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Atenas 2004 | Natación

Thorpe declara la guerra a Phelps

Actualizado a
<b>RETO.</b> El anunciado intento de Phelps de batir el récord de los siete oros de Spitz levanta recelos en Australia, la otra gran potencia de la natación mundial. Thorpe no dudó ayer en decir que su rival está abocado al fracaso.

Ian Thorpe y la natación australiana están hartos de muchas cosas. De Phelps, sobre todo. Thorpe no soporta que le acosen dentro y fuera de la Villa Olímpica. Pero es la entera natación australiana la que ya no resiste al superfenómeno de Maryland, a quien el Sydney Morning Herald califica como un punk joven y brillante. O como El Pequeño Orejón Phelps. Le llaman ególatra. No creo que debamos seguir hablando de Phelps. Ni de mí, vamos. No sería justo con los otros nadadores que van a estar en una final tan dura y tan rápida como la de 200 libre. No es una carrera de dos nadadores. ¿Podemos dejarlo ya?

Ian Thorpe, Big Kahuna, o Torpedo, el Gran Tiburón Blanco con un pie-aleta del 52, dijo esto ante más de 300 periodistas que abarrotaban la principal sala de prensa del Centro Olímpico. Media hora antes de que aparecieran los mejores nadadores australianos y su seleccionador, Leigh Nugent, ya no había un asiento libre en el salón.

Pero antes de la hartura, Thorpe, ante los periodistas australianos y algún europeo, había ido diciendo otras cosas: No creo que Michael (Phelps) haya tenido una buena idea al plantearse tantas pruebas, no sé si sabe bien dónde se ha metido. No digo esto en contra suya, pero él mismo se ha planteado un calendario que le aboca al fallo seguro, antes o después. No creo que el tiempo de recuperación sea el que se necesita para un objetivo de esta magnitud. Tampoco comprendo que el gran objetivo de alguien sea intentar superar el palmarés de otra persona (por los siete oros de Spitz). El invierno pasado, Thorpe invitó a Phelps a entrenarse con él en Sydney. Justo cuando Phelps aceptó, Thorpe dijo que lo sentía mucho, pero que se iba de viaje...

Luego, el tremendo Thorpe, el Beckham de Australia, empezó a tocar tópicos: como el presunto regalo de su medalla de 400 a su compañero Craig Stevens, que le cedió el puesto perdido en los trials de Australia. Para darle la medalla a Craig, primero tengo que ganarla. El día en que Thorpe, casi imbatible sobre ocho largos de piscina, hizo una salida grotesca (se cayó al agua, vamos) en el 400 de los trials de Australia, las puertas del banco se abrieron para Stevens. El Channel Seven australiano le hizo su comentarista especial en Atenas y le firmó una suma de seis cifras en dólares australianos... para dejar paso a Thorpe.

Ahí, los australianos miran para otro lado. Por ahora, cargan las baterías contra Little Phelps, el Pequeño Orejón Phelps. Llegan a recordar que incluso Spitz le dijo que se apartase del camino de Thorpe. Él sabrá por qué no lo ha hecho. Hasta Hackett, que comparte habitación con Thorpe, Klim y Stevens, emite avisos. Michael dice que está rápido. OK, pero va a tener que nadar más rápido que en toda su vida. Los americanos han puesto precio a la cabeza de pez de Hackett. Y en el sónar del tiburón Thorpe ya se detecta una fortísima señal magnética. La que emite Little Phelps, su presa predilecta.