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ESCALADA DEPORTIVA

Erik Noya, del 'Salto Ángel' al rocódromo de París 2024

El actual subcampeón del mundo de velocidad prepara los Juegos tras superar mil barreras. Su bisabuelo fue un explorador de época en su país, Venezuela.

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Erik Noya.
Oskar Montero

Al margen del sonoro éxito de Alberto Ginés en los Juegos de Tokio, quien con su oro puso la escalada en primera línea del deporte español, el pasado septiembre Erik Noya lograba el subcampeonato mundial en la prueba de velocidad. No había solo una gota en el desierto de la escalada, que poco a poco empieza a ver cómo se homologan más rocódromos. “Ya tenemos tres. En mi caso, ahora entrenó en ek CAR de Sant Cugat con una beca que se está tramitando”, apunta el escalador que ahora reside en Pamplona, natural de San Antonio de los Altos (Venezuela).

Pero la historia de Noya empieza mucho antes en Malgrat de Mar, un pequeño pueblo costero de Barcelona. A primeros del siglo pasado allí nació Félix Cardona Puig, empresario textil y estudiante de Náutica que viajó a Venezuela para convertirse en el hombre que descubriera los parajes más recónditos del país. Un explorador de los pies a la cabeza, que entre otros hallazgos se le atribuye el famoso Salto Ángel, la cascada natural más elevada del mundo (1.421 metros), y uno de los paisajes más fantasiosos que inspiró películas de ciencia ficción como Avatar. Noya es su bisnieto.

Erik Noya.
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Erik Noya.Oskar Montero

Con esa reminiscencia creció Erik junto a sus padres y su hermano Jordi, que ahora reside en Vigo. Su familia es mitad catalana (emigraron en plena Guerra Civil), por lo que desde niño tuvo pasaporte español. De casualidad, con ocho años, descubrió la escalada en la “fiesta de cumpleaños” de una amiga y convenció a su madre para practicar un deporte que le “enganchó desde el inicio”. En 2015, con apenas 17 años, ya participó en el primer Mundial juvenil representando a Venezuela.

Su viaje a España: de ser bombero a trabajar para Glovo

Pero los problemas en el país provocaron que Noya diera el paso de venir a España. “Se desenmascaró que aquello era una dictadura. La situación era crítica y estaba involucionando como persona. Mi madrina vivía en Madrid y decidí ir con ella”, explica. Eso fue en 2017, cuando recuerda que retomó los entrenamientos en el Polideportivo de la Elipa, donde se construyó el primer rocódromo oficial.

Pero Noya topó con la realidad amateur. Licenciado en Económicas en Venezuela, se miró las oposiciones e incluso intentó presentarse a los éxamenes para ser bombero, pero era demasiado difícil compaginarlo con su deporte. Optó por trabajar como repartidor para Glovo y publicar sus vídeos de entrenamiento en Instagram. En 2018 ya trabajaba de entrenador en Leganés y quedó campeón de España de velocidad. “En España hay un atraso de diez años en mi disciplina”, comenta.

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Ese éxito, sin embargo, no le llevó a la selección nacional. “Hay un técnico que se llama Toni Roig que dice que la velocidad no tiene futuro. Pero en 2019 hay cambios y con la llegada de David Macià mi vida se transforma. Dijo que nuestra disciplina no podía morir. Me trasladó a Pamplona junto a Isaac Estévez, de Ecuador, y entrenamos en el rocódromo de la ciudad. Alberto Ginés venía cada semana en 2020 a prepararse con nosotros”, subraya.

La vida le ha cambiado rápidamente. Noya prepara a fondo los Juegos de París, donde la escalada divide las tres pruebas, por lo que cada disciplina otorgará medallas de manera independiente. Como su bisabuelo a mediados de siglo, Noya es un explorador de la escalada y en París quiere hacerse con su particular Salto Ángel.