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Pekín 2008 | Natación

Nueva víctima del bañador-tiburón

Nike se rinde a la competencia

Actualizado a

El Water Cube dio que hablar por ser lo que es, un impresionante centro acuático que deja a uno boquiabierto. Ayer me ocurrió. Dará que hablar cuando el Torpedo de Baltimore, Michael Phelps, se dé el primer chapuzón en su apuesta por colgarse ocho oros y hacer caer mitos hasta hace nada intocables del deporte olímpico: véase Mark Spitz. Pero antes de todo eso, la natación se cuela en la actualidad de los Juegos en forma de bañador, de tecnología, con ese LZR de Speedo que todos han analizado con microscopio desde hace meses hasta encontrar que no está exorcizado. Tiene el alta para la competición, no es una trampa por más que no puedan permitírselo todos los nadadores debido a su excesivo precio: unos 350 euros. Pero el más difícil todavía llegaba ayer con el anuncio de Nike de permitir a sus olímpicos participar en la competición con el bañador de la competencia. Dean Stoyer puso voz al notición: "Hemos decidido poner los objetivos y retos de los deportistas en primer lugar. Para eso se han entrenado durante tanto tiempo. Es la gran cita de sus vidas".

Comprensivo el portavoz de la multinacional de Oregón (Portland, EE UU), que concede una moratoria a la decisión tomada hace unas semanas. Entonces se dijo que junio sería la fecha tope para caer en brazos del enemigo. ¿Ahora? Nike no ha llegado a tiempo. Ha sido incapaz de sacar a la luz un bañador tan competitivo como el LZR de Speedo, que vio la luz el pasado 12 de febrero y que desde entonces no ha dejado de parir récords mundiales: se han batido 19 en piscina larga y 22 en corta. La joya de poliuretano, sin costuras y con todas las virtudes que tan bien ha exhibido, por ejemplo, el francés Alain Bernard (que batió tres récords mundiales en tres días), no tiene rival en la piscina. Al menos en Pekín. Donde nada Phelps.