Del 5 de febrero al 19 de marzo Inglaterra, Francia, Irlanda, Gales, Escocia e Italia disputarán un torneo muy incierto. Aquí les contamos todo lo que necesitan saber.
El Seis Naciones que se presenta ante nosotros es el más incierto de los últimos tiempos. El rugby del hemisferio norte vive un momento dulce que quedó patente el pasado otoño. Entre el 6 y el 20 de noviembre se sucedieron victorias de Irlanda y Francia ante Nueva Zelanda, de Escocia, Inglaterra y Gales ante Australia y de la Rosa ante Sudáfrica. Para los aficionados al rugby el Viejo Continente, sin importar la nacionalidad, fueron dos semanas gloriosas. ¿Síntoma de un cambio de ciclo? No lo descubriremos realmente hasta el Mundial de Francia 2023 pero, si la cita empezara mañana, la tendencia jugaría a favor de ver, por primera vez desde 2003 y por segunda en la historia, un campeón por encima del paralelo 0.
En lo deportivo dos equipos parten por encima del resto sobre el papel: la Francia de Galthié y la Inglaterra de Eddie Jones. Escocia e Irlanda son las grandes alternativas dada la plaga de bajas que sufre Gales, vigente campeona. Italia ni está ni se la espera. Algunas grandes estrellas, como el inglés Owen Farrell o el galés Alun Wyn Jones, son baja por lesión, pero otros como Dupont (en principio se perderá solo la primera jornada), Russell, Hogg, Rees-Zammit, Biggar, Furlong, Garbisi o Ntamack no faltarán a su cita y en el radar aparecen jóvenes caras nuevas entre las que destaca especialmente, aunque sea por hype, Marcus Smith.
El rugby del hemisferio norte vive un momento dulce que quedó patente el pasado otoño. ¿Síntoma de un cambio de ciclo?
Aunque la gran noticia de este Seis Naciones no está en el césped, sino en las gradas. En 2021 lucieron despobladas por la crisis sanitaria, que provocó un agujero financiero a las federaciones implicadas de tal tamaño que tuvieron que acabar vendiendo un 14,5% del negocio a la firma de capital riesgo CVC por 400 millones de euros. De momento los nuevos inversores no han tocado el modelo. Habrá que ver por cuánto tiempo se contienen, porque ya trascendió que su idea era ir poco a poco trasladando más partidos a emisores de pago.
Sea como sea todo apunta a que el torneo recuperará su esencia este año. Inglaterra, Escocia, Gales e Irlanda ya permiten aforo completo en sus recintos deportivos y Francia e Italia también levantaron recientemente sus restricciones. Volverán las pintas, los himnos a viva voz, los atuendos estrafalarios, el Swing low, sweet chariot en Twickenham, el Fields of Athenry en el Aviva… En definitiva, todo lo que hace especial a esta competición, muy bien resumido por el seleccionador inglés, Eddie Jones, que una vez dijo: “Cuando empecé en Inglaterra, todo el mundo hablaba de cómo este es el mejor torneo de rugby del mundo. Y probablemente entonces pensaba para mis adentros: ‘no creo que sea el caso’. Pero ahora no creo que haya ningún tipo de debate”.
Ken Owens, John Navidi, Justin Tipuric, Dan Lydiate, Leigh Halfpenny, George North, el eterno capitán Alun Wyn Jones… La lista de bajas, parciales o totales, del Puerro para esta edición es notable. Todo parece indicar que no será su año, pero es que desde que Wayne Pivac relevó a Gatland tras el Mundial de 2019 Gales nunca ha cumplido con los pronósticos. En 2020 defendían el Grand Slam conseguido el año anterior y fueron la gran decepción, quintos con una única victoria ante Italia; en 2021, cuando arreciaban las dudas sobre la idoneidad de Pivac, se hicieron con el título. Ahora lo tienen en chino, pero si algo se puede dar por seguro es que seguirán siendo un equipo ultracompetitivo en el Millenium. Además, viendo el vaso medio lleno, están ante una oportunidad inmejorable de probar a jóvenes como Basham, Carter, Lake o Morgan de cara al futuro.
Wayne Pivac, un camaleón
Poco o nada tiene que ver el enfoque del neozelandés en la selección respecto al que imprimió en los Scarlets entre 2014 y 2019. Ese era un equipo mucho más lúdico que esta Gales de metacrilato, que juega a poner el balón en campo contrario con el gran pie de Biggar y asfixiar ahí al rival con el dinamismo de su delantera y el colmillo de hombres como Rees-Zammit o Josh Adams, ahora algo alejado de su mejor versión. Pivac entiende que la vía para ser competitivos en un torneo como este es la Blitzkrieg y ha adaptado su libro de estilo. Un camaleón.
Louis Rees-Zammit, a la guerra de etiqueta
Por seguir con el símil bélico, el ala de Gloucester es la elegancia en un equipo que aplica la política de tierra quemada. Su zancada y su juego de pies son una delicia para un hombre de 1,91. Tiene una facilidad innata para romper hacia dentro o hacia fuera y encontrar el ensayo. Un híbrido entre la contundencia de George North y la habilidad de Shane Williams. El gran arma de esta Gales en ataque.
Aunque estemos ante el torneo más abierto en años, el pronóstico más fácil sería situar a Francia como campeona. Empezará su andadura ante Italia, presumiblemente con una victoria contundente que la espoleará, y tiene tres partidos en casa, entre ellos el último y potencialmente decisivo ante Inglaterra. Salvo Ollivon y Dupont, que en principio sólo se perderá el debut, tiene sanos a todos sus hombres clave y un grupo joven, compacto y osado que pretende aspirar a todo el año que viene, cuando serán anfitriones del Mundial. El subcampeonato de 2021, con una derrota ante Escocia en casa que no era descartable pero que tampoco muchos esperaban, dejó cierto regusto amargo, porque ya contaban con la potencia de fuego que exhiben ahora. Alldritt, Baille, Fickou, Le Roux, Ntamack, Penaud, Thomas, Vakatawa… Galthié e Ibanez, dos tótems del Gallo, con el que tuvieron largo recorrido, ha aglutinado grandes individualidades en un equipo afilado en ataque y duro en defensa, donde se nota la mano del galés Shaun Edwards. Sin embargo aún no han conseguido ser campeones en los dos años con el de Cahors al mando. Esta generación necesita un título para que el globo no llegue parcialmente desinflado a 2023, año en el que rugby será, aún más si cabe, asunto de estado en Francia.
Fabien Galthié, el arquitecto
No era fácil reconstruir la Francia que dejaron en ruinas, amparados por Bernard Laporte, Philippe Saint-André, Guy Novès y Jacques Brunel. El ex medio melé partió de una premisa clara: que el Gallo no tiene por qué resucitar el rugby champagne, pero tampoco puede diluir por completo su esencia en un rugby industrial. Sin renunciar al potencial físico que le concede la creciente globalización del juego, especialmente patente en el Top-14, Galthié ha apostado por el campo abierto y la astucia. El resultado es un equipo que gana partidos (el 71% hasta ahora con él en el cargo, cuando el tope de sus tres predecesores fue el 44%) sin sacrificar la elegancia por completo.
Antoine Dupont, el enfant terrible
Quizá sea el jugador más mediático de Europa ahora mismo. Mucho magisterio sobre el campo a sus 25 años y el tipo de carácter fuera de él que engancha, aunque ya le ha costado algunas críticas, por ejemplo cuando publicó un vídeo saltando al agua desde una altura elevada. Junto a Ntamack forma una bisagra que es puro duende. Facilidad innata para la toma de decisiones, imprevisibilidad y además no se ahorra un placaje. Un nueve absolutamente diferencial.
Es difícil calibrar a una Irlanda que aún estira el chicle de los Healy, Murray, Sexton, Earls y compañía, una generación que lo ha sido todo en el rugby de la Isla Esmeralda pero que ya no ilusiona como antaño. La incógnita es cuándo llegará el bajón, que por edad no debería tardar mucho más. Mientras tanto, lo cierto es que los resultados si respaldan la decisión de mantenerles en el equipo. El Trébol encadena ocho partidos seguidos sin perder. En otoño tumbó a los All Blacks e hizo trizas a Tonga y Argentina. En teoría, Inglaterra y Francia parten por delante y su hoja de ruta es compleja, con visitas a ambos favoritos, pero tampoco se puede descartar de la pugna a un equipo que acumula cuatro títulos desde 2009, dos de ellos con Grand Slam. Resueltas las dudas de Earls, Van der Flier, Carbery, Furlong, Ryan o Henderson, que llegaron tocados a la preparación, las bajas más sensibles aparecen en las alas con Lowe, que no debería perderse todo el torneo, y Stockdale. Si Keenan va al ala, habrá que ver por quién apuesta Farrell entre un Larmour que no ha terminado de romper en lo que apuntaba y los inexperimentados Baloucoune o Hansen.
Andy Farrell, ¿demasiado continuismo?
¿Hace bien Farrell en mantener la estructura que le funcionó a Schmidt? ¿O está dejando pasar ocasiones de dar a jugadores que necesitará en el futuro experiencia internacional? Los resultados dicen sí a la primera pregunta. La segunda por ahora no tiene respuesta. Tarde o temprano, eso es así porque el tiempo pasa para todos, va a tener que apostar por un nuevo diez y completar la remodelación que sí ha emprendido parcialmente en la delantera con hombres como Conan o Doris. Da la sensación de que el inglés, padre del internacional con la Rosa Owen Farrell (él también lo fue y después formó parte del cuerpo técnico de Stuart Lancaster), se ha acomodado, pero por ahora no le ha ido mal su versión reducida del gatopardismo.
Tadhg Furlong, el pilier total
Furlong cumple con los moldes clásicos del pilier y a la vez se sale de ellos. Es una trituradora en la melé y los puntos de encuentro, pero entiende el juego abierto, es ciertamente ágil para sus dimensiones (1,84 y 119 kilos) y luce buenas manos. Ha hecho toda su carrera en Leinster, la gran fábrica del rugby irlandés. Si hubiera salido de allí seguramente sería uno de los jugadores mejor pagados del mundo.
Si alguna vez los caledonios han estado cerca de hacer algo grande en la era Seis Naciones ha sido esta. Lo que fue una potencia en el siglo pasado se diluyó con la ampliación del torneo en el año 2000. No ganan desde 1999, pero ahora disponen de un equipo muy competitivo que puede plantar cara a cualquiera y es capaz de competir lejos de Murrayfield (el año pasado, sin ir más lejos, ganaron en Twickenham y Saint Denis). Arrancarán con la Copa Calcuta en casa y, de conseguir el triunfo, será difícil ponerles techo. Han salido del grupo hombres importantes en el pasado reciente como Fraser Brown, George Horne o Sean Maitland porque otros como Euan Ashman, Ben White, Ben Vellacott o Kyle Rowe vienen pisando fuerte. Con Fagerson, Nel, Gilchrist, Gray o Watson tienen una delantera muy competente y atrás conservan la capacidad de desequilibrio de los Russell, Van der Merwe, Kinghorn, Hogg… Es un equipo completo que puede tener un futuro brillante a corto y medio plazo si las caras nuevas mezclan bien con lo que ya estaba asentado.
Gregor Townsend, una montaña rusa
Hace tres años, quintos en el Seis Naciones con una sola victoria y eliminados del Mundial en fase de grupos, parecía que el proyecto del exapertura había llegado a un callejón sin salida. El riesgo de agotar una buena generación de jugadores escoceses sin llevarse nada a la boca era alto. Desde entonces, empero, el de Edimburgo ha sabido ir encajando las piezas del puzzle. En 2020 y 2021 fueron cuartos, pero ganaron más de lo que perdieron y dejaron algún hito en el camino, como el primer triunfo en Twickenham desde 1983. Ahora está por ver si Gregor es capaz de llevar a este bloque al siguiente nivel.
Stuart Hogg, un valor seguro
El mejor zaguero del torneo y el capitán del equipo. Russell es más mediático y más espectacular, pero también más volcánico e inestable y, por tanto, menos capacitado para ser referente. La trifulca que el 10 tuvo con Townsend hace dos años por beber descontroladamente en el hotel de concentración nunca la habría protagonizado Hogg, un zaguero muy seguro de manos, rapidísimo, con un contrapié indescifrable… El líder del Cardo.
Quince jugadores sin experiencia Seis Naciones, seis de ellos debutantes en el equipo, conforman la última vuelta de tuerca al guion de la Rosa de Eddie Jones. Con Orlando Bailey, Tommy Freeman, Ollie Hassell-Collins, Luke Northmore, Alfie Barbeary y Ollie Chessum en la lista, y los hermanos Vunipola, George Ford o Elliot Daly fuera (estos dos últimos finalmente han sido llamados por las bajas de Owen Farrell, que se pierde todo el torneo, y Jonny May, que como mínimo estará ausente las primeras jornadas) se reavivó el debate sobre los métodos del polémico preparador australiano. Hay quienes critican su predisposición a desprenderse sin cortapisas de efectivos que le han sido muy útiles en un pasado reciente, de quemar muy rápido proyectos que, cocinados a fuego más lento, podrían haber tenido un mayor recorrido, e incluso de sacrificar las aspiraciones de Inglaterra en el torneo para probar alternativas de cara al Mundial del año que viene. Lo cierto es que la mayoría de sus apuestas son justificables en lo deportivo y tiene mucha calidad y variedad en sus manos. Pero, tras el quinto puesto del año pasado (parcialmente subsanado en la ventana de otoño), necesita que den réditos inmediatamente porque un resultado similar sería difícil de digerir en la cuna de este deporte.
Eddie Jones, poli bueno y poli malo
Con todo lo que se pueda decir del australiano que convirtió a Japón en una mediana potencia, los resultados hablan bien de sus seis años de gestión. No se casa con nadie y su estilo directo y mordaz es una fuente casi constante de polémicas. En el otro lado de la balanza, despertó a Inglaterra del shock que supuso la eliminación en la fase de grupos del Mundial 2015, que jugaban en casa, y les llevó a la final en 2019 dejando en el camino a los All Blacks, aunque fuera para perderla contra Sudáfrica. Con él la Rosa ha sido tres veces campeona del Seis Naciones, Grand Slam incluido en 2016, y salvo descalabro este año partirá como aspirante a todo en Francia 2023. Darles un segundo título mundialista a los inventores del juego sería un legado imborrable para el único extranjero que les ha dirigido hasta ahora.
Marcus Smith, la irrupción
Lo que tendría que ser una primera toma de contacto suave con el torneo para este joven apertura de 22 años se ha convertido en un papelón por la lesión de Farrell, dueño del 10 inglés la última década y capitán desde la llegada Eddie Jones. Ahora la titularidad será para el de los Harlequins, que debutó oficialmente el pasado julio con 13 puntos, incluido un ensayo, ante Estados Unidos. Nacido en Filipinas, es un jugador audaz y con mucho flair que muchos ya consideran la próxima gran estrella del rugby inglés. Su estreno profesional fue a los 18 años en Twickenham, así que cabe esperar de él un buen manejo de la presión.
Cada vez se hace más difícil hablar de la Italia rugbística porque no se le adivinan objetivos alcanzables en el corto o medio plazo. El debate sobre su permanencia o una apertura del torneo se ha templado gracias al hueso que les han lanzado, en forma de Nations Cup, a los países candidatos a desplazarla y a la negativa de los organizadores a acoger a Sudáfrica, pero lo cierto es que no tienen un bloque para competir ni en el presente ni en un futuro más o menos inmediato. No ha habido reemplazo para la generación de los Ghiraldini, Castrogiovanni, Bergamasco, Parisse (que podría salir de su retiro internacional ante las bajas) y compañía, y uno de los pocos frutos interesantes de los últimos tiempos, Polledri, es baja por lesión. Garbisi, ya asentado como 10 titular tras su irrupción del año pasado, aparece como el único atractivo de una selección estancada en un eterno punto muerto desde su inclusión hace ya 21 años. La 17ª cuchara de madera está en camino.
Kieran Crowley, nuevo timonel para un barco a la deriva
El exzaguero de los All Blacks es una apuesta lógica dado que viene de Benetton, equipo que aporta 23 de los 33 convocados (Zebre, el otro equipo profesional italiano, cuenta con 5 y el resto juegan fuera de Italia). Antes comandó a Canadá, a la que metió en dos mundiales y llevó a la 12ª plaza del ranking mundial; a Nueva Zelanda sub-19, que con él fue campeona del mundo imbatida; y a Taranaki, en el rugby provincial de su país. Quizá su misión más difícil hasta la fecha sea esta: sacar del atolladero a una Italia que hace tiempo que gastó el crédito de cenicienta.
Paolo Garbisi, el clavo ardiendo
Italia no tiene nada a lo que agarrarse por ahora salvo este apertura de 21 años que el año pasado ya mostró dotes de mando en plaza y ha terminado por desterrar de las listas a Tommaso Allan y Carlo Canna. Ya ha dado el salto al Top-14 de la mano de Montpellier, donde por momentos ha desplazado a Pollard, uno de los mejor pagados del mundo. Tiene el pie, el tamaño, las manos y el arrojo, pero su influencia obviamente es limitada y el equipo no acompaña.
El Seis Naciones no es solo un torneo entre los equipos más potentes del hemisferio norte. También es una constelación de enfrentamientos con su propia historia y tradiciones, como la Triple Corona, el Centenary Quaich o la Copa Calcuta. A continuación, los explicamos:
Todos los números de la historia del torneo desde 1883
Inglaterra | Gales | Francia | Irlanda | Escocia | Italia | |
Torneos disputados | 125 | 127 | 92 | 127 | 127 | 22 |
Títulos (Compartidos) | 29 (10) | 28 (12) | 17 (8) | 14 (9) | 15 (8) | 0 (0) |
Grand Slams | 13 | 12 | 9 | 3 | 3 | 0 |
Triple Corona | 26 | 22 | 11 | 10 | ||
Copa Calcuta | 71 | 42 | ||||
Millennium Trophy | 20 | 14 | ||||
Centenary Quaich | 19 | 14 | ||||
Trofeo Garibaldi | 13 | 2 | ||||
Trofeo Auld Alliance | 1 | 2 | ||||
Copa Doddie Weir | 3 | 1 |
Grand Slam. El Grand Slam es básicamente un pleno. Si un equipo gana el torneo invicto en los cinco partidos que disputa, lo tiene. Gales, en 2019, fue el último equipo que lo consiguió. Inglaterra es el país más laureado en este apartado, con 13 entorchados.
Triple Corona. Se pone en juego desde 1883 entre las llamadas Home Unions, las cuatro federaciones de las Islas Británicas con representación en el torneo, que son la irlandesa, la escocesa, la inglesa y la galesa. El equipo que consigue ganar a sus tres vecinos gana la Triple Corona. La última fue para Gales en 2021 e Inglaterra, con 25, es el país que más tiene.
Copa Calcuta. Se entrega desde 1879 al ganador del choque entre Inglaterra y Escocia. La historia dice que en 1878 los miembros del Calcutta Football Club, fundado en 1873 en la ciudad homónima de la India, presentaron a la RFU inglesa un trofeo hecho con la plata fundida de las rupias que conformaban la tesorería del equipo. Su esperanza era que se pusiera en juego anualmente y así se hizo. Se disputa entre ingleses y escoceses porque esas eran las nacionalidades de los jugadores que se enfrentaron en 1872 en el partido que fue germen de la fundación del club. Inglaterra la ha ganado 71 veces y Escocia, 42. La primera y segunda guerras mundiales fueron paréntesis en los que no se disputó. Tampoco en 1885, 1888 y 1889.
Millennium Trophy. Como parte de las celebraciones de los mil años de historia de Dublín, en 1988 se creó un trofeo con forma de casco vikingo que se entrega cada edición del torneo al ganador del duelo entre Irlanda e Inglaterra. Los primeros han sido campeones en 14 ocasiones; los segundos, en las 20 restantes.
Centenary Quaich. Un año después del Millenium Trophy, se creó el Centenary Quaich, que es lo mismo pero entre Irlanda y Escocia. 18 ediciones han ido a parar a manos irlandesas y 14, a las del Cardo. Se entrega como trofeo un recipiente para beber típico de la tradición celta.
Trofeo Garibaldi. El vínculo de uno de los padres de la Italia unificada con Francia (nació en Niza) se honra desde 2007 con este trofeo diseñado por Jean Pierre Rives. El Gallo lo ha ganado 13 veces en 14 ediciones, por dos de la Azzurra.
Trofeo Auld Alliance. De muy reciente creación, se instauró en 2018 para conmemorar a los jugadores de rugby franceses y escoceses caídos en servicio durante la I Guerra Mundial. En particular, a Eric Milroy y Marcel Burgun, capitanes de ambas selecciones antes de que estallara la contienda. El nombre (Auld sería la pronunciación escocesa de 'old', 'viejo' en inglés, y Alliance es ‘alianza’) hace referencia a la entente que establecieron Francia y Escocia en el siglo XIII para frenar las invasiones inglesas de sus territorios. Las cuatro ediciones disputadas han terminado con un triunfo francés y tres escoceses.
Copa Doddie Weir. Se creó también en 2018. Sus promotores con Escocia y Gales, que desde entonces la disputan anualmente con el objetivo de concienciar sobre las enfermedades relacionados con las neuronas motoras, como la esclerósis lateral amiotrófica (ELA), que padece el exinternacional escocés que da nombre a la copa. De momento Gales ha conseguido tres y Escocia, dos.
Cuchara de madera. Es un concepto presente también en otros deportes como el remo o el cricket. En el caso del Seis Naciones, se entrega como indeseado premio al último clasificado de cada edición. Irlanda, con 29, tiene el dudoso honor de encabezar la lista de equipos que más veces se la han agenciado. Aunque Italia, con 16 en 21 participaciones, viene apostando fuerte por el sorpasso.