqueó el listón como quien salta el bordillo de la acera para cruzar la calle. Su victoria se pagaba en la previa a 1,01 por euro apostado. 5 euros de ganancia por cada 100 en juego. La mínima que existe.
Renunciaba al 5,75 y volaba con una solvencia insultante por encima del 5,85, una altura en la que la mayoría empezaba a pasarlas canutas o directamente recoger las pértigas e irse al vestuario. El niño volador al que un amigo de su progenitor bautizó ‘Mondo’ tras batir el récord mundial infantil ya anunciaba desde niño su talento: con 7 años superó 3 metros, con 9 los 4, con 13 los 5, con 18 los 6,05. Y actualmente no tiene rival, algo que saben todos.
Llegaba el momento de la verdad en Hungría. El 5,90 ya sólo tenía cuatro desafiantes. Uno, el hijo de Helena Hedlund, que fue heptatleta y jugadora de voleibol, y Greg (ahora su entrenador y que también fue pertiguista llegando a saltar 5,80), lo dejaba pasar. Su siguiente vuelo sería en 5,95. Quizá para cerrar el oro y desafiarse a sí mismo, su único rival. Ir a por los 6,23. El filipino aguantó muchísimo más de lo previsto e incluso saltó 6,00. Un número mágico que el asiático acompañará con récord de área y la medalla de plata... porque el oro tenía dueño.
Poco aficionado a la verdura (“prefiero el pollo frito estilo Louisiana”), Duplantis tuvo una infancia atípica en la forma de preparar su cuerpo para enfrentarse ahora en un pasillo de saltos, pértiga en mano, a saltar un edificio de dos plantas. En su jardín había un columpio, un tobogán, barras colgantes, un trampolín, una rampa para patinetes, una jaula de bateo, una cuerda que colgaba de la rama de un árbol a seis metros de altura, un foso para el salto con pértiga... De ahí, quizá, que salieran pertiguistas tres de los cuatro hermanos (el otro es jugador de béisbol).
En forma, con el estadio como un hervidero pendiente de él. En su salsa. 6,05 a la primera; 6,10 a la primera. Era el momento. Primer intento en 6,23 fue un claro nulo. El segundo... estuvo a punto de quedarse la barra arriba. Duplantis miraba a la cámara y hace un gesto de aprobación. En el último rozó mínimamente el listón y cayó... como se podía haber quedado sujeto a los soportes. Oro para Duplantis, uno más en su carrera, su segundo mundial al aire libre. Y los que quedan....
Duplantis, que habla sueco e inglés, es una estrella atípica. Vive con su novia (la modelo sueca Desire Inglander) en Kungsholmen (una isla en el centro de la capital de Suecia), mide ‘sólo’ 1,81; es cercano, casi accesible y una mina de oro con patrocinios con Puma, Red Bull, Omega, un equipo sueco de apuestas deportivas o una compañía de coches eléctricos. “El objetivo es ganarlo todo, quiero ser el mejor saltador de pértiga de todos los tiempos. Intento lograr el récord mundial cada vez que tenga la oportunidad”, afirma siempre que se le pregunta sobre ello. Y así cumple casi siempre.