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NATACIÓN

Rusia tiene un superclase

A sus 21 años, Kolesnikov fue de el rey del Mundial de piscina corta y se siente preparado en este ciclo olímpico para tutear a Caeleb Dressel en la velocidad.

Kliment Kolesnikov.
FINA.

Alexander Popov es a Rusia lo que Michel Phelps a Estados Unidos. Un nadador legendario, icono en su país, dominador durante una década de sus pruebas. Obviamente, el de Baltimore posee un palmarés inigualable, es el mejor de todos los tiempos con sus 28 medallas olímpicas y una versatilidad que le hacía ganador de un 400 estilos, un 200 mariposa o un 100 libre. Pero para esa Rusia que se abría al mundo después de la caída del Muro de Berlín Popov fue el impacto de aquellos tiempos, el nueve veces medallista olímpico entre Barcelona 92 y Sidney 2000, con una historia personal a lomos que le engrandecía.

Ha llovido desde entonces. Dos décadas en las que Rusia ha parido grandes prodigios a la natación, pero seguramente ninguno como Kliment Kolesnikov, de 21 años, ganador de siete medallas en el último Mundial de piscina corta de Abu Dabi, nombrado rey. Un paso más hacia su reto de ser campeón olímpico. Se quedó a solo 0,02 segundos de su compatriota Eugeny Rylov en los 100 espalda de Tokio, donde sumó esa plata y un bronce en los 50 libre. Dada su juventud y progresión, en París 2024 estará en disposición de pelear con Caeleb Dressel en los 50 y 100 libre y de ser el favorito en los 100 espalda. Unido a los relevos, Kolesnikov se gana la etiqueta de superclase.

Como Popov, Kolesnikov empezó nadando espalda, estilo que ha mantenido a diferencia de su antecesor, que se centró únicamente en los 50 y 100 libre. Con cuatro centímetros menos, más completo por la evolución de la natación en el subacuático y en el entrenamiento, el nadador ruso llama la atención por su precocidad (con 17 años ya se subía a podios internacionales) y por la medalla con una cruz ortodoxa que lleva en el cuello, su religión. Rasgo que habla de su personalidad en un deporte donde se evitan todos aquellos artilugios que puedan restar velocidad.

"Algunos me dijeron en el pasado que podría perder tiempo por eso, pero solo un árbitro trató de obligarme a dejarlo en un europeo juvenil; el personal de nuestro equipo intervino para que permaneciera en mi cuello. Nunca pensé que pudiera afectar mis tiempos, mis actuaciones. Se trata de mi religión, mi fe, así que nunca se me pasó por la cabeza nadar sin el", comentó recientemente en el Mundial de Abu Dabi.

Nacido en Moscú, el año en el que Popov se subía a su último cajón olímpico, mantiene la progresión que había apuntado de júnior y se consolida como un velocista de época, capaz incluso de ganar los 100 estilos y los 50 espalda en apenas 80 minutos en Abu Dabi. Un nadador más completo que Popov, pero al que le aún le queda dar un paso más para alcanzar los éxitos del mito de la velocidad.