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Yo digo | Mínguez

Cuando el tenis se hace popular

Actualizado a

Juan Carlos Ferrero y Manolo Santana han tenido el mérito de hacer más popular el tenis. Uno abrió un círculo en 1965 y 1967 y el otro, con la ayuda de Corretja, Costa y Balcells, lo cerró un día inolvidable de diciembre en el Palau Sant Jordi. Ese círculo giraba alrededor de una ensaladera de plata que desde 1900 se disputa medio mundo. El trofeo que levanta el ganador de la Copa Davis. Santana nos descubrió que la Ensaladera tenía algo mágico y que merecía la pena luchar por ella. El chaval que con 12 años se construyó una raqueta con un palo y llegó a ganar en La Catedral de Wimbledon no era de familia de posibles y, sin embargo, se hizo un hueco en un deporte que parecía elitista y consiguió que en la mayoría de los hogares de España entrara una raqueta de madera y se trasnochara para ver cómo Manolito peleaba sobre la hierba australiana en dos finales que se perdieron.

Pasaron esas dos oportunidades y hubo que esperar 33 años para que llegara otra. Para que Ferrero, de Ontinyent, de la periferia del tenis, lograse el punto definitivo que nos recordó que en un deporte individualista, donde el tenista pelea cada día sólo por sí mismo, sin bandera y sin escudo, hay sitio para la locura colectiva, para la lucha codo con codo de un equipo con un país detrás. La Davis es una competición que llega al corazón de todos; es popular, cercana. Y cercanos se mostraron ayer Ferrero y Santana, dos campeonísimos que llevan esa competición en el corazón. El tenis está más al alcance de todos gracias a ellos.